Inicio | Editor | Contáctenos 
 
 

La nueva guerra fría y el pequeño peón latinoamericano
por Teódulo López Meléndez  
lunes, 8 septiembre 2008


Algunos han sostenido que la expresión “guerra fría” fue utilizada por vez primera por Voltaire. No la he conseguido en sus textos y no lo puedo asegurar, pero palpablemente que el añadido de la palabra “nueva” está siendo reclamado por varios padres. Lo cierto es que el mundo anda revuelto. Hay una mezcolanza de sucesos, desde la fractura del Báltico, la independencia de Kosovo, la invasión a Irak, el desarrollo nuclear iraní, el caso de Osetia del Sur y Abjazia, el complejo de misiles occidentales en Polonia y la República Checa y varios otros factores localizados en ámbitos binacionales.

Lo de Irán sigue vigente. Nadie podría poner en duda, a pesar de los ingentes esfuerzos diplomáticos, que Estados Unidos debe tener listos los planes de ataque a la fábrica de enriquecimiento de uranio de Natanz y a la de conversión de Ispahán. Se habla hasta de 20 satélites observando cada movimiento iraní. Desde la invasión a Irak los Estados Unidos desplegó bases en Asia Central, en países que estuvieron bajo la influencia rusa. Rusia intentó maniobras para evitar verse rodeada, aunque la guerra le trajo beneficios colaterales como el alza de los precios del gas y del petróleo, al mismo tiempo que se movía en protección de sus intereses energéticos en el seno de la Organización de Cooperación de Shanghai. Paralelamente Rusia ha ido restringiendo el acceso de las multinacionales extranjeras a sus riquezas energéticas, como es el caso de de los proyectos Sakhalin-1 Sakhalin-2 echando a la Exxon y a la Shell.

El punto clave donde se produce el reventón de esta nueva guerra fría es la 43 Conferencia de Seguridad de Munich donde Putin lanza las acusaciones contra Estados Unidos: “uso incontenido de la fuerza militar en las relaciones internacionales” y de “arrojar al mundo en un abismo de conflictos permanentes”. Era la respuesta a la iniciativa norteamericana de instalar un escudo antimisiles en Polonia y la República Checa. Los norteamericanos han alegado la amenaza nuclear de Corea del Norte como justificación a este empeño. Paralelamente USA ha tratado de incluir a Ucrania y Georgia en la OTAN como tenaza para aislar a Moscú, lo que es contradictorio con lo que Washington había dicho permanentemente de no ir más allá de los límites de 1989.

El problema de la expansión de la alianza occidental estalla en la reciente crisis georgiana. Problemas aparentemente congelados después de la fragmentación de la URSS, como los de Osetia del Sur y Abjazia (Georgia), el del Alto Karabaj (Azerbaiyán) y del Transdniéster (Moldavia) estallan en Georgia por la aparición de un líder llamado Mijaíl Saakashvili, quien deseoso de unir a Georgia invade Osetia del Sur, en una operación descabellada pues jamás podía esperar que Rusia no reaccionase. Lo hizo como gran potencia en una demostración tajante de que occidente no podría aislar a Rusia tomando como base los fragmentos de la URSS. Rusia ha puesto un freno a la expansión de la OTAN por su flanco sur y ha dejado una advertencia a cualquier perturbación en el Cáucaso.

Es este el escenario de la nueva guerra fría entre Rusia y occidente, pero, paralelamente, hay otras pequeñas nuevas guerras frías. África entra en el escenario, desde la situación de Darfur, en la parte sur de Sudán, hasta el insaciable apetito chino por petróleo donde la región entre Sudán y Chad es una prioridad. China y Japón libran una incipiente y propia guerra fría. Estamos en una especie de carrera de preparación para los nuevos tiempos, para el ajedrez geopolítico a jugar en el siglo XXI, y ello lleva a una hostilidad latente que no tengo la menor duda merece el calificativo de nueva guerra fría. Mientras tanto las ganancias se multiplican: Boeing, Raytheon y Lockheed Martin se frotan las manos ante los ingresos que provendrán del escudo antimisilístico.

