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Reflexiones de un sábado de Independencia
por Teódulo López Meléndez  
lunes, 7 julio 2008


Debo confesar que hoy tengo tendencia a internarme en una reflexión sobre el poder. Veo a la moral que se asoma, me tientan las implicaciones de la reflexión filosófica, las luces que el pensamiento otorga a la inexacta ciencia política, como la llama uno de los columnistas de mi blog “Democracia del siglo XXI”.

Las consideraciones sobre el poder han preocupado a todos, desde los griegos hasta los hombres del Siglo de las Luces, desde los padres fundadores de la democracia norteamericana que amaban a Cincinatto como ejemplo a seguir por su desprendimiento, hasta los más actuales pensadores de lo político. El poder tiene serias implicaciones de psicología, parte de una raíz sociológica de concesión y selección, ha producido algunos de los más brillantes ensayos que se han escrito sobre el comportamiento humano.

Sin embargo, el tema lentamente se me aleja. Leo a diario –gracias a Internet- tantos diarios del mundo entero hasta que me encuentro con las declaraciones de un profesor español sobre los intelectuales. Al final –después de un largo análisis sobre la añoranza de cómo eran antes- el profesor concluye que una de las razones por las que callan es porque nadie les hace caso, lo que me parece ilógico, pues no se habla para que a uno le hagan caso. Se habla para cumplir con un deber.

No voy a escuchar a Evo Morales en su condición de orador el día de nuestra Independencia. La razón fundamental es que no habla español, no logra articular lo básico de sujeto, verbo y predicado, no pega una en materia de concordancia de artículo con sustantivo. Prefiero enterarme en la web de lo que dijo. Si bien es cierto que lo mismo hacen buena cantidad de los entrevistados venezolanos en radio y televisión me defiendo argumentando que tampoco los oigo, prefiero leerlos pasados por la buena mano de un periodista con nociones de nuestro idioma.

Quizás este tema desechado de la reflexión sobre el poder me viene de mi artículo sobre el presidente de Colombia que ya está llenando mi Outlook Express. Escriben colombianos y venezolanos (a todos muchas gracias), mientras los amigos cercanos me recomiendan que no escriba, que con ese texto basta, pero resulta que tengo un sentido de responsabilidad para con los lectores, más un hábito creado de que entre sábado y domingo debo hacer mi columna de opinión.

Recuerdo cuando, por estas fechas, me tocaba atender a visitantes extranjeros y los sentaba frente al televisor a ver los desfiles militares del 5 de julio. Siempre me lo agradecían, manifestaban admiración, se quedaban horas extasiados. Ahora no puedo hacer esto, primero porque ya no hay casi visitantes extranjeros y segundo porque mostrarles un general gordo y barrigón gritando “Patria, socialismo o muerte” no tiene nada de edificante.

Además, el teléfono suena. Mis amigos del interior tienen la excelente intención de comunicarme la marcha de los acontecimientos. Así escucho que en tal municipio las encuestas dieron como ganador a zutano, pero perencejo dijo que esa encuesta estaba falsificada, que no hay acuerdo en tales y cuales municipios y menos para la gobernación. La observación que les hago es siempre la misma: hay que plantarse frente a una eventual abstención, esa no puede ser la respuesta de los ciudadanos frente a las ambiciones de los desmadrados. Con o sin candidatos unitarios hay que salir a votar masivamente, como en los buenos tiempos en que se sacaba cargada hasta la vieja tía. Hay que ir a votar por aquellos que la convicción moral y la realidad nos han dicho que eran los mejores y los que tenían más opción, para que aquellos que no respeten las reglas del juego se hundan en la vergüenza de verse aplastados por la condena ciudadana. Los dirigentes partidistas deberán amarrarse los pantalones y decirle a los disidentes que se marchen a freír monos, que el candidato unitario es zutano y que si no aceptan pueden hundirse en el mar de Colón. Si no lo hacen, quienes vamos a poner orden somos los electores, castigando en las urnas a los ambiciosos que no entiendan la trascendencia del momento.

Repaso todas las teorías que los izquierdistas de caviar del mundo se inventan para tratar de tapar el éxito de la “Operación Jaque”, especialmente de los venezolanos, incluidos algunos intelectuales. Vuelvo sobre el poder y me interrogo cuan difícil es para la psicología perturbada mandar a callar a los “jalabolas”. Lo que distingue a un pobre político de un político en las suyas es, también, poner a raya a los adulantes, en este caso como en aquel otro de los elogios desmedidos a la “Ley Sapo”.

En pocos momentos comenzarán a pasar los aviones que “enfrentarán” a la Cuarta Flota norteamericana, mientras ayer me enteré del secuestro de Carlos Yépez, de Carora, sólo que ahora llega el mail del poeta y periodista Fausto Izcaray confirmando que es su primo hermano. Me digo que arriba va la lengua suelta, mientras aquí abajo corre la realidad que nos atenaza a los venezolanos a la incertidumbre.

Ahogo es lo que se percibe este Día de la Independencia. Ya no nos sentimos orgullosos, sólo preocupados. Ya no celebramos, sólo evadimos el espectáculo. Ya no asumimos la fecha festivamente, sólo rumiamos las malogros. Las celebraciones han pasado a ser proclamas insustanciales, repetición de eslogan, verborrea que se lanza sobre nuestros soldados.

Habrá tiempos mejores, nadie debe dudarlo, pero pasa por una decisión que implique recobrar el sentido. Tenemos que ser ciudadanos que cumplen con su deber. En este preciso instante doy por cumplido el mío del 5 de julio de 2008.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 

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