Algunos parecen querer
exorcizar la reelección presidencial. El editorialista de
un diario nacional todavía utiliza la desgraciada
expresión “trapo rojo”. ¿Trapo rojo para qué? ¿De qué
pretende distraernos o sacar nuestra atención? De nada.
Esa es una expresión lindante con la ceguera más absoluta.
Mientras tanto, otros alegan que no podemos caer en el
juego de la reelección presidencial satánica. Esto es, la
manera de exorcizar al demonio es decir que no existe.
Qué es inconstitucional,
alegarán mis sesudos colegas especialistas en pasearse por
las páginas de la Constitución azul trastocada en roja por
arte del birlibirloque. Así es, pero aquí no hay Estado de
Derecho. Tomás de Torquemada,
primer Inquisidor General del Tribunal del Santo Oficio no
se andaba con esas minucias a la hora de quemar gente y
arte para la consecución de su proyecto religioso. Este
proyecto de reelección se anota así como “religioso” más
que político y del verbo del predicador salen lengüetas de
fuego que queman las páginas de la Constitución.
En el desguarnecido he dicho a
las arenas que las dictaduras convocan elecciones para
ganarlas. El referéndum sobre la reelección se convoca
para ganarlo. No es obvia mi afirmación. El asunto no es
tan simple. Exorcizar el infierno del cuerpo de la
república– referencia a los predios de Satán que ahora los
saltimbanquis utilizan con inusitada frecuencia- requiere
de políticos.
Si queremos contravenir a
estos nuevos especialistas en el más allá, en expulsión de
demonios, y sobre todo en la omisión del “trapo rojo”, hay
que decir que estamos ante una realidad objetiva, que se
va a presentar una propuesta de reelección presidencial,
que habrá un referéndum y que el practicante de
hechicerías populistas la puede ganar.
Estamos ante una fuga hacia
delante, pero una que arrasa mientras se desata, típica
del deslave de la dictadura que pierde elecciones. Está
claro que quiere el referéndum antes de que nos caiga la
crisis económica apabullante que se nos viene encima con
inflación, escasez, devaluación y corte de recursos para
las blindadas “tropas” que se la pasan declarando
“objetivos militares”. Eso es así y las sumisas
“instituciones” se la pondrán para febrero, por aquello de
“mande, mi comandante”.
Le bastará mellar hacia la
abstención a un porcentaje mínimo de los votantes de la
oposición para mejorar su chance. Hay que evitar, en
primer lugar, que melle. Para evitarlo hay que dar combate
porque el juego está sobre la mesa y decir que no existe
no basta para que no exista. Invocar “trapo rojo” es una
cretinada y decir que nos
“vamos a dedicar a gobernar” es otra, por la muy sencilla
razón de que no hay con qué y menos de aquí a la fecha que
el mandamás ha puesto sobre la república alborozada que
todavía dice “estoy contenta, ganamos”.
Está planteada una batalla y
cuando las tropas se despliegan frente a uno simplemente
no se puede alegar “déjenlos quietos, no iremos a esa
confrontación porque estamos disfrutando de nuestros
logros”. Si eso se hace, cuando menos se acuerde no
quedarán tropas propias porque los jenízaros nos habrán
cortado la cabeza a todos. Lo que se debe hacer es
desplegar conforme a la propia estrategia, preparar los
movimientos, administrar las reservas de caballería, dar
demostraciones al adversario provocador y desbocado de que
sus pretensiones le traerán consecuencias impensables.
Aquí no habrá “blanca Navidad”
porque el mandamás ha decidido que será de campaña. Aquí
“Santa” –esa extrapolación cultural que nuestra agraciada
televisión impuso en sustitución del “Niño Jesús”- viste
de rojo y los “regalos” que porta son llamados de
atención, siembra de alertas, pistones eléctricos para
hacerle saber a la república que vota, pero no más, que
aquí tenemos delante un nuevo combate duro, difícil, de
necesaria movilización y no de festejos con güisqui y
hallacas. La mesa está servida y no del “tradicional
condumio”. Lo que debemos poner sobre el mantel rojo es la
disciplina, la coherencia, la habilidad política, la
resistencia inteligente y una voluntad a prueba de
mandamás y de exorcistas.
Ahora tiene más razones para
manipular hacia el logro “su” anhelada posibilidad de
reelección. Hay que actuar en consecuencia. La respuesta
debe ser la de la sociedad civil plantándole combate
político. No se puede esperar por los exorcistas y menos
porque los toreros de los “trapos rojos” se dediquen a
preparar la estocada del “NO”. Nos toca a nosotros
ciudadanos volver a salvar la república.
teodulolopezm@yahoo.com