Termino
de leer el artículo que Mario Vargas Llosa escribe sobre
el último escándalo de la prensa amarillista inglesa, el
del video del millonario en actitudes sadomasoquistas que
un diario colgó para delicia de los enfermos. La voz del
escritor peruano se dirige contra el diario, no contra el
millonario que puede hacer con sus nalgas lo que le de la
gana, y mientras me digo que comparto su criterio entro a
navegar en la web y me consigo con el nombre de Samantha
Quintero.
No sabía que una mujer de ese nombre pretendiese ser
alcaldesa de Chacao. He aquí a la Quintero, zaherida a más
no poder por haber tenido un romance con un oficial del
ejército del entorno del presidente Chávez. Una periodista
la denuncia por tal motivo y la considera una “infiltrada
roja-rojita”. No se le acusa de ser una practicante
promiscua, no de haber grabado un video en la intimidad
(lo cual sería absolutamente un acto privado), simplemente
ha mantenido un romance con alguien de otro signo
político. Lo que me irrita es que se lleve el debate
político a un terreno inadecuado. Por si fuera poco, leo
el comentario de un lector donde asegura haber visto a la
policía de ese municipio hostigando a los partidarios de
la Quintero mientras repartían volantes. Samantha Quintero
deja ya de ser para mí una desconocida candidata a un
puesto público para pasar a ser objeto de una visión más
compleja sobre el papel de la mujer en esta sociedad.
Leo su impecable página web, la historia de su vida que
relata con sencillez y quedo prendado de su programa de
gobierno. He aquí a una mujer soltera, bella,
independiente, de unos 30 años, profesional y emprendedora
que ha decidido aspirar a un cargo público. Lo hace sin
respaldo de los políticos habituales. Samantha Quintero
parece encarnar a la perfección lo que es una mujer de
este tiempo. Desconozco los motivos que la llevaron a
lanzarse a la política, pero de su programa de gobierno se
desprende que sabe lo que hace y sabe lo que quiere. Que
una joven de estas características decida inmiscuirse en
los asuntos públicos debería ser un hecho saludado al
menos con simpatía. No parece tener necesidad pecuniaria
de la política, no parece existir en ella nada oculto. Por
lo demás, si los partidarios del gobierno deciden
presentar un candidato o una candidata a la alcaldía de
Chacao (que seguramente no es este el caso), ¿cómo
considerarlo una “infiltración”? ¿Qué clase de sectarismo
preside la vida nacional, imitada la locura del gobierno
por parte de alguna oposición? ¿Es una infiltración que la
oposición presente un candidato a la alcaldía de
Libertador?
No me interesa particularmente lo que suceda en el reino
de Chacao. Al fin y al cabo vivo en el municipio Sucre y
mis simpatías están con Carlos Ocariz para alcalde. Me
interesa el tema del nacimiento de nuevas figuras
públicas, me interesa la llegada a la política activa de
los jóvenes, me interesa la participación de la mujer en
los asuntos colectivos, me interesa desnudar las
torceduras mentales de algunos, me interesa visualizar
como esta malhadada sociedad intenta colocar a la mujer en
la cama, mientras Sègolene Royal disputaba la presidencia
de Francia y la señora Clinton libra una batalla en
Estados Unidos por la nominación del Partido Demócrata,
mientras la señora Bachelet es presidenta de Chile y una
líder en cautiverio es la líder de la oposición en
Birmania y mientras la Ministra de Defensa de España pasa
revista a las tropas en avanzado estado de gravidez.
La mujer en el mundo ha ganado casi todas las batallas
mientras aquí se cuestiona a una mujer por haber tenido un
romance. La señorita Quintero puede haber tenido todos los
romances que su belleza le permite. Este parece ser un
país que sigue reduciendo a la mujer a la chismografía. El
caso de Samantha Quintero parece ser el de “machismo”
practicado por mujeres. No se le pregunta a un hombre
cuántos romances ha tenido ni si se ha ido a la cama con
una mujer partidaria del gobierno. A estas alturas todavía
se pretende reducir la política a los más bajos niveles,
cuando la necesidad estriba en lo contrario, hablar de
conceptos, de programas concretos de gobierno. La señora
Royal vivió unos cuantos años sin estar casada y
constituía una bella familia. Qué Caracas no es París
puede ser acertado, pero ciertamente estoy convencido de
que este episodio de los ataques a Samantha Quintero,
candidata a alcaldesa de Chacao, son un auténtico
bochorno, una muestra irrefutable de la mediocridad
reinante.
Necesitamos más mujeres interesadas en los asuntos
públicos, desde la inteligencia y desde las ofertas
precisas y concretas. Ataquen a Samantha Quintero por sus
planteamientos para gobernar el reino de Chacao y dejen en
paz su vida privada, aunque después de haber escudriñado
su programa mucho me temo que lo encontrarán blindado.
No conozco a Samantha Quintero ni sé cual será su fortuna
en la aspiración que la ha traído a la vida pública. Sólo
sé que he visto el caso de una mujer que hace ejercicio de
un derecho inalienable –si me apresuran diría que cumple
una obligación- y a través de su caso he visto a un
periodismo, a una manera grotesca insertada en el manejo
de los asuntos públicos. Samantha Quintero, la
“roja-rojita” “infiltrada” en la contienda por la corona
del reino de Chacao, ya quedó –independientemente de su
suerte en esa contienda- como la prueba de una condena a
la libertad de una mujer.
tlopezmelendez@cantv.net