Tengo mala memoria
Sándor
Márai
Si el
intelectual no tiene una república, es necesario que la
construya. Si tiene una nación desperdigada, es necesario
que se ponga a unirla. Si lo que quedan son apenas unas
fronteras territoriales, es su deber insuflarle un
espíritu. Si lo que tiene ante sus ojos es la anarquía, la
fuga, la locura y la estupidez, es necesario que
persista.
El húngaro
Sándor
Márai logró ir al exilio a escribir
Memorias de un burgués
y Tierra, Tierra.
Hungría estaba despedazada, cada uno de sus conciudadanos
se refugiaba en la pequeña burbuja de sus intereses
personales y familiares, cada uno hablaba pendejadas y
cuando le ponían la tarea delante huía, cada uno pensaba
que le bastaba con estar vivo. Cito ahora a
Márai porque lo tuve muy
presente, como una compañía que sólo dan los escritores y
sus libros, en los momentos en que decidí convocar a un
Paro Cívico Nacional. Márai
dijo “Tengo mala memoria” y lo dijo quien tenía la memoria
más perfecta, quien lo recordaba todo, quien sabía
perfectamente lo que era el pasado. No hay la menor
impostura en el escritor húngaro cuando escribe una frase
que se hace lapidaria. Él es quien penetra en sus
compatriotas, y en sí mismo, con precisión de cirujano
para describir la intimidad del burgués.
Mároi vive la tragedia de
saber que toda una forma de vida marcha inexorablemente
hacia su fin y ante esa realidad los húngaros se deslíen y
la única cosa en que se refugian es en sus antiguos
sirvientes.
Hasta aquí
los recuerdos de Sándor
Márai. Lo he traído porque
debo hacer el ejercicio de tener mala memoria, lo que
significa ejercitarla y escribir desde ella. El escritor
debe aprender a estar solo. Desde la soledad cumple con su
deber y si no hay república tiene que construir una y si
su pueblo duerme el sueño de la muerte tiene que sacudirlo
sin tener esperanzas de que despierte, porque la ilusión
no forma parte de su dominio. El intelectual no se mueve
sobre la esperanza. El intelectual se mueve sobre el
cumplimiento del deber. Lo que quiero decir es que ya he
olvidado que el país no me hizo el menor caso en mi
convocatoria y que desde este olvido en que incurro repito
que si no hay república hay que construir una.
El escritor
en el ejercicio de la política dice lo que sucederá
muchos meses después, porque su mirada no se detiene en la
inmediatez. El escritor mira la anarquía, la locura y la
dejadez y una sola cosa le molesta: la cobardía de los
estúpidos que utilizan Internet, los llamados foros de
algunas páginas, para dejar su simpleza y su estulticia.
En primer lugar habría que decir que el anonimato está
prohibido, que esas páginas no deben permitir que alguien
escriba sin poner su nombre. No saben estos miembros
insignes de lo que he denominado extrema
sifrina que hay todo un equipo
de gente trabajando en oficinas gubernamentales para
sumarse a sus estupideces. La misión que tienen es
desmoralizar haciéndose pasar por opositores, secundar las
cretinadas de aquellos que
escriben que hay que salir a tumbar el gobierno, que hay
que repartir plomo y que cualquier actividad cívica es
vana y pueril. Los extremistas sifrinos forman una parte
minúscula y dañina de la población. Los que muestran
desazón no molestan, los que se sienten desamparados no
molestan. Es una parte importante de la población que se
siente huérfana, pero que retorna a su pequeño refugio
apenas alguien les toca el hombro y les señala un camino.
Los
habitantes no saben lo que es política.
Se habituaron a que no era más que apoyar un candidato en
unas elecciones. Cuando se ven frente a una exigencia de
responsabilidad argumentan que no hay líderes, cuando en
verdad el país tiene muchos, que los habitantes
sorprendidos en lo que se les requiere, simplemente no
ven. El país deberá aprender a asumir sus tareas, pero lo
hará demasiado tarde. El país no sabe que es democracia y
piensa que democracia no es más que lo que fue en el largo
período iniciado en 1958. El país no sabe que el divorcio
entre pensamiento y política es lo que produjo estos
políticos que hoy en día le dan grima. El país no
comprende que hay que montarse sobre un gran proyecto
renovador del sistema democrático y sobre un gran proyecto
de ideas de transformación social. El país no comprende
que se requiere marchar con los tiempos que nos impone un
nuevo siglo.
Convoco a un
gran Paro Cívico Nacional de un segundo. Le pido a mis
compatriotas se detengan por ese lapso de tiempo y espero
a los extremistas sifrinos diciendo que eso es muy poco,
que debemos cometer locuras y detenernos para siempre
cuando en verdad eso es lo que está pasando: el país se
está deteniendo para siempre. Convoco a un gran Paro
Cívico Nacional de un segundo, en el cual el país deberá
reflexionar sobre su comportamiento y asumir la realidad
de un tiempo que se extingue y lanzarse a crear uno nuevo.
Convoco a un gran Paro Cívico Nacional de un segundo para
que el país decida que cada uno de nosotros es un líder y
que debemos liderar el nacimiento de una nueva república.
Como dije en mi convocatoria a un gran Paro Cívico
Nacional de diez minutos, la responsabilidad no es mía,
que mis compatriotas decidan si lo hacen o no. Seguramente
mis compatriotas no me oirán, pero los convocaré con
persistencia a un Paro Cívico Nacional, porque el
intelectual que no tiene una república se pone a construir
una.
tlopezmelendez@cantv.net