Italo
Calvino nació en Santiago de las Vegas, un pequeño pueblo
vecino a La Habana, en 1923. Hijo de emigrantes italianos
vivió, no obstante, toda su vida en Italia, con corto
intervalos en el exterior. Es en 1947 cuando irrumpe en la
literatura con su primera novela,
Il
sentiero
dei nidi di
ragno. Aquellos son
los años del neorrealismo, el movimiento literario, o más
bien el estado de ánimo, que envuelve a la península en la
posguerra.
La disensión se origina en los
años mismos de la resistencia. Entre quienes pretenden
simplemente una restauración considerando que el fascismo
es una enfermedad del Estado liberal y quienes quieren
profundizar los cambios sociales, no falta la
controversia. En Europa oriental se instalan regímenes
comunistas y los italianos descubren toda una literatura y
una serie importante de autores que le han estado vetados
por el fascismo. La pregunta obligada de los escritores es
qué hacer. La literatura anterior a la guerra les parece
vacía, ajena a la realidad y, sobre todo, cómplice de la
situación vivida. La literatura del "ventennio",
es decir, aquella de 1930 en adelante, está llena de
silencios. El compromiso con la realidad se torna una
inaplazable opción ética. Las editoriales se lanzan a dar
el alimento a los hambrientos literatos y, así, las
traducciones llenan la mayor parte de la producción
impresa. Sartre y
Brecht son descubiertos y
comienzan a marcar su influencia. La necesidad de "aggiornamento"
es urgente.
Brecht
había iniciado su actividad literaria bajo la impronta de
algunas afinidades con el expresionismo. En Munich y
Berlín había estado en contacto directo con los
representantes máximas de esta tendencia. Si bien las
relaciones de Brecht con el
expresionismo son muy complejas y difíciles de analizar,
se puede decir que al dramaturgo le gusta la lucha contra
los valores burgueses que aquéllos encarnan y lo apasiona
la tarea desmitificadora.
Brecht, sin embargo, se
disgusta con la "sublimación religiosa" del espíritu
revolucionario a que se inclina tanto el expresionismo,
pues, a su parecer, conllevaba a perderse en una especie
de apocalíptico profetismo, en un divagar sin fin sobre
una "humanidad buena". No obstante, es en este ambiente
donde Brecht asume los
primeros escritos sobre la sociedad que lo rodea y sobre
los conceptos de realismo; al fin y al cabo, lo importante
era la superación del decadentismo y la concepción de éste
sobre la obra de arte.
Los artículos de
Sartre comienzan a ser
reproducidos por la revista "Il
Politecnico", dirigida por
Vittorini y expresión máxima
de la nueva tendencia. El francés llama a la
responsabilidad de la escogencia, habla de la función de
la literatura y del arte, del papel del artista y acuña la
expresión "arte comprometido". Junto a
Brecht pasa a ser el autor
preferido de la nueva generación de escritores.
Levi,
Pratolini,
Pavese,
Fenoglio y Cassola
comienzan a publicar. Han pasado por un examen implacable
de la literatura precedente, aquella de los años 30. Han
concluido, obviamente, que está agotada, lejana de la vida
y de la colectividad y, sobre todo, que ha pecado por
pasividad frente al fascismo, que no ha tenido el coraje
de enfrentarlo y que no ha dado testimonio de la verdad. "Il
Politecnico" excede los
límites de una revista literaria, pues le interesa toda la
conflictividad social de aquellos años. Allí aparece la
denuncia de como la cultura anterior no ha sabido hacerse
sociedad y proteger al hombre del sufrimiento. La revista
misma era el indicio claro de que la nueva cultura no
podía hacer otra cosa que incidir directa y activamente
sobre los mecanismos de la sociedad. La discusión y la
polémica son vivas, pues afloran temas como la militancia
revolucionaria y su relación con la literatura; de manera
especial se planteaba la relación con el Partido
Comunista, claramente la gran fuerza en el seno de la
izquierda y de la emergente sociedad italiana. No
olvidemos que regresan a la península muchos intelectuales
que había huido del fascismo. Les interesa discutir la
génesis de aquel totalitarismo y la responsabilidad de la
clase dirigente liberal y de la cultura. Debemos también
recordar que estos son los años en que Antonio
Gramsci desarrolla su trabajo
ideológico; si bien es imposible en una nota sobre Calvino
entrar en el densísimo pensamiento de
Gramsci, hay que recordar que este creía en una
literatura nacional popular con especial resalte y condena
de la tradicional ruptura entre artista y pueblo.
El neorrealismo tiene aspectos
positivos, como la exaltación de la responsabilidad
política del escritor y el empuje hacia la renovación,
pero los aspectos negativos son abundantes, como el
populismo donde se mezclan el izquierdismo y la efusión
sentimental y el abuso del dialecto y de la jerga. La
grandilocuencia se desborda.