No se trata, en el fondo, de si hay o no hay un enemigo del cual defenderse, pues si no lo hay se fabrica. El asunto está en que esta nueva guerra fría no tiene componentes ideológicos. Aquí no se trata de que el Partido Comunista Ruso defienda la vigencia del socialismo, pues es una minoría y está fuera del gobierno. No se trata de una China defendiendo los principios revolucionarios de Mao, sino de un expansionismo capitalista que lleva a Beijing a chocar contra sus mentores de Washington y Tokio.

El petróleo sigue jugando su rol, aunque no se desmaye en encontrar la forma de sustituirlo. Se cree, por ejemplo, que el Ártico puede contener 90.000 millones de barriles de crudo. Se espera con ansiedad –contra toda lógica ya hasta contra toda expectativa de supervivencia- que la gruesa capa de hielo del Ártico se deshaga. Ya, de hecho, lo está haciendo, y entre quienes buscan la nueva ruta están Rusia y Estados Unidos. Hasta la pacífica Canadá se dedica a hacer ejercicios militares en la zona.

La nueva guerra fría continúa. Georgia se prepara para movimientos de hostigamiento contra las tropas rusas en los territorios que Rusia ha reconocido como independientes. Moscú seguirá irritándose por la flota de la OTAN en el Mar Negro (nueve buques, entre los cuales el destructor McFaul con 50 misiles de crucero con capacidad nuclear).

Y aparece el regalo para Putin y su zarcillo Dmitri Medvedev: un caudillo latinoamericano apellidado Chávez. Este puente para introducirse en el Caribe es gratuito, no cuesta las inmensas sumas que a la URSS le costaba Cuba, además tiene petróleo y, por si fuera poco, tiene dinero a manos llenas para comprar armas. Mejor, imposible. Este episodio de introducción de Venezuela en la nueva guerra fría muestra, en primer lugar, que Chávez miente constantemente, como es su negativa de haber ofrecido a Moscú la instalación de bases rusas en nuestros territorios mientras toda la prensa oficialista rusa lo confirmaba. Al anuncio de maniobras conjuntas con la armada rusa, hay que sumar el anuncio del portavoz de la armada Ígor Digalo sobre el establecimiento “temporal” de aviones caza-submarinos rusos en un aeropuerto nuestro. Tendremos, pues, en nuestras aguas al crucero nuclear ‘Piotr Veliki’, entre otros.

Por supuesto que por aquí no hay ningún submarino norteamericano que “cazar”. Es una operación de nueva guerra fría. A la intromisión de la OTAN se responde con una intromisión en el Caribe, una barata, una reproductiva para las arcas rusas. Una, sí, muy peligrosa para el futuro venezolano, porque es una donde el caudillo local se cree “protegido” contra el imperio y logra su propósito megalómano de protagonismo. En ambas hipótesis se equivoca el caudillo local, a excepción de que su nombre circulará de nuevo en la gran prensa mundial y fuerzas armadas serias como las de Brasil y Colombia estudiarán la intromisión rusa con las cejas arqueadas.

Chávez ha convertido a esta pequeña república en un peón, en un pobre peón, del ajedrez geopolítico que se trama en el siglo XXI. Lo ha hecho para satisfacer sus ansias de protagonismo, pues resultados prácticos favorables para su permanencia en el poder no existen. Imita, así, a su padre Fidel Castro y sueña con una crisis de los misiles como la que vivió Cuba. Chávez olvida que el componente ideológico brilla por su ausencia. Si la escalada se mantiene y los rusos traen navíos con armas nucleares capaces de alcanzar territorio norteamericano, es posible que la tenga. Para Putin y su zarcillo la llamada “revolución socialista del siglo XXI” en Venezuela carece absolutamente de interés.

Mientras tanto los rusos dirán que les dan casa, comida y además les pagan. Semejante chulería no la practican ni las mafias europeas que trafican blancas. Es un regalo para la madre Rusia. Van a sonar las campanas de las Iglesias Ortodoxas de Moscú y de San Petersburgo en señal de agradecimiento. Mientras tanto los venezolanos deben saber todo lo que les traerá la nueva guerra fría: un “regalo” que nadie desea.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 

© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.