La historia no se escribe en
las puertas de las instituciones dependientes y serviles.
Lo único que queda de los folios del legajo es la mancha
amarilla, una igual a la que queda por donde dirigieron
sus pasos los amanuenses a invocar justicia donde no la
hay, pero amparados por aquello de “hay que dejar
constancia”. No invocan jurisprudencia los actos absurdos.
No hay interpretación de norma en la testuz inclinada
frente al poder del dictador. No hay raciocinio en los
argumentos jurídicos a los que recurren los oportunistas
de ocasión para presentar descabelladas tesis con el único
sentido de ganar espacio en la televisora antes de que la
cierren.
De “baja intensidad” es el “terrorismo de Estado”, según
el comunicado de esa decepcionante directiva del Colegio
Nacional de Periodistas. Tal precisión en los decibeles,
en la modulación del lenguaje, en la perturbación
auditiva, quiere decir que las bombas no deberán ser
lacrimógenas sino que deben derribar paredes, abrir huecos
profundos y dejar un reguero de huesos quebrados y de
sangre. Entonces el CNP nos hablará, sólo entonces, de
“alta intensidad”, con ese lenguaje tan preciso que parece
cortado con un bisturí de diamante de baja intensidad.
Cuanta precisión en la terminología jurídica, tanta que se
hace pacotilla barata, porque uno se dice “si es ilegal y
no vamos, pues aprobará la enmienda con un similar pequeño
número de votos que permitió elegir a esta sombría y
detestable Asamblea Nacional”. Cuanta exactitud en el
lenguaje del gremio. Cuanta medición en los
comportamientos. Cuanta vacilación para buscar los
resquicios del escondite. Cuan profunda la reflexión
filosófica de la Defensora del Pueblo al proclamar la
enmienda como positiva para la democracia. Cuan elocuente
el silencio, la complicidad, el estudio del lenguaje y el
desvarío.
De baja intensidad ha sido ver a los concejales
metropolitanos refugiados en el Colegio de Ingenieros. De
alta intensidad hubiese sido verlos planeados por las
Guardia Nacional que ocupó su sede. De baja intensidad ha
sido ver al Alcalde Metropolitano Antonio Ledezma como
alma en pena. De alta intensidad hubiese sido verlo
esposado y conducido a la policía política. De baja
intensidad ha sido ver como el Concejo Legislativo del
Táchira aplaza para enero la juramentación del gobernador
Pérez Vivas. De alta intensidad hubiese sido verlo
expulsado al otro lado de la frontera, pues, al fin y al
cabo, está cerca. De baja intensidad ha sido ver al
gobernador Capriles despojado de todo, menos del nombre,
al igual que sus otros colegas. De alta intensidad hubiese
sido que los colgaran como a Gual y España. Todo ha sido
de baja intensidad. El golpe de Estado que el régimen ha
protagonizado ha sido de baja intensidad, pues para darlo
no ha disparado ni un solo tiro. “El Nacional” tiene
título para otro editorial: “Trapo rojo de baja
intensidad”. Los dirigentes partidistas tienen alegato:
“Todo esto que pasa es de baja intensidad”.
“Patria para todos” tiene ya contenidos para su
funambulesco lenguaje: “Someteremos a consideración de
nuestra militancia esta reelección de baja intensidad y
nos plantearemos si debe ser para todos los de baja
intensidad y no sólo para el presidente”. “El demonio es
de baja intensidad”, pueden alegar los exorcistas. El
regalo de los dirigentes de los comunicadores ha sido
“específicamente” de baja intensidad, pues es esa “la
información que manejan por ahora”, la cual será ampliada
en el próximo comunicado de baja intensidad, se podría
argumentar para caer en la jerga de latiguillos que usan a
diario.
“Presidente, déjenos pasar la Navidad en paz”, ha pedido
solícito el director general de Globovisión. Ese es un
extraño pedimento. Puede significar “vuelva a jorobarnos
en enero”. Puede significar “déjenos en paz en la
temporada alta de publicidad”. En cualquier caso pedirle
paz a un presidente es algo muy extraño, especialmente
cuando se hace por el corto período navideño. Si el
presidente no nos deja en paz, habrá que hacer algo más
que pedirle que nos deje en paz, colige uno sopesando la
baja intensidad del planteamiento.
Esto parece un país de testuzos. La república está de baja
intensidad. La dignidad de la república está de baja
intensidad. La hombría está de baja intensidad. La pérdida
de la república será calificada de baja intensidad. Los
llamados dirigentes son de baja intensidad. Aquí quedamos
hombres de alta intensidad.
teodulolopezm@yahoo.com