La primera novela de Calvino, "Il
sentiero
dei nidi di
ragno" tiene como
argumento la guerra de los partisanos. El clima de la
época y el tema mismo harían pensar, de entrada, en una
novela neorrealista, pero podría resultar impropia tal
clasificación. Calvino se nos muestra, entonces, como un
neorrealista específico y
diferenciable. Es que el escritor nacido en Cuba se
da cuenta, de entrada, del peligro de una celebración
demasiado rimbombante de la resistencia y de la retórica
lingüística del dialecto. La novela es, por el contrario,
lírica y fantástica. La resistencia está vista a través de
los ojos de un niño que ha madurado, sí, en medio de la
violencia, pero que aún puede sorprenderse y mirar al
mundo adulto con una disposición a la fantasía. Es, en
suma,
Il
sentiero
dei nidi di
ragno, una novela
atípica en el cuadro de la narrativa de la resistencia.
Calvino publica en 1949
Ultimo viene
il corvo, en1952
Il
Visconte
dimezzato y en 1957
Il
Barone rampante,
recogidas posteriormente en un solo volumen titulado
I
nostri antenati.
Alguno que otro crítico ha hablado de "cuentos
filosóficos" para referirse a la trilogía. Sin embargo,
hay que apuntar que no aparece aquí ese exceso de
raciocinio tan propio del género mencionado. Si bien
Calvino hace lo que podríamos llamar un esfuerzo
demostrativo, más bien brilla una gran capacidad de
invención y fantasía. Es que siempre en este autor el
interés por la realidad aparece despojado de epopeya e
impregnado de ironía. Así, en 1959 publica
Il
Cavaliere
inesistente y en 1958
Racconti.
Es también un ensayista apreciable y para ejemplarizar
están
Il
midollo del leone,
Il
mare dell'oggetivitá
y La
sfida al
labirinto, éste último para polemizar
con la neovanguardia.
En 1965 inicia la etapa
conocida como "científica", con
Le
Cosmicomiche,
Ti con
zero (1967),
Le
cittá invisibili
(1972) e
Il
castello
dei destini
incrociati (1973).
Sobre estas obras también conocidas como "finales" la
crítica italiana ha polemizado largamente. Aquí la
perspectiva de la ciencia (física, biología, matemática)
se mezcla con la fábula. Sin duda flotan sobre ellas la
semiología y el estructuralismo.
En 1955 la furia neorrealista
está muriendo. Las esperanzas de renovación han
desaparecido. Kruschev
pronuncia al año siguiente su célebre discurso sobre
Stalin, los módulos neorrealistas parecen a todos muy
simplistas frente al capitalismo que se desarrolla en
Italia. Lentamente entra en vigor una narrativa que se
aparta de la historia y se vuelca sobre temas
existenciales.
El neorrealismo no tuvo nunca
unos enunciados en forma de "manifiesto". Por ello, la
crítica alega, con razón, que más que a un manifiesto
poético debe referirse el analista a un estado de ánimo
colectivo, a una disposición ético-política, a una función
de la voluntad más que de la fantasía o del intelecto. Es
así, al menos, que lo describe
Manacorda, con la aceptación general del resto de
la crítica. No obstante, algunos grandes parámetros se
pueden señalar al neorrealismo: confianza en la renovación
-típica del estado de ánimo de los italianos en este
período-, la negación de la literatura precedente y un
nuevo papel para el escritor. En efecto, estos años
presenciamos la participación activa de los escritores en
los congresos partidistas, como fungen de activistas y
organizadores culturales y son noticia por las posiciones
políticas que asumen. Muchos adquieren una insospechada
autoridad moral sobre la sociedad italiana.
Si bien el neorrealismo
descubre la "Italia pobre" o menuda o humilde, con los
problemas del "mezzogiorno",
el hambre de tierra, la guerra, las ciudades desvastadas y
la prostitución, muchos de los escritores de esta
tendencia quedan presos del populismo. La búsqueda del
valor de la denuncia conlleva a subrayar lo negativo,
pero se exponen así al efectivismo momentáneo. En estos
años el testimonio y la crónica alcanzan altos niveles de
popularidad. El realismo de Balzac o
Tolstoi era un remirarse en el espejo, complejidad
que falta al neorrealismo italiano. Las denuncias sobre
esta "Italia humilde" se pierden en una dimensión
moralizante-sentimental. La exaltación del pueblo como
supremo depositario de la virtud se torna excesivamente
emotiva e ingenua. El problema
agregado, de especial gravedad, consiste en el rechazo de
lo que se puede llamar el "bello escribir", por
considerarlo propio del decadentismo, y la crónica y el
testimonio asumen un lenguaje
antiliterario. Debe mencionarse manera subrayada la
excesiva importancia asignada al dialecto, al que se
pretende presentar como el mejor medio de reacción
antiacadémica y como deformación voluntariamente asumida.
Afortunadamente, Calvino no cae en la trampa y se salva
también por dar al dialecto más bien un valor evocativo y
misterioso.
Sin duda, en tiempo de
transformaciones las trampas que se ciernen sobre los
escritores son muchas y variadas. Son pocos los que logran
salvarlas.
tlopezmelendez@cantv.net