El
gobierno ha decidido inscribirse en la escuela, sólo que
no sabe leer y escribir y ha sido enviado a un preescolar
“Simoncito”. Allí se le deberán enseñar las vocales y las
consonantes con toda paciencia: eme con a es ma y así
hasta lograr articular las primeras frases como “Mi mamá
me ama”. Aprender a contar será más difícil, pero ya se le
está aplicando la vieja terapia de utilizar los dedos de
las manos.
Los venezolanos no tenemos tiempo para tan largo
aprendizaje. El nuevo gabinete sólo muestra una
militarización acentuada donde debemos destacar que por
vez primera otro militar es vicepresidente. El nuevo
gabinete es otra colección de alumnos de preescolar.
Mientras no hay productos en las estanterías ni de Mercal
ni de los supermercados, el padre del engendro ministerial
asegura que Venezuela alimentará al mundo.
La malacrianza será difícil de extirpar. Los traumas de
comportamiento no serán arreglados ni con el viejo método
de la palmeta. El país asiste al delicado espectáculo de
un gobierno que no sabe gobernar, que no tiene idea de
cómo se maneja una economía, que carece de los más
elementales principios de la diplomacia, que no puede
aprender en un preescolar –ni aprenderá nunca- que cosa
significa administrar a un país.
Estamos ante otra década pérdida, una donde
desaprovechamos los altos precios del petróleo, donde
llevamos el desarrollo industrial del país a su mínima
expresión, una donde somos el hazmerreír del mundo que no
entiende como un país inmerso en una bonanza petrolera no
tiene productos básicos para alimentar a su gente o para
que su gente se limpie, dado que desde 1857 se inventaron
las primeras versiones del papel higiénico hasta que una
década después se comprendió que debía comercializarse en
forma de rollos.
El país ha sido destruido con saña. Los alumnos de
preescolar salieron del seno de las fuerzas armadas a
desgobernar. La reconstrucción será difícil y los
venezolanos comenzaremos de nuevo, siempre a comenzar de
nuevo, como es la triste y patética historia de este país.
Habrá que reconstruir, eso sí, sobre otras bases distintas
de las del pasado. La organización política deberá ser
otra, una horizontal, sólo que ahora vemos un nuevo brote
de enfermedad (al lado del dengue, de las paperas y del
paludismo), uno execrable que se llama nepotismo.
Habrá que aprovechar el despertar político de la nación e
impulsar la construcción de una república de ciudadanos,
una donde no veamos más una Asamblea Nacional como la
presente (plena de adulantes, de incultos y de
desfachatados), sino un foro de primer orden cuyas
decisiones sean miradas con respeto. Para ello se hará
necesario un estado de alerta y vigilancia permanente de
la población sobre las organizaciones partidistas y sobre
el sistema electoral, un estado donde se generen formas
alternativas de organización si los partidos tienden de
nuevo a la degeneración.
Habrá que reformular el mercado, limpiar de excrecencias
los principios que han sido prostituidos, avanzar hacia
nuevas formas de organización económica que convivan con
la propiedad privada en perfecta armonía, impedir el
renacer del poderío de los negociantes que confunden
actividad lucrativa con influencia política e impedir el
rebrote de un círculo de todopoderosos que impongan a la
nación sus exigencias ilegítimas.
Habrá que restituir el principio clásico de la separación
de poderes envolviendo la juridicidad en un verdadero
Estado Social de Derecho donde la economía funcione para
el hombre y no para las cifras, donde la legalidad no sea
estancamiento sino cauce para un flujo constante de
justicia y equidad.
Habrá que hacer muchas cosas hacia delante, nunca hacia
atrás, desde ya, conceptualizando y proponiendo, mientras
este inepto régimen que padecemos habla, amenaza a cada
instante (a su entender la única manera de hacer saber que
sí existe un gobierno) y trata de aprender las cosas
básicas, como leer y escribir, sumar y multiplicar. A
semejante aprendizaje de la frase básica “Mi mamá me ama”
hay que oponerle la cultura, el conocimiento científico,
un pensamiento desarrollado, concepciones políticas
innovadoras. El país tiene como, a pesar de que veamos el
nepotismo de quienes quieren dejar como herederos a sus
esposas, hijos y parientes. El país sabe como, a pesar de
que veamos la proliferación de candidatos para unas
elecciones que apenas serán en octubre. El país tiene que
practicar como, a pesar de que ver a algún dirigente en la
televisión provoque náuseas.
Para decirlo lo más gráficamente posible, frente a un
gobierno que se inscribe en la escuela para tratar de
aprender a pronunciar “Mi mamá me ama” hay que oponerle
una dirigencia que haya descifrado el código genético de
la nación y de su futuro. No se pongan pesimistas con lo
que ven, más bien aprendan a mirar mejor. No se lamenten
con lo que oyen, más bien agudicen los oídos y aprendan a
escuchar. No se entristezcan con lo que leen, más bien
aprendan a leer. Si el país aprende a ver, a oír y a leer,
al fin llegará el siglo XXI a esta patria de balbuceantes.
tlopezmelendez@cantv.net