Si
en algún sitio la diplomacia brilló fue en Venecia. “La
Sereníssima” requería de información para su vasto
comercio exterior y acuerdos múltiples para mantener las
rutas de navegación y el acceso de sus mercancías a lo que
llamaremos “mercados externos”• de su época. Antes la
habían practicado desde los persas hasta los egipcios,
aunque tal vez la paternidad habría que atribuírsela a los
griegos. La diplomacia es tan antigua como la existencia
de las ciudades-Estados, tan vieja como los primeros
imperios.
La diplomacia existe para que los Estados modernos manejen
entre sí sus relaciones con inteligencia y tacto, para
darle a la negociación el lugar privilegiado en
sustitución del conflicto y uno de sus objetivos
fundamentales es obviamente la cooperación. La diplomacia
es una forma privilegiada de los Estados para lograr sus
objetivos políticos, comerciales o estratégicos.
La diplomacia parece derrumbarse, al menos con todo lo que
tiene que ver con América Latina. Más precisamente, con
todo lo que tiene que ver con Chávez. Es curioso precisar
como en los alrededores del presidente venezolano es donde
la diplomacia se desploma. El primer caso que recuerdo es
el de la presencia en Caracas de Marco Aurelio García, el
asesor de Lula para política exterior, en uno de los
primeros conflictos de tantos que ha afrontado este
prototipo nuestro de elefante en cristalería. El inefable
Marco Aurelio –tal vez haciendo honor a su nombre- se
presentó en la capital venezolana como un procónsul,
amenazando y dando órdenes en defensa del caudillo y uno
intuía que en cualquier momento ordenaría a las “legiones
brasilenses” venir a poner orden en esta provincia del
imperio. Desde entonces me pregunto sobre esa dualidad de
Amorin al frente de Itamaraty, que sigue siendo
profesional y calculadora, y este desbocado asesor que
crea una deidad bicéfala. La cuestión siguió con Moratinos,
flamante Ministro de Exteriores de Rodríguez Zapatero,
quien se cansó de meter la pata en torno a la posición de
la Unión Europea frente a Cuba y declarador oficial en
defensa de Chávez. Hoy, afortunadamente, Moratinos parece
haberse tomado su ración de valeriana y García se limita a
las dos caras de Lula, como veremos más adelante.
Otro caso patético de antidiplomacia en el manejo del
gobierno francés en torno al caso de Ingrid Betancourt. En
efecto, lo convirtieron en un asunto prioritario de Estado
haciendo de la mujer secuestrada la pieza más valiosa en
poder de las FARC. De allí en adelante la Francia no ha
hecho otra cosa que meter la pata, con sus presiones
indebidas e inaceptables al gobierno colombiano, con sus
misiones humanitarias fallidas y con sus imposibles
tentativas de convertir a Chávez en el héroe de la
salvación. En sus paletadas de tierra sobre Ingrid
Betancourt, la Francia alocada ha tenido una valiosísima
contribución en Yolanda Pulecio, la madre de la
secuestrada, en el ex-marido, en el marido, y cuando todos
estos personajes se cansan, en la hermana de la
secuestrada, todos lanzando paletadas de tierra sobre
Ingrid, haciendo imposible que las FARC piensen ni
remotamente en liberarla, pero eso es harina de otro
costal, porque semejante familia no puede engrosarse en
los términos de la diplomacia.
La “diplomacia” de los gobiernos revolucionarios es, por
su parte, un acicate para pensar en todos los buenos
diplomáticos que había antes de esta eclosión de
barbaridades. Para no ir más lejos, la última declaración
del gobierno ecuatoriano pidiendo el silencio de las
computadoras de Raúl Reyes a cambio de restablecer
relaciones diplomáticas uno no sabe si calificarla de
infantilismo o de elefantiasis. Uno mira a esa amable
señora que es Ministra de Exteriores de Ecuador y siente
pena ajena y se pregunta qué hace allí, como puede ser la
portavoz de exteriores de un presidente como Correa. En
cambio, en Venezuela, pensamos que el Ministro de
Relaciones Exteriores es el adecuado para Chávez. Claro
que lo es, es uno que anuncia notas de protesta que no
manda a gobiernos extranjeros, que convierte –en aras de
cumplir la voluntad del jefe- patrullas perdidas en las
fronteras en el ejemplo y en la prueba de pretensiones
agresivas. Hace unos meses una patrulla venezolana se
perdió en la Goajira, el ejército colombiano la localizó,
le dio agua y alimentos y la puso en camino para que
regresara a la entrañable patria bolivariana. Ahora
supuestamente una patrulla colombiana entró en territorio
venezolano y el flamante “diplomático” que tenemos en la
Casa Amarilla habló de “maniobras del imperio” y de
“política guerrerista”, para terminar descubriéndose que
los colombianos jamás habían entrado a Venezuela, que
quienes estaban en territorio colombiano eran los
venezolanos. No hay duda, este “diplomático” es el mejor
que podría tener Chávez, quien parece arregló el problema
haciéndose el comprensivo y diciéndole al general
colombiano con quien mantuvo contacto –magnánimamente, se
debe entender- que daba por zanjado el incidente. Lo peor
del asunto es que un candidato a alcalde caraqueño se ve
en una propaganda de televisión manejando un autobús y
entonces se debe entender que no aspira realmente a ser
alcalde sino Ministro de Relaciones Exteriores.
Lo dicho, la diplomacia anda muy mal. Sin embargo, la joya
de la corona es Lula. El presidente de Brasil se vende
como el domador de leones. El brillante cerebro del otrora
líder sindical ha concebido más que Talleyrand, ha
empreñado ideas más que Kissinger en sus conversaciones
con Le Duc Tho, ha dejado como un mismísimo pendejo a
Maquiavelo, ha convertido a todos los diplomáticos de la
historia en simples aprendices de brujo. La fórmula es muy
sencilla: para diferenciarse de Chávez un día dice que
quien quiere reelegirse es aspirante a dictador y al día
siguiente que Chávez tiene ideas muy buenas; un día dice
que jamás pensará en perpetuarse en Brasilia –ciudad un
tanto incómoda y alejada de los placeres a pesar de la
grandeza del camarada Oscar Niemeyer al concebirla- y al
día siguiente que Chávez es el mejor presidente que
Venezuela ha tenido en cien años. Todo esto para negociar
que él es el domador de leones, el que tiene mano hábil
para controlar al alocado presidente venezolano, que
cualquier cosa con Venezuela se le debe consultar a la
“sereníssima” Brasilia pues allí está el secreto de
tranquilizar al león y hacerlo saltar por los aros del
domador. Lula vive de Chávez, y no me refiero ahora a los
cinco mil millones de dólares que le ha sacado a Venezuela
en buenos negocios, lo que es perfectamente lícito. No, me
refiero a que Brasil bajo Lula ha perdido la grandeza de
su diplomacia, la majestad de su presencia, para
convertirse simplemente en el domador de leones, el que
tiene los secretos para tranquilizar a la fiera.
Sólo que a veces le falla el truco, pues de otra manera no
puede llamarse. Chávez insultó a la Canciller Ángela
Merkel, ignorando toda la historia personal de esta
respetada y brillante científica y política, desconociendo
totalmente la historia de la Democracia Cristiana alemana
y espetando acusaciones de nazismo. Y he aquí a Lula, el
domador de leones, el vividor de Chávez, ofreciéndose a la
líder alemana como mediador. Y allí la tranquila señora
Merkel diciendo simplemente: “Muchas gracias, señor Lula,
pero yo me las arreglo sola”. Uno termina amando a la
señora Merkel, uno termina riéndose del domador de leones.
tlopezmelendez@cantv.net