Cuando
se recorren las librerías europeas uno llega a la
conclusión de que Europa ha dejado de pensar. En el
terreno meramente literario lo más interesante son siempre
las traducciones, especialmente de autores del Este que
habían sido olvidados y cuya calidad –especialmente los de
entreguerra- los ha hecho salir, como siempre ocurre, a un
mundo que, careciendo de autores de calidad, ha visto en
ellos una mina editorial.
En el terreno meramente del pensamiento se consiguen
divulgadores filosóficos más que filósofos propiamente
dichos, siendo Francia la excepción, a pesar de no escapar
de un fenómeno general, como veremos más adelante. Italia
sigue siendo el territorio de la especulación jurídica y
allí brilla con nombre propio Luigi Ferrajoli, con su
monumental Principia iuris. Teoria del diritto e della
democrazia, sobre el cual se discute y se polemiza, como
sobre sus libros anteriores.
En el intento quijotesco en que me he empeñado, de tratar
de suministrar ideas a mi país venezolano donde dan
vergüenza ajena las tesis “programáticas” de los partidos
políticos, he ido lentamente llegando a otra conclusión
sobre Europa: se piensa, pero no se sabe. En el terreno de
las ideas políticas, por ejemplo, he descubierto que hay
un grueso número de profesores españoles que reflexionan
con gran calidad sobre la teoría democrática, pero son
rara avis raris no publicados masivamente y cuyos trabajos
se limitan a una circulación muy limitada.
Sin entrar en disquisiciones sobre el estado de la
literatura actual, y limitándome al campo del pensamiento
político, la conclusión es la de siempre: la crisis del
sistema se debe, en buena parte, al divorcio entre
política y pensamiento. Aquí debo recordar mis simpatías,
en la pasada campaña presidencial francesa, por la
candidata socialista Ségolène Royal, fundamentada en la
asunción que había hecho de algunos planteamientos del
ensayista Pierre Rosavallon. Es el único caso que recuerdo
de un dirigente importante asumiendo planteamientos de un
pensador en la Europa comprimida de hoy. En América Latina
no podemos ni siquiera plantearnos una posibilidad
semejante.
Reflexiono sobre el tema constatando como la precampaña
electoral venezolana para las elecciones locales y
regionales ha entrado en una especie de “hueco negro”,
donde todo es banalidad y conflictos personalistas.
Inclusive desde el punto de vista práctico de la
consecución de candidatos unitarios el país está aburrido.
El interés se ha disipado en los conflictos internos de
ambas partes, oficialismo y oposición, sin que aparezca la
más mínima reflexión, no digamos de proyectos de gobierno
concretos, pues lo que no aparece tampoco es un envoltorio
conceptual sobre la regionalización o la revitalización
del mundo local. Hemos llegado al extremo que hasta la
trascendencia política práctica del evento se ha ido
diluyendo. Apenas puedo recordar un artículo de fondo
sobre la estructuración municipal y la participación
conforme a los nuevos conceptos.
Sin embargo, el contraste europeo entre un pensamiento
político sólido y subterráneo y una praxis escandalosa
como el rechazo irlandés a lo reformulado en Lisboa para
curar las heridas del rechazo a la Constitución Europea o
las comidillas diarias de la política española o la
dicotomía entre una Europa donde no se llama a todo el
pueblo europeo en conjunto a votar por el ordenamiento
jurídico que ha de regirla sino por países aislados y la
reflexión teórica que allí logra expresarse underground,
permite establecer que la democracia y el pensamiento
deberán reconciliarse so pena de durar menos, la primera,
que la popularidad de Ingrid Betancourt –por citar un caso
del que se ocupa la prensa-, liberada y coherente por poco
tiempo, para caer presa de serias contradicciones, de
declaraciones prepotentes y de ingenuidades hasta
convertirse ahora en motivo de especulaciones
sentimentales de la prensa “rosa” y estar provocando el
rechazo de sus conciudadanos. ¿Qué Francia le salvó la
vida? La verdad es que la diplomacia francesa por poco la
mata.
El divorcio del que hablamos, no el eventual de la
Betancourt que es asunto suyo y de los lectores de Corin
Tellado, el de la política y el pensamiento, está ya
produciendo consecuencias absolutamente graves. Si el
mundo editorial (globalizado, a merced de los holdings y
del establecimiento de un mínimo de 15 por ciento de
ganancias) se niega a publicar el pensamiento político, a
menos que un autor por vía excepcional rompa los
parámetros, estaremos ante uno de los casos más graves de
mercantilización de la cultura que sólo se puede combatir
con una penetración sin intermitencias en el escape de
Internet, pero que, aún así, carece de penetración
suficiente. Que los políticos no leen es una conclusión
obvia y que los lectores se reducen lo es también, a pesar
de que oigo las sandeces en contrario. Sobre Internet se
ha dicho todo (la democratización en la difusión de ideas,
la ruptura de los monopolios informativos, etc) y todo es
verdad, pero debemos concluir que se consume una
información no relevante en el campo conceptual de lo
político. Si vemos las estupideces que un altísimo
porcentaje escribe en los llamados “foros” de las páginas
web concluiremos en una democratización del cretinismo,
como si de por sí ya no lo fuera.
El pensamiento está oculto. Terrible verdad en un siglo
donde las amenazas totalitarias comienzan a refrescarse.
América Latina no ha sido prolija en la producción de
ideas políticas, con honrosas excepciones claro está, pero
la Europa del Siglo de las Luces semeja hoy un bombillo
apagado porque ha entregado su alma editorial al afán
lucrativo, a la mediocridad rampante, ignorando que en el
corazón de sus centros de estudios aún se piensa.
Sloterdijk, Finkielkraut o Ferrajoli, sólo para citar tres
corriendo el riesgo de las omisiones graves, son aves que
han podido volar por encima de la Europa ensimismada y que
enfrenta las inmigraciones con textos jurídicos
inconsecuentes con su propia historia.
Si el pensamiento es ocultado porque no se adapta al
paradigma milagroso de la ganancia, significa que le ha
vendido el alma al Diablo sin que exista ya Goethe para
relatarlo.
tlopezmelendez@cantv.net