Algunos han sostenido que la
expresión “guerra fría” fue utilizada por vez primera por
Voltaire. No la he conseguido en sus textos y no lo puedo
asegurar, pero palpablemente que el añadido de la palabra
“nueva” está siendo reclamado por varios padres. Lo cierto
es que el mundo anda revuelto. Hay una mezcolanza de
sucesos, desde la fractura del Báltico, la independencia
de Kosovo, la invasión a Irak, el desarrollo nuclear
iraní, el caso de Osetia del Sur y Abjazia, el complejo de
misiles occidentales en Polonia y la República Checa y
varios otros factores localizados en ámbitos binacionales.
Lo de Irán sigue vigente. Nadie podría poner en duda, a
pesar de los ingentes esfuerzos diplomáticos, que Estados
Unidos debe tener listos los planes de ataque a la fábrica
de enriquecimiento de uranio de Natanz y a la de
conversión de Ispahán. Se habla hasta de 20 satélites
observando cada movimiento iraní. Desde la invasión a Irak
los Estados Unidos desplegó bases en Asia Central, en
países que estuvieron bajo la influencia rusa. Rusia
intentó maniobras para evitar verse rodeada, aunque la
guerra le trajo beneficios colaterales como el alza de los
precios del gas y del petróleo, al mismo tiempo que se
movía en protección de sus intereses energéticos en el
seno de la Organización de Cooperación de Shanghai.
Paralelamente Rusia ha ido restringiendo el acceso de las
multinacionales extranjeras a sus riquezas energéticas,
como es el caso de de los proyectos Sakhalin-1 Sakhalin-2
echando a la Exxon y a la Shell.
El punto clave donde se produce el reventón de esta nueva
guerra fría es la 43 Conferencia de Seguridad de Munich
donde Putin lanza las acusaciones contra Estados Unidos:
“uso incontenido de la fuerza militar en las relaciones
internacionales” y de “arrojar al mundo en un abismo de
conflictos permanentes”. Era la respuesta a la iniciativa
norteamericana de instalar un escudo antimisiles en
Polonia y la República Checa. Los norteamericanos han
alegado la amenaza nuclear de Corea del Norte como
justificación a este empeño. Paralelamente USA ha tratado
de incluir a Ucrania y Georgia en la OTAN como tenaza para
aislar a Moscú, lo que es contradictorio con lo que
Washington había dicho permanentemente de no ir más allá
de los límites de 1989.
El problema de la expansión de la alianza occidental
estalla en la reciente crisis georgiana. Problemas
aparentemente congelados después de la fragmentación de la
URSS, como los de Osetia del Sur y Abjazia (Georgia), el
del Alto Karabaj (Azerbaiyán) y del Transdniéster
(Moldavia) estallan en Georgia por la aparición de un
líder llamado Mijaíl Saakashvili, quien deseoso de unir a
Georgia invade Osetia del Sur, en una operación
descabellada pues jamás podía esperar que Rusia no
reaccionase. Lo hizo como gran potencia en una
demostración tajante de que occidente no podría aislar a
Rusia tomando como base los fragmentos de la URSS. Rusia
ha puesto un freno a la expansión de la OTAN por su flanco
sur y ha dejado una advertencia a cualquier perturbación
en el Cáucaso.
Es este el escenario de la nueva guerra fría entre Rusia y
occidente, pero, paralelamente, hay otras pequeñas nuevas
guerras frías. África entra en el escenario, desde la
situación de Darfur, en la parte sur de Sudán, hasta el
insaciable apetito chino por petróleo donde la región
entre Sudán y Chad es una prioridad. China y Japón libran
una incipiente y propia guerra fría. Estamos en una
especie de carrera de preparación para los nuevos tiempos,
para el ajedrez geopolítico a jugar en el siglo XXI, y
ello lleva a una hostilidad latente que no tengo la menor
duda merece el calificativo de nueva guerra fría. Mientras
tanto las ganancias se multiplican: Boeing, Raytheon y
Lockheed Martin se frotan las manos ante los ingresos que
provendrán del escudo antimisilístico.
No se trata, en el fondo, de si hay o no hay un enemigo
del cual defenderse, pues si no lo hay se fabrica. El
asunto está en que esta nueva guerra fría no tiene
componentes ideológicos. Aquí no se trata de que el
Partido Comunista Ruso defienda la vigencia del
socialismo, pues es una minoría y está fuera del gobierno.
No se trata de una China defendiendo los principios
revolucionarios de Mao, sino de un expansionismo
capitalista que lleva a Beijing a chocar contra sus
mentores de Washington y Tokio.
El petróleo sigue jugando su rol, aunque no se desmaye en
encontrar la forma de sustituirlo. Se cree, por ejemplo,
que el Ártico puede contener 90.000 millones de barriles
de crudo. Se espera con ansiedad –contra toda lógica ya
hasta contra toda expectativa de supervivencia- que la
gruesa capa de hielo del Ártico se deshaga. Ya, de hecho,
lo está haciendo, y entre quienes buscan la nueva ruta
están Rusia y Estados Unidos. Hasta la pacífica Canadá se
dedica a hacer ejercicios militares en la zona.
La nueva guerra fría continúa. Georgia se prepara para
movimientos de hostigamiento contra las tropas rusas en
los territorios que Rusia ha reconocido como
independientes. Moscú seguirá irritándose por la flota de
la OTAN en el Mar Negro (nueve buques, entre los cuales el
destructor McFaul con 50 misiles de crucero con capacidad
nuclear).
Y aparece el regalo para Putin y su zarcillo Dmitri
Medvedev: un caudillo latinoamericano apellidado Chávez.
Este puente para introducirse en el Caribe es gratuito, no
cuesta las inmensas sumas que a la URSS le costaba Cuba,
además tiene petróleo y, por si fuera poco, tiene dinero a
manos llenas para comprar armas. Mejor, imposible. Este
episodio de introducción de Venezuela en la nueva guerra
fría muestra, en primer lugar, que Chávez miente
constantemente, como es su negativa de haber ofrecido a
Moscú la instalación de bases rusas en nuestros
territorios mientras toda la prensa oficialista rusa lo
confirmaba. Al anuncio de maniobras conjuntas con la
armada rusa, hay que sumar el anuncio del portavoz de la
armada Ígor Digalo sobre el establecimiento “temporal” de
aviones caza-submarinos rusos en un aeropuerto nuestro.
Tendremos, pues, en nuestras aguas al crucero nuclear
‘Piotr Veliki’, entre otros.
Por supuesto que por aquí no hay ningún submarino
norteamericano que “cazar”. Es una operación de nueva
guerra fría. A la intromisión de la OTAN se responde con
una intromisión en el Caribe, una barata, una reproductiva
para las arcas rusas. Una, sí, muy peligrosa para el
futuro venezolano, porque es una donde el caudillo local
se cree “protegido” contra el imperio y logra su propósito
megalómano de protagonismo. En ambas hipótesis se equivoca
el caudillo local, a excepción de que su nombre circulará
de nuevo en la gran prensa mundial y fuerzas armadas
serias como las de Brasil y Colombia estudiarán la
intromisión rusa con las cejas arqueadas.
Chávez ha convertido a esta pequeña república en un peón,
en un pobre peón, del ajedrez geopolítico que se trama en
el siglo XXI. Lo ha hecho para satisfacer sus ansias de
protagonismo, pues resultados prácticos favorables para su
permanencia en el poder no existen. Imita, así, a su padre
Fidel Castro y sueña con una crisis de los misiles como la
que vivió Cuba. Chávez olvida que el componente ideológico
brilla por su ausencia. Si la escalada se mantiene y los
rusos traen navíos con armas nucleares capaces de alcanzar
territorio norteamericano, es posible que la tenga. Para
Putin y su zarcillo la llamada “revolución socialista del
siglo XXI” en Venezuela carece absolutamente de interés.
Mientras tanto los rusos dirán que les dan casa, comida y
además les pagan. Semejante chulería no la practican ni
las mafias europeas que trafican blancas. Es un regalo
para la madre Rusia. Van a sonar las campanas de las
Iglesias Ortodoxas de Moscú y de San Petersburgo en señal
de agradecimiento. Mientras tanto los venezolanos deben
saber todo lo que les traerá la nueva guerra fría: un
“regalo” que nadie desea.
tlopezmelendez@cantv.net