Algunos “opinadores” de buena
fe, y en afán de evitar la abstención, echan mano de un
argumento no lo suficientemente sólido: vamos a darle una
lección en las elecciones, a derrotarlo. Por supuesto que
cuando se va a una elección es a ganarla, pero este
argumento sabe a edulcorante. De manera instintiva la
gente dice que “dictador no sale con votos”, aunque haya
algunos ejemplos en contrario. La única verdad es que
debemos ir a votar porque inexorablemente está en la lista
preparatoria del inmenso conflicto que se abatirá sobre el
país. Pregunto a la gente: En qué mejores condiciones
estaremos el día siguiente, ¿con algunas posiciones
alcanzadas o sin ninguna, con un control absoluto y total
del gobierno de alcaldías y gobernaciones o con algunas o
variadas excepciones?
En materia de abstención hay que hacer unas cuantas
precisiones: los venezolanos impusieron la abstención para
las elecciones de Asamblea Nacional. Las encuestas decían,
por si fuera poco, que el número de parlamentarios que
alcanzaría la llamada oposición, no pasaría de la
treintena. Era absolutamente inconcebible que después de
una abstención en las legislativas participásemos en la
presidencial. Sin discutir ahora si fue o no fue un error
la primera abstención, el camino estaba marcado y
resultaba absurdo ir a la presidencial. De manera que
podemos admitir que, en cualquier caso, la participación
en la presidencial no admite otra calificación distinta de
error garrafal. Dicho en otras palabras, la candidatura de
Manuel Rosales fue una metida de pata que aprobó la
llamada legitimidad de origen. Abstenerse en las
presidenciales era el camino correcto, como abstenerse en
las regionales ya no tiene sentido; en este momento la
abstención no es un arma contra el gobierno.
Comparto totalmente las críticas que se han hecho a estos
dirigentes partidistas inmersos en lo secundario y en
prácticas aberrantes, pero hay que recordar que en el
fondo este sistema democrático representativo no es más
que una dictadura de partidos que ejercen un control sobre
la gente que la gente no ha aprendido a sacudirse. Helos
allí, abusando una vez más de la paciencia de los
venezolanos, ignorantes de la protesta que ha debido
desatarse ante el “paquetazo”, para seguir con sus
declaraciones absurdas y su comportamiento alejado
años-luz de la dramática realidad que está incubada.
Frente a las elecciones regionales ya no hay disyuntiva,
hay que participar, hay que votar masivamente. En esas
elecciones podemos castigar a los “dirigentes” que tanto
molestan al común votando con tarjetas de grupos
independientes y hasta por el que menos mal se haya
comportado. Lo bueno viene después. Y lo malo también. Lo
bueno es que el país se va a sacudir a estas élites
dirigentes ineptas. He hablado de una ruptura horizontal
por oposición a la ruptura vertical que tenemos diez años
padeciendo. La vertical era entre partidarios y
adversarios del gobierno. La horizontal va a ser de la
base social, sin distingos, contra estos dirigentes que no
nos sirven. En consecuencia, la convicción del venezolano
debe estar centrada en que esta es la última vez que
permite que estos dirigentes partidistas hagan de las
suyas. En las regionales los usaremos para manifestar
nuestro rechazo al gobierno. Después los rechazaremos a
ellos. Esto implica una toma de conciencia, el salto a la
palestra pública de una camada de dirigentes que han
estado embozalados, limitados y hasta aplastados por la
partidocracia de nuevo cuño en cuanto a la selección de
candidatos.
La noticia mala ya la he analizado: el grado de
conflictividad en que entraremos después de las elecciones
regionales hará parecer estos tiempos que vivimos como
pacíficos y angelicales. Viene la imposición de la
reelección presidencial, el nombramiento de autoridades
por encima de las electas y la aplicación real del “paquetazo”,
entre otras. Es obvio que estas élites partidistas no nos
servirán para enfrentar el desafío.
He dicho, y repito, que la campaña electoral debe servir
para preparar al país para el drama que se avecina. Ya las
élites partidistas dan muestra de no comprenderlo. Ya
están indicando que dedicarán este tiempo al logro de la
“unidad”, que nos pasaremos de aquí al día de las
elecciones escuchando de sus esfuerzos por unir a los no
unidos y hasta anunciando castigos infantiles y
contradictorios para quienes se salgan de ella. Inclusive,
ya dicen que seguirán hablando de “unidad” después de las
elecciones de noviembre. No tienen nada en los cerebros,
pero he aquí la contradicción suprema de esta ciencia
imperfecta que es la política: deberemos votar por ellos
para salir de ellos. Debemos mirarlos simplemente como
nuestros instrumentos –no hay otros, por ahora- para
llegar en mejor posición al conflicto inmenso que tenemos
delante. Son dirigentes desechables, como hay “afeitadoras
desechables” o “toallas desechables” o “envases
desechables”.
Deberemos desecharlos. Pero también debemos tener presente
que hay otras cosas que desechar, como la imposición de
líneas a seguir por algunos medios que ante la vacuidad de
los dirigentes partidistas se arrogan un liderazgo que
nadie les ha confiado, haciendo así un inmenso daño a la
lucha contra esta dictadura. Deberemos aprender –y esto no
es una frase más- que cada uno de nosotros es un líder,
que no lloverá del cielo alguien providencial y que sólo
aparecerá alguien cuando el país esté decidido a dar el
gran salto y sólo para encarnar la voz colectiva.
Deberemos aprender que no basta quejarse de los
“dirigentes”, sino mandarlos al pozo del olvido y
sustituirlos por nosotros mismos, porque nosotros mismos
generaremos cuadros capaces de dar la batalla. ¿Cómo?
Dejando el individualismo, dejando de hacer catarsis con
tesis trasnochadas, organizándose, participando,
reflexionando, confiando liderazgos, reconociendo a
aquellos dispuestos a comandar al país. Los venezolanos
deberán aprender a no asumir consignas intrascendentes y a
dejar de matar la desesperación asiéndose a documentos
inasibles. Lo que es inasible no se puede asir. El
artículo 350 de la Constitución sólo sirve para lavarse la
cara después de un golpe de Estado exitoso o para hablar
pendejadas. Aquí están hablando pendejadas: ¿O es que “El
Nacional dejará de pagar impuestos, o es que se dejará de
obtener documentos como la cédula y el pasaporte, o es que
dejará Alejandro Peña Esclusa de pedir dólares a Cadivi
para sus constantes viajes al exterior, o es que se
negarán a mantener relaciones de todo tipo con el gobierno
al que se desconoce?
Aquí de lo que se trata es de crear una organización
social capaz de pasar por encima del reparto de neveras,
colchones, y electrodomésticos en general, que están los
oficialistas haciendo en las barriadas, en la siembra de
un populismo peor que el de Perón y que todavía tiene a la
Argentina de rodillas. Aquí de lo que se trata es que la
sociedad aprenda a reconocer a los nuevos dirigentes que
andan como ánima sola porque el país no los ve. Aquí de lo
que se trata es de tomar conciencia que estas elecciones
regionales tienen escasos significados conforme a la
óptica de los “electoralistas” –las he llamado las de
obtención de respiraderos provisionales-, pero que en
ellas debemos participar porque las consecuencias tendrán
unos efectos tremendos, los que menos se espera la
generalidad de la gente. Esas elecciones serán el punto de
inflexión, la caída de muchas cabezas, el inicio de la
gran rebelión nacional de abajo hacia arriba, de la base
social contra quien mal nos “dirige”. No tienen, ni
siquiera, el significado de las matemáticas, de cuántas
ganó la llamada oposición o cuántas el gobierno. El que
tienen es el que tienen y que los venezolanos debemos
ayudar a resaltar: es el punto de cruce, es el punto de
ruptura, es el punto de inicio de lo que seremos o
dejaremos de ser, es el punto de aprender política con
todas las contradicciones que le son inherentes, es el
punto de donde arrancará la valentía o la cobardía, es el
punto a partir del cual sabremos si somos capaces de
construir una república con madurez y determinación, es el
punto del cual deberá brotar la nueva élite dirigente aún
por encima de quienes resulten electos. Mientras tanto
estos “dirigentes” siguen con sus pendejadas de lograr la
“unidad”. Cansan, pero no debemos cansarnos, debemos saber
que nos espera la tarea de construir una democracia de
este siglo, una democracia del siglo XXI, (con nuevas
concepciones, con nuevas ideas, con pensamiento renovado)
o se impondrán las tinieblas de una muy larga tiranía. Es
obvio que este político que soy va a dar la batalla por lo
primero. Y el país también, porque el discernimiento ya
está llegando a las cabezas de mis compatriotas.
La especialidad de estas élites partidocráticas es la de
desorganizar a los ciudadanos. Uno de los retos
fundamentales de una democracia del siglo XXI es enseñar a
la sociedad a sobrevivir a la desconfianza que le inspiran
sus dirigentes. El paso concreto es sustituirlos. Ya
sabemos como hacerlo.
tlopezmelendez@cantv.net