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El coronel no tiene quien lo ascienda
por Teódulo López Meléndez  
jueves, 29 mayo 2008


La presencia de los estudiantes en la calle viene saludada como conveniente, refrescante y motora de una movilización que a todas luces se hace indispensable.  Sin embargo, tenemos observaciones sobre el método. El movimiento juvenil vuelve a tomar el camino de repartir documentos en los sordomudos organismos de este Estado peripatético. Al igual que la última vez que hicieron acto de presencia en la calle, ahora parecen dirigidos hacia el mismo camino, la del desfile entregando peticiones. Esperemos que ahora no se dirijan con uno a la Fiscalía, con otro a la Defensoría, y así sucesivamente. Si toman la vía de darle reconocimiento a instituciones que dejaron de serlo y donde sólo se lee el sobre del pago cada quince días, no nos quedará más remedio que volverles a conjugar el verbo pedir, como ya lo hicimos con los “firmantes abajo” de documentos de solicitudes a Chávez. Los estudiantes deben poner en juego la imaginación y no andar con la cantaleta “nosotros le pedimos a la Asamblea”, “nosotros le pedimos a la Fiscalía”, nosotros pedimos y pedimos. 

La respuesta está dada en la desbocada y alienada movilización represiva que se instaló para esperar la manifestación estudiantil. Cualquiera podría pensar que no se trataba de una marcha pacífica, sino de la preparación militar para enfrentar a  la esperada invasión del imperio. El coronel al mando se levantó con el propósito de lucirse. Debía combatir por la revolución el día en que los estudiantes marchaban a la extinta Asamblea Nacional. Debía poner en práctica lo que ha aprendido es la manera más fácil de ascender en este régimen, el de la adulancia extrema. Dispuso sus tropas para la batalla que en su imaginación, calentada por la estupenda oportunidad que se le presentaba, debía ser la de muestra de fidelidad a la consigna “Patria, socialismo o muerte”. Allí quedaría el registro audiovisual para facilitar su ascenso. Los submarinos fueron instalados en la fuente del Palacio federal legislativo. Los aviones rusos tendrían los motores calientes para derribar algún globo con consignas subversivas e imperialistas que los muchachos lanzaran al aire. Las tropas avanzarían a paso de vencedores bajo su glorioso mando a derrotar a la juventud financiada por la CIA y que se dirigía con unos papeles –posiblemente impregnados de burundanga- destinados a adormecer a los despiertos diputados y a impedirles seguir ejerciendo la sumisión abutagada. Culminó su obra parlante en mano, instando a los “bachilleres” a desalojar la vía, sin necesidad de empuñar la pistola –gran acierto que lo elevará al generalato- pero ejercitándose con una imitación a lo Astray de “muera la inteligencia”.  

Esa es la respuesta del régimen a los petitorios. Aquí el asunto no es dedicarse solamente a la campaña electoral ni únicamente a acusar a los partidos de dedicarse a tales menesteres olvidando los problemas del país. El primero que le dijo a los partidos que estaban absolutamente distraídos en asuntos electorales fue este columnista, pero de allí a aprovecharse indebidamente de las circunstancias para decir “entonces nosotros nos ocupamos de lo que le interesa a la gente” hay un gran abismo. Repìto: la participación electoral es nada más que una parte de una estrategia global para enfrentar al gobiernillo. “Ni calvo ni con dos pelucas”, canta el viejo adagio. Frente a gobiernos del tipo del que padecemos la participación electoral es un aspecto de la lucha, no la lucha. El resultado favorable se debe buscar para debilitarlo, pero también para ganar espacios para la eficacia, la resolución de problemas y la demostración ante la gente de que hay maneras efectivas de gobernar. Por supuesto ello dependerá de los candidatos, pero todos estamos vigilantes ante eventuales trapisondas. En las benditas encuestas deberán ser incluidos los independientes o de partidos minoritarios y si alguno de ellos aparece favorecido deberá ser el candidato, so pena de que quienes ejercemos la opinión armemos la de San Quintín.  

Es en este escenario que el movimiento estudiantil deberá conseguir su rol de actuación. No tememos por ellos en cuanto al llamado a votar masivamente en las eventuales elecciones regionales. (De paso, preguntamos al Movimiento “2 D”: ¿Van a llamar a votar masivamente por los candidatos de la oposición o van a llamar a la abstención? Respuesta absolutamente necesaria). Decíamos que el movimiento estudiantil debe ser cabeza, pero debe saber cabeza de qué. No pueden dedicarse a conjugar el verbo “pedir”. Si están en la calle debe ser con un propósito y no hay otro distinto para las almas juveniles que el de conjugar votación masiva y derrota electoral del régimen con lucha por las reivindicaciones de la gente. Para esto último deben hablar en serio con la presentación de propuestas de gobierno y con exigencia de cumplimiento para quienes resulten electos. No se deberán devanar los sesos, pues los análisis están hechos. El movimiento estudiantil, en suma, deberá entender que deberá aliarse con la juventud que ya no es estudiante, que ahora pertenece al gremio de los egresados, que aliado natural de joven es joven y que, en consecuencia, de estudiantes no se vive, pero de juventud sí.  

Así serán cabeza y de la juventud pasarán a serlo del país. Ellos, garantía de que no haya trapisondas en la selección de los candidatos del país democrático; ellos, garantes de condena a quienes se quieran pasar de vivos y se nieguen a aceptar los resultados de las consultas de opinión; ellos, garantes firmes para enfrentar un eventual fraude electoral; ellos garantes de que los electos gobiernen con eficacia y pulcritud; ellos, garantes de que el país democrático no vuelva a dormir después de los resultados; ellos, decididos líderes de la situación postelectoral que no podrá ser de hallacas y güisqui, como ha acostumbrado esta oposición proclive a la fiesta culposa, sino de acción bajo el precepto de que los resultados electorales son apenas un aspecto de la estrategia para enfrentar al régimen. 

El coronel glorioso de la esquina de Sociedad no es el único coronel que no tiene quien lo ascienda. Este país está lleno de coroneles en busca de ascenso y la casi totalidad no viste uniforme militar, sino que viste el uniforme de las luchas grandilocuentes por hacerse con el generalato de una sociedad dispersa. A la sociedad dispersa alguna reforma social parece haberle quitado la facultad de otorgar ascensos, lo que la hace vulnerable. Por ello prefiero hablar de juventud, en lugar de Movimiento Estudiantil. Esa juventud está compuesta por egresados universitarios dedicados a investigar las causas de nuestros males y que andan ofreciendo respuestas pensadas, pero también por los jóvenes obreros y trabajadores, por las jóvenes mujeres y por los jóvenes de espíritu que piensan y diseñan una Venezuela del siglo XXI entregada a la prosperidad y a la justicia. La juventud venezolana, en lugar de andar repartiendo petitorios, deberá arrogarse el inmenso poder de que no se otorguen ascensos a coroneles desaventajados, sino a coroneles que legítimamente merecen el ascenso al generalato.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 

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