No se trata de
bufones, personajes proclives a la burla sardónica. Se
trata de payasos, y no de aquellos que se dedican a
hacer reír a los niños y a algunos adultos, los que
merecen todo el respeto. El primer payaso que recuerde
se llamaba Tersites y aparece brevemente en el segundo
canto de La Ilíada. Era un payaso serio. Los payasos son
generalmente visto con vestimentas extravagantes,
maquillaje excesivo y pelucas llamativas. Ahora los
payasos de este circo venezolano llevan identificaciones
como titulares de los poderes públicos y de seriedad no
tienen ni asomo.
No sé si los payasos se
originan en los bufones.
Bufón
viene del italiano "buffo"
(risible, cómico). Los bufones de las cortes medievales
eran casi siempre enanos, Su oficio consistía en hacer
reír a los poderosos a cambio de comida y casa. Cuando
soltaban alguna impertinencia recibían sus golpes y
castigos, porque a pesar de la comida eran irreverentes.
Podemos, en buena medida, verlos en los cuadros de
Velásquez compartiendo con los Infantes e Infantas de la
familia real.
No,
estos de ahora no merecen ser llamados bufones, a no ser
algunos que se aguantan sus buenas raciones de
golpetazos a cambio de seguir comiendo. Estos son
payasos nada serios, algunos disfrazados de profesores
universitarios e invocando cátedra mientras pronuncian
desvaríos, otros jornaleros parlamentarios de profunda
incivilidad que no ocultan su rustiquez al hablar mal y
enseñar la lengua gastada de tanto lamer al amo.
Quizás,
y aproximadamente, esto sea un carnaval donde todo es
permitido como en la Saturnalia
o en las celebraciones dionisíacas griegas y romanas
llamadas Bacanales. Todo está permitido contra el erario
público, contra la dignidad ciudadana y contra la
ética. Nada dentro de la Constitución, todo fuera de
ella. Se trata de agradar al amo. Los disfraces implican
la sustitución de las “camisas pardas” y de las “camisas
negras” por “camisas rojas”, pero al igual golpean, son
auténticos grupos paramilitares para hacer el trabajo
sucio de la intimidación. Al igual que aquellas, son
asalariados del Estado para ejercitar los puños que los
órganos represivos oficiales deben ejercitar con mayor
cautela, mientras haya visos de legalidad y de
democracia.
Hoy, 28
de diciembre, fecha en que escribo, es Día de los
Santos Inocentes por decisión soberana de
Herodes Agripa
II, nieto del rey
Herodes, para conmemorar
la matanza ordenada por su abuelo. En algún lugar de
España se celebra en esta fecha la
Fiesta
de los Locos, una que
data de principios del siglo XVII y que bien puede
explicar que el 28 de diciembre se haya convertido en un
día propicio para las burlas y los engaños. Consiste,
esta fiesta quiero decir, en que algunos disfrazados de
locos, con vestidos con ropas estrafalarias y con
maquillajes llamativos, tal como unos payasos, tendrán
el poder durante unas horas. Aquí hemos modificado
algunos aspectos y los orates quieren el poder para
siempre. Quizás todo se asocie en la idea de ponernos a
votar en carnaval. Lo cierto es que este territorio en
que habitamos ha dejado de ser una república para
convertirse en un erial de desfachatez y de incordia.
Los valores fueron demolidos, la sensatez echada a la
basura, los principios triturados, la decencia disuelta,
la moral y la ética escupidas y la locura hecha
gobierno.
No queda república. Somos
sólo un territorio apenas delimitado en lo geográfico.
Jurídicamente seguimos siendo un Estado, pero
jurídicamente no somos nada. La ley proviene del sueño
nocturno más parecido a pesadillas. El pacto social que
nos identificaba como venezolanos ha sido roto y ahora
el absoluto irrespeto y la agresión moral y física
contra el “enemigo” que debe ser aplastado es la norma,
como en el siglo XIX donde no había ciudadanos sino
montoneras peleándose el poder con la esperanza de que
del enemigo no quedara ni recuerdo.
II
Esto es una bacanal, no un
país. Es absolutamente irracional lo que protagonizan,
su capacidad de adulación ha llegado a lo rastrero y no
se les puede llamar serpientes –animal preferido de
Nietzsche, por aquello de que era lo más cercano a la
tierra- pues sería ofensa al filósofo alemán y a las
serpientes mismas, de tal modo que habría que buscar
otros sustantivo, otra expresión que ya nos resulta
imposible de localizar. Tal vez sea parásito, tal vez
gorrón, tal vez prueba fehaciente de la disolución en la
abyección y en el escarnio.
La república carece de todo,
ya no es una república. La han disuelto estas
caricaturas, estos payasos que roban y destruyen, que
asaltan e irrespetan los más elementales principios de
la civilidad. Somos un montón de gente al garete,
sujetos a la voluntad de un amo, un remedo de nación
–como Zimbabwe- aquejada del cólera de los payasos que
cobran por agredir y que cobran por adular aprobando
todo lo que el amo mande y que cobran por arrastrarse
aplaudiendo como locos cuando el amo expropia una
avanzada construcción, como el centro comercial de La
Candelaria, en ejercicio de un populismo grotesco que
proclama altisonante que ese edificio será bueno para un
hospital o para una universidad. Eso es el populismo que
enferma, el que invoca razones que suenan bien, matando
toda iniciativa y cancelando a su capricho miles de
puestos de trabajo.
Vivimos en el desvarío. No
hay posibilidad de desear un feliz año. Estos payasos
son el brote perplejo de unos genes subyacentes que
creen que el Estado es un botín a disfrutar. Son la
victima propicia de un populismo engañador y cruel que
nos conduce a ser una republiqueta sembrada de miseria.
Estos payasos son escoria escapada de nuestro pasado de
montoneras, defecación de la historia que se venga. Si
el amo dice que el referéndum debe ser el 15 de febrero
se inclinarán serviles y correrán a complacerle. Los
payasos llevan el rostro pintarrajeado y sobre el traje
colorado la pequeña placa que los identifica conforme a
la institución devaluada que conserva apenas el nombre,
como esta república apenas conserva el suyo como un
apelativo aherrumbrado.
III
No habrá feliz año. Este
erial entra ahora en la factibilidad de la tiranía sin
sombrillas, sin maquillaje, sin disfraz de payasos. Los
payasos se convertirán en comisarios políticos
entregados a la represión abierta si los venezolanos
no reaccionamos. El 2009 no será un año feliz. Ya los
economistas –y quienes no lo son- han dicho todo sobre
lo que nos espera. La tranquila clase media no tendrá
dólares para regocijarse en el exterior, la inflación
será africana, la escasez será sahariana, los dátiles
brillarán por su ausencia en este que fuera en cierta
medida campo posible a la producción de alimentos y
ahora un desierto sin oasis. Lo que viene no excluirá a
los “alegres” asalariados de camisa roja. Se hundirán
con el erial y aquí tendremos que pensar de nuevo en
como hacemos para volver a merecer el calificativo de
república.
No puedo pronosticarles
“Feliz Año” a mis compatriotas porque si lo hiciese
estaría engañándoles. Lo único que puedo preverles es
“sangre, sudor y lágrimas”, en una batalla para recobrar
la libertad, para derrotar al totalitarismo, para
empujar una justicia social y una dignidad recobradas.
El 2009 será uno de intento sostenido por la imposición
totalitaria. La república deberá despertar, deberá
erguirse, deberá recuperar los genes de los Padres
Libertadores hoy lanzados a pudrirse en las células
cancerosas que consumen a la patria.