La
presencia de los estudiantes en la calle viene saludada
como conveniente, refrescante y motora de una movilización
que a todas luces se hace indispensable. Sin embargo,
tenemos observaciones sobre el método. El movimiento
juvenil vuelve a tomar el camino de repartir documentos en
los sordomudos organismos de este Estado peripatético. Al
igual que la última vez que hicieron acto de presencia en
la calle, ahora parecen dirigidos hacia el mismo camino,
la del desfile entregando peticiones. Esperemos que ahora
no se dirijan con uno a la Fiscalía, con otro a la
Defensoría, y así sucesivamente. Si toman la vía de darle
reconocimiento a instituciones que dejaron de serlo y
donde sólo se lee el sobre del pago cada quince días, no
nos quedará más remedio que volverles a conjugar el verbo
pedir, como ya lo hicimos con los “firmantes abajo” de
documentos de solicitudes a Chávez. Los estudiantes deben
poner en juego la imaginación y no andar con la cantaleta
“nosotros le pedimos a la Asamblea”, “nosotros le pedimos
a la Fiscalía”, nosotros pedimos y pedimos.
La respuesta está dada en la
desbocada y alienada movilización represiva que se instaló
para esperar la manifestación estudiantil. Cualquiera
podría pensar que no se trataba de una marcha pacífica,
sino de la preparación militar para enfrentar a la
esperada invasión del imperio. El coronel al mando se
levantó con el propósito de lucirse. Debía combatir por la
revolución el día en que los estudiantes marchaban a la
extinta Asamblea Nacional. Debía poner en práctica lo que
ha aprendido es la manera más fácil de ascender en este
régimen, el de la adulancia extrema. Dispuso sus tropas
para la batalla que en su imaginación, calentada por la
estupenda oportunidad que se le presentaba, debía ser la
de muestra de fidelidad a la consigna “Patria, socialismo
o muerte”. Allí quedaría el registro audiovisual para
facilitar su ascenso. Los submarinos fueron instalados en
la fuente del Palacio federal legislativo. Los aviones
rusos tendrían los motores calientes para derribar algún
globo con consignas subversivas e imperialistas que los
muchachos lanzaran al aire. Las tropas avanzarían a paso
de vencedores bajo su glorioso mando a derrotar a la
juventud financiada por la CIA y que se dirigía con unos
papeles –posiblemente impregnados de burundanga-
destinados a adormecer a los despiertos diputados y a
impedirles seguir ejerciendo la sumisión
abutagada. Culminó su obra
parlante en mano, instando a los “bachilleres” a desalojar
la vía, sin necesidad de empuñar la pistola –gran acierto
que lo elevará al generalato- pero ejercitándose con una
imitación a lo Astray de
“muera la inteligencia”.
Esa es la respuesta del
régimen a los petitorios. Aquí el asunto no es dedicarse
solamente a la campaña electoral ni únicamente a acusar a
los partidos de dedicarse a tales menesteres olvidando los
problemas del país. El primero que le dijo a los partidos
que estaban absolutamente distraídos en asuntos
electorales fue este columnista, pero de allí a
aprovecharse indebidamente de las circunstancias para
decir “entonces nosotros nos ocupamos de lo que le
interesa a la gente” hay un gran abismo.
Repìto: la participación
electoral es nada más que una parte de una estrategia
global para enfrentar al gobiernillo. “Ni calvo ni con dos
pelucas”, canta el viejo adagio. Frente a gobiernos del
tipo del que padecemos la participación electoral es un
aspecto de la lucha, no la lucha. El resultado favorable
se debe buscar para debilitarlo, pero también para ganar
espacios para la eficacia, la resolución de problemas y la
demostración ante la gente de que hay maneras efectivas de
gobernar. Por supuesto ello dependerá de los candidatos,
pero todos estamos vigilantes ante eventuales trapisondas.
En las benditas encuestas deberán ser incluidos los
independientes o de partidos minoritarios y si alguno de
ellos aparece favorecido deberá ser el candidato, so pena
de que quienes ejercemos la opinión armemos la de San
Quintín.
Es en este escenario que el
movimiento estudiantil deberá conseguir su rol de
actuación. No tememos por ellos en cuanto al llamado a
votar masivamente en las eventuales elecciones regionales.
(De paso, preguntamos al Movimiento “2 D”: ¿Van a llamar a
votar masivamente por los candidatos de la oposición o van
a llamar a la abstención? Respuesta absolutamente
necesaria). Decíamos que el movimiento estudiantil debe
ser cabeza, pero debe saber cabeza de qué. No pueden
dedicarse a conjugar el verbo “pedir”. Si están en la
calle debe ser con un propósito y no hay otro distinto
para las almas juveniles que el de conjugar votación
masiva y derrota electoral del régimen con lucha por las
reivindicaciones de la gente. Para esto último deben
hablar en serio con la presentación de propuestas de
gobierno y con exigencia de cumplimiento para quienes
resulten electos. No se deberán devanar los sesos, pues
los análisis están hechos. El movimiento estudiantil, en
suma, deberá entender que deberá aliarse con la juventud
que ya no es estudiante, que ahora pertenece al gremio de
los egresados, que aliado natural de joven es joven y que,
en consecuencia, de estudiantes no se vive, pero de
juventud sí.
Así serán cabeza y de la
juventud pasarán a serlo del país. Ellos, garantía de que
no haya trapisondas en la selección de los candidatos del
país democrático; ellos, garantes de condena a quienes se
quieran pasar de vivos y se nieguen a aceptar los
resultados de las consultas de opinión; ellos, garantes
firmes para enfrentar un eventual fraude electoral; ellos
garantes de que los electos gobiernen con eficacia y
pulcritud; ellos, garantes de que el país democrático no
vuelva a dormir después de los resultados; ellos,
decididos líderes de la situación postelectoral que no
podrá ser de hallacas y güisqui, como ha acostumbrado esta
oposición proclive a la fiesta culposa, sino de acción
bajo el precepto de que los resultados electorales son
apenas un aspecto de la estrategia para enfrentar al
régimen.
El coronel glorioso de la
esquina de Sociedad no es el único coronel que no tiene
quien lo ascienda. Este país está lleno de coroneles en
busca de ascenso y la casi totalidad no viste uniforme
militar, sino que viste el uniforme de las luchas
grandilocuentes por hacerse con el generalato de una
sociedad dispersa. A la sociedad dispersa alguna reforma
social parece haberle quitado la facultad de otorgar
ascensos, lo que la hace vulnerable. Por ello prefiero
hablar de juventud, en lugar de Movimiento Estudiantil.
Esa juventud está compuesta por egresados universitarios
dedicados a investigar las causas de nuestros males y que
andan ofreciendo respuestas pensadas, pero también por los
jóvenes obreros y trabajadores, por las jóvenes mujeres y
por los jóvenes de espíritu que piensan y diseñan una
Venezuela del siglo XXI entregada a la prosperidad y a la
justicia. La juventud venezolana, en lugar de andar
repartiendo petitorios, deberá arrogarse el inmenso poder
de que no se otorguen ascensos a coroneles desaventajados,
sino a coroneles que legítimamente merecen el ascenso al
generalato.
tlopezmelendez@cantv.net