Ya Manuel Felipe Sierra hizo
el análisis de las veces que hemos ido a votar en
dictadura. Ésta de las elecciones regionales es una de
ellas. Estos pequeños resquicios de opinión no pueden
argumentarse para una respuesta en contrario. Esta
dictadura no necesita llenar los estadios como
Pinochet o atiborrar las
cárceles de prisioneros políticos; como me dice alguien
por mail le basta con amenazar a unos y mantener en
cautiverio a otros tantos. Agrego yo que le basta tener a
sus pies a todos los poderes prestos a avalar cualquier
tropelía.
Cuando uno vota en dictadura
debe estar consciente de ello. Es inadmisible que la
participación electoral sea toda la estrategia, cuando en
verdad debe ser apenas una parte de ella. Se carece de esa
estrategia, pero ante la realidad que tenemos delante
debemos usar estas elecciones. Hay que ir a votar. La
palabra abstención debe ser la palabra maldita por
excelencia. Ya se han analizado con lujo de detalles las
aberraciones del nombramiento a dedo de autoridades por
encima de las electas. Tenemos, pues, la expectativa de
serios abusos sobre los estados y municipios donde gane la
oposición, pero ello lo que debe lograr es que nos
preparemos para una “bolivianización”
de la política venezolana.
En efecto, los gravísimos
conflictos que se avizoran por este asunto pueden hacer
palidecer lo que vive la hoy
intervenida Bolivia por un imperialismo de nuevo cuño. La
lucha que viene por este tema va a conducirnos a lo que
bien podría ser un enfrentamiento de alto riesgo. Sólo que
antes de eso habrá otros temas de igual peligrosidad,
hasta que lleguemos al planteamiento de la reelección
presidencial. Seguramente ya tienen inventada la
estratagema, los procedimientos mafiosos, la aberración
jurídica correspondiente. Si no puede por una vía de
apariencias, recurrirá a la manera de
Mugawe y el zarpazo ya no será disfrazado de
argumentaciones leguleyas para
que los constitucionalistas se luzcan citando artículos de
la constitución y llamando a agotar las vías
tribunalicias.
La obnubilación por la
“unidad”, la pelea por las pequeñas zonas de poder (ahora
limitadas por el “paquetazo”)
y la defensa de los intereses sectoriales, ha impedido que
los flamantes dirigentes partidistas diesen de una vez la
batalla en contra de la muerte de la descentralización, de
la imposición de un yugo anticonstitucional y del
establecimiento de esta trampa mortal o de un collar-bomba
en el cuello de la república. Su falta de visión es obvia
como para que se las restreguemos una vez más en los
tapaojos.
Sin embargo, hay que recordar
que estos son los temas que deben llamarnos la atención.
Algún encuestador presentó falsos dilemas como esos de que
la oposición o se dedicaba a luchar contra el “paquetazo”
o se dedicaba a la campaña electoral. Un político se mueve
en todos los escenarios, pero ya está visto que los
nuestros están más cómodos cuando se inmergen en la
negociación subalterna. Hay que recordar que debemos, en
primer lugar, evitar a toda costa la abstención, estar
preparados para vigilar y cuidar los votos; en segundo
lugar, que terminadas las elecciones viene un conflicto de
grandes proporciones, lo que haría intolerable que de una
vez se vayan a comer hallacas y a beber güisqui como
hicieron después del 2 de diciembre pasado; en tercer
lugar, resultaría inadmisible que de una vez comenzaran a
hablar de la gran victoria que habría que obtener en los
comicios para Asamblea Nacional; en cuarto lugar, deben
diseñar la estrategia de defensa de los espacios
conquistados para cuando venga el dedo grandilocuente a
nombrar sus propias autoridades
supraelectorales.
Deben saber que el panorama es
negro, de combates que irán arreciando en intensidad.
Terminadas las elecciones tiene que implementarse la
segunda etapa de la estrategia para enfrentar al régimen.
Y los ciudadanos deben saber que han electo unos cuantos
empleados para que ejerzan cargos de gobernadores y
alcaldes y que sobre ellos deben ejercer una estricta
contraloría social.
Durante la campaña electoral
hay que informarle a los electores, con absoluta
honestidad, en que condiciones se marcha a votar.
Advertirle que deben prepararse, de una vez, para la
defensa de su estado, municipio o ciudad, amén de ofrecer
un programa real y factible para el caso de ser electos.
En otras palabras, hay que informar que se vota en
dictadura, que hay un disfraz legal para desconocer la
autoridad de las personas electas, que su estado o
municipio puede ser desmembrado a voluntad del dedo
parlante, que su ciudad puede ser transformada en una
comuna con fines inconfesables. Hay que advertirle a los
electores que las elecciones se están usando como un arma
de lucha contra el régimen y que es absolutamente
necesario que concurran, que las elecciones exceden a un
simple proceso de elección de autoridades regionales.
La campaña electoral se
transforma, así, en un evento de conquista de respiraderos
provisionales, pero en preparación para un combate cruento
que está allí, a la vuelta de la esquina, presto a
estallar. Y que va a estallar. No prepararse para ello
equivaldría, una vez más, a suicidio político. Sin
conciencia de que estas son unas elecciones en dictadura,
estaríamos incurriendo en una ingenuidad imperdonable. Sin
preparación estratégica para lo que viene este país
estaría perdido en la vorágine.
La estrategia debe ser
implementada desde ya. La táctica de ir a estas elecciones
debe ser cuidadosamente procesada. El golpe de Estado está
consumado, sólo le falta la reelección presidencial.
Déjense de hacer campaña como si nos presidiera la más
absoluta de las normalidades. Déjense de andar pavoneando
pancartas y buscando votos como si esto fuera una
democracia. El país debe saber a que se atiene, la verdad
de las inmensas dificultades. Hay que hacer campaña
advirtiendo, alertando, informando, preparando, tensando
los músculos, porque aquí, al final del camino, lo que
está es el establecimiento de una dictadura que ya no
guardará las apariencias, que ya no permitirá los
resquicios de libertad de expresión, que se quitará la
careta para mostrar una burla tétrica.
tlopezmelendez@cantv.net