Las dictaduras convocan
elecciones para ganarlas, nunca para perderlas. Si las
pierden entran en acciones contumaces.
En 1952 Pérez Jiménez hizo arrestar a la dirección
nacional de URD y la mandó al exilio. En el 2008 Chávez
recurre a todas las prácticas aberrantes de las que hemos
sido testigos. El propósito es siempre el mismo: si las
elecciones no sirven para ratificar al régimen hay que
demostrar categóricamente que tampoco sirven para que la
oposición salga de la dictadura.
Lo que el gobierno está
haciendo es, pues, tratar de demostrar que la oposición
debe olvidarse de la salida electoral, creando así, en el
seno de la población una tendencia abstencionista
irreductible. Si logra convencer a la gente que votando
nada logra habrá conquistado una gran victoria. Así,
Chávez despoja de todo instrumento de gobierno a las
alcaldías y gobernaciones que pasaron a manos de la
oposición como en un mensaje que significa “no les valió
de nada”.
De esta manera, llegado el
punto en que la dictadura pierde las consultas, se
establecen graves consecuencias para ambas partes,
gobierno y oposición. Este es el momento en que las
dictaduras comienzan su declive inexorable, no sin pasar
por la tentación de no autorizar más procesos electorales.
Tienden, entonces, a endurecerse, a huir hacia adelante, a
extremar la bronca, a cometer las fechorías más
descabelladas. La oposición entra también en una especie
de limbo, pues debe decidir si toma el camino “comeflor”
y espera o se aventura a ejercer una presión mayor para la
salida del régimen.
La oposición venezolana ha
tomado el camino de “paz y amor”, una de conformismo
reflejado en la actitud de quien se resigna a tratar de
gobernar con los restos que le dejaron. El gobierno ha
tomado el atajo de la intemperancia absoluta. De Pérez
Jiménez no se puede decir que tuviese alguna perturbación
psíquica o que estuviese dominado por alguna ideología
inflacionaria; era un simple dictador militar a la usanza
de la época y no más. El que ahora tenemos no concibe otra
forma de vida sino como presidente, tiene una indigestión
ideológica y conductas que llaman la atención de los
especialistas.
Como hemos llegado al punto
neurálgico del cruce hay que admitir que la situación se
hace de extremo peligro. Se anexa el desvarío de quienes
buscan los argumentos más insólitos para justificarse con
el jefe y desde ya proponen establecer centros de votación
en los locales de Barrio Adentro o en el de las
“Misiones”; seguros están que si allí se vota todos lo
harán por el partido formado desde el gobierno,
experimento que en la historia venezolana ha resultado un
absoluto fracaso; esto es, los partidos venezolanos
exitosos se formaron en la oposición. En este punto
neurálgico, el aspirante a presidente eterno se desquicia
y lanza de una vez la “autorización para que el partido
busque el establecimiento de la reelección indefinida,
llama al gabinete a sus alcaldes y gobernadores en un acto
de desprecio a la Constitución que indica la convocatoria
del Consejo Federal de Gobierno y avala el delito de las
grabaciones ilegales al anunciar la expulsión del Cónsul
General de Colombia en Maracaibo quien en una conversación
telefónica privada celebraba con alguien de Bogotá el
triunfo de la oposición en los principales estados
fronterizos con su país. Una acotación sobre esto último:
¿la indiferencia internacional llegará hasta el punto de
que el cuerpo diplomático acreditado en Caracas no
proteste la violación de las normas internacionales sobre
respeto a las misiones extranjeras?
Por si fuera poco el
presidente con aspiraciones de eternidad justifica sus
andanadas alegando que aquí vivimos una guerra de clases,
que el problema es la lucha entre ricos y pobres, atizando
una confrontación que sus bandas armadas pueden llevar al
paroxismo. El presidente con aspiraciones de eternidad
siembra violencia en cada una de sus palabras, unas que el
viento esparce y colocan a esta república en situación de
alto riesgo.
La oposición resignada debe
entender que ante el país debe mantener abierta la opción
electoral, que debe hacerse respetar manteniendo dentro de
lo posible la lógica de una alternabilidad mediante el
voto y dentro de los límites de la prudencia política
enfrentar con más energía las andanadas de la dictadura
que ha entrado en la fase trágica -para ella- de perder
elecciones. Una cosa es mostrar tolerancia y amplitud para
contrastar con la brutalidad del régimen y otra muy
distinta mostrarse alelada con los cargos que está
ocupando. Si se justificó en la inacción por el afán de
llegar a las elecciones regionales, ahora que le han
quitado todo ya no tiene nada que perder ni excusas
valederas. Mucho me temo que la oposición está lejos de
encontrar el camino adecuado.
Desde el gobierno dictatorial
no puede esperarse nada más que lo que estamos viendo. La
presentación de la reelección indefinida no es más que el
primer paso. Podría seguirle una ley que establezca una
gobernación para Caracas y así descabezar al alcalde
Ledezma, el nombramiento de vicepresidentