No
se podría hablar en el siglo XXI de un rebrote del cinismo
tal como nació en Grecia en los siglos IV y III a.C ni
como se desarrolló en Roma Alejandría y Constantinopla
desde el siglo I hasta el V. El hombre del siglo XXI no
anda tomando como modelo a la naturaleza ni a los animales
ni se arrastra como Diógenes mordiendo a quienes le
molestan. Tampoco pretende sembrarse en una rigurosidad
física y mental como desafío frente a una sociedad
alienada. No obstante, cuando uno mira al mundo de hoy las
palabras cinismo y cínico acuden de inmediato. Ambas
palabras tampoco responden a acepciones insertas en los
diccionarios actuales. Las usamos como algo parecido a
desprecio o a cansancio, a obstinación de un mundo donde
se han agotado las cosas por averiguar y donde el
acontecer se ha hecho repetición y rutina.
El punto para
entenderlo se encuentra cuando se coloca como los dos
polos a Diógenes y a Sloterdijk desde la visión de
Crítica de la razón cínica del filósofo alemán, para
muchos la obra cumbre del cinismo contemporáneo. Es
seguramente Sloterdjik el que nos da el sentido perdido de
cinismo y cínico. Y es, quizás, traducible como “enfermo
de la época” y encuentra expresión en el rechazo a las
utopías desprestigiadas y a una sociedad que he descrito
como una de repetición insoportable, amén de un desencanto
estético-político obvio. Este de hoy es titulado por
Sloterdijk “falsa conciencia ilustrada”, enlazando, a mi
entender, al cinismo clásico con un nihilismo del siglo
XXI, uno donde, al mismo tiempo, y paradójicamente se
condena la fatiga nihilista.
Si nihilismo
es negación de la realidad sustancial (nihil: nada)
–y obviando su variedad caracterizada, así como otros
colaterales (léase excepticismo radical, negacionismo,
etc.)- creo que encontramos el mismo problema, una palabra
“nihilismo” que no responde a todas las concepciones
filosóficas que se le han dado y que toma una acepción
contemporánea que tampoco se encuentra en los
diccionarios. Si la vida humana no tiene significado o
valor superior conforme a la concepción de diccionario, el
hombre contemporáneo está en otra parte, en una de entrega
a valores que no tienen trascendencia ni esencia, de
manera que no hay una negativa, sino una aceptación de un
territorio donde la palabra “libertad” ha perdido todo
sentido. En el campo filosófico Heidegger nos había dicho
que nihilismo era el estado en que no queda nada del ser
en sí y que el Ser pasaba a convertirse en un mero valor.
De esta manera hay una vinculación con este siglo XXI,
puesto que el hombre de hoy es un valor, uno que elimina
falsamente la duda y la desorientación. Nietzsche nos
recuerda la voluntad de poder erigida sobre la
responsabilidad de la muerte de Dios.
Sin embargo,
creo que la explicación sigue en Heidegger cuando habla
del nihilismo como estado psicológico, por cuanto este
sobreviene. Utilizamos, pues, la simple expresión, para
denotar que el hombre del siglo XXI se siente realmente
nada dentro de la maquinaria englobadora de la producción
y del consumo, de los mecanismos que llevaron a este
estado letal de abandono y resignación.
«Huésped inquietante»
llamó Nietzsche al nihilismo, uno que surgió de la
razón y de la técnica, sólo que ambas no nos regalaron el
mundo perfecto que se anunciaba.
Si los valores
supremos desvalorizados es lo que caracteriza al
nihilismo, entendemos entonces que vivimos en una sociedad
nihilista. Para Nietzche, el
nihilismo supone la perdida de todos los valores y esa,
sin duda, es una buena definición de la sociedad actual.
¿Hemos sido capaces de organizar una sociedad nihilista
cuyos valores hemos asumido como superiores cuando no lo
son? ¿Cómo definir a este hombre? ¿Es este un hombre a la
deriva que ha abandonado el pensamiento, al mismo tiempo
que se ha sumado el esquema de la resignación dejando de
lado todo pensamiento sobre sí mismo?
Al leer a Sloterdijk
encontramos un desmontaje total, una disolución en
nihil, la reducción de la totalidad a agua que se
escapa entre los dedos de la mano. ¿Es el filósofo alemán
el gran nihilista de nuestro tiempo o es acaso la
encarnación más perfecta de la filosofía cínica? ¿O es el
filósofo que encartó perfectamente ambas palabras perdidas
en su Crítica de la Razón Cínica y que tuvo suprema
expresión literaria en Esferas? Sloterdijk es un
gran escritor, quién puede dudarlo, uno que ha contado con
excelentes traductores. La acotación es válida porque la
lectura nos dice que todo es cultura y si todo es cultura
todo es creación del hombre. Resurge, a mi entender, un
Sloterdijk humanista sembrándonos en otra paradoja: un
humanista cínico.
.
Quizás este
sea un tiempo de paradojas, el tiempo de un hombre sin
trascendencia al que se desprecia por tal motivo, pero
sobre el cual se guarda una última ilusión, la de su
retorno, aunque tal vez lo que tendremos tenga pocas
similitudes con el que conocimos y se nos aparezca delante
el producto de la genética transformado en un ensamble.
Mientras tanto, al reconocer la inanidad del hombre, se
hace filosofía haciendo literatura. El lenguaje está
evolucionando hacia la nada, en sentido heideggeriano,
pero aún los oficiantes estamos buscando las nuevas
acepciones.
tlopezmelendez@cantv.net