Debo
confesar que hoy tengo tendencia a internarme en una
reflexión sobre el poder. Veo a la moral que se asoma, me
tientan las implicaciones de la reflexión filosófica, las
luces que el pensamiento otorga a la inexacta ciencia
política, como la llama uno de los columnistas de mi blog
“Democracia del siglo XXI”.
Las consideraciones sobre el poder han preocupado a todos,
desde los griegos hasta los hombres del Siglo de las
Luces, desde los padres fundadores de la democracia
norteamericana que amaban a Cincinatto como ejemplo a
seguir por su desprendimiento, hasta los más actuales
pensadores de lo político. El poder tiene serias
implicaciones de psicología, parte de una raíz sociológica
de concesión y selección, ha producido algunos de los más
brillantes ensayos que se han escrito sobre el
comportamiento humano.
Sin embargo, el tema lentamente se me aleja. Leo a diario
–gracias a Internet- tantos diarios del mundo entero hasta
que me encuentro con las declaraciones de un profesor
español sobre los intelectuales. Al final –después de un
largo análisis sobre la añoranza de cómo eran antes- el
profesor concluye que una de las razones por las que
callan es porque nadie les hace caso, lo que me parece
ilógico, pues no se habla para que a uno le hagan caso. Se
habla para cumplir con un deber.
No voy a escuchar a Evo Morales en su condición de orador
el día de nuestra Independencia. La razón fundamental es
que no habla español, no logra articular lo básico de
sujeto, verbo y predicado, no pega una en materia de
concordancia de artículo con sustantivo. Prefiero
enterarme en la web de lo que dijo. Si bien es cierto que
lo mismo hacen buena cantidad de los entrevistados
venezolanos en radio y televisión me defiendo argumentando
que tampoco los oigo, prefiero leerlos pasados por la
buena mano de un periodista con nociones de nuestro
idioma.
Quizás este tema desechado de la reflexión sobre el poder
me viene de mi artículo sobre el presidente de Colombia
que ya está llenando mi Outlook Express. Escriben
colombianos y venezolanos (a todos muchas gracias),
mientras los amigos cercanos me recomiendan que no
escriba, que con ese texto basta, pero resulta que tengo
un sentido de responsabilidad para con los lectores, más
un hábito creado de que entre sábado y domingo debo hacer
mi columna de opinión.
Recuerdo cuando, por estas fechas, me tocaba atender a
visitantes extranjeros y los sentaba frente al televisor a
ver los desfiles militares del 5 de julio. Siempre me lo
agradecían, manifestaban admiración, se quedaban horas
extasiados. Ahora no puedo hacer esto, primero porque ya
no hay casi visitantes extranjeros y segundo porque
mostrarles un general gordo y barrigón gritando “Patria,
socialismo o muerte” no tiene nada de edificante.
Además, el teléfono suena. Mis amigos del interior tienen
la excelente intención de comunicarme la marcha de los
acontecimientos. Así escucho que en tal municipio las
encuestas dieron como ganador a zutano, pero perencejo
dijo que esa encuesta estaba falsificada, que no hay
acuerdo en tales y cuales municipios y menos para la
gobernación. La observación que les hago es siempre la
misma: hay que plantarse frente a una eventual abstención,
esa no puede ser la respuesta de los ciudadanos frente a
las ambiciones de los desmadrados. Con o sin candidatos
unitarios hay que salir a votar masivamente, como en los
buenos tiempos en que se sacaba cargada hasta la vieja
tía. Hay que ir a votar por aquellos que la convicción
moral y la realidad nos han dicho que eran los mejores y
los que tenían más opción, para que aquellos que no
respeten las reglas del juego se hundan en la vergüenza de
verse aplastados por la condena ciudadana. Los dirigentes
partidistas deberán amarrarse los pantalones y decirle a
los disidentes que se marchen a freír monos, que el
candidato unitario es zutano y que si no aceptan pueden
hundirse en el mar de Colón. Si no lo hacen, quienes vamos
a poner orden somos los electores, castigando en las urnas
a los ambiciosos que no entiendan la trascendencia del
momento.
Repaso todas las teorías que los izquierdistas de caviar
del mundo se inventan para tratar de tapar el éxito de la
“Operación Jaque”, especialmente de los venezolanos,
incluidos algunos intelectuales. Vuelvo sobre el poder y
me interrogo cuan difícil es para la psicología perturbada
mandar a callar a los “jalabolas”. Lo que distingue a un
pobre político de un político en las suyas es, también,
poner a raya a los adulantes, en este caso como en aquel
otro de los elogios desmedidos a la “Ley Sapo”.
En pocos momentos comenzarán a pasar los aviones que
“enfrentarán” a la Cuarta Flota norteamericana, mientras
ayer me enteré del secuestro de Carlos Yépez, de Carora,
sólo que ahora llega el mail del poeta y periodista Fausto
Izcaray confirmando que es su primo hermano. Me digo que
arriba va la lengua suelta, mientras aquí abajo corre la
realidad que nos atenaza a los venezolanos a la
incertidumbre.
Ahogo es lo que se percibe este Día de la Independencia.
Ya no nos sentimos orgullosos, sólo preocupados. Ya no
celebramos, sólo evadimos el espectáculo. Ya no asumimos
la fecha festivamente, sólo rumiamos las malogros. Las
celebraciones han pasado a ser proclamas insustanciales,
repetición de eslogan, verborrea que se lanza sobre
nuestros soldados.
Habrá tiempos mejores, nadie debe dudarlo, pero pasa por
una decisión que implique recobrar el sentido. Tenemos que
ser ciudadanos que cumplen con su deber. En este preciso
instante doy por cumplido el mío del 5 de julio de 2008.
tlopezmelendez@cantv.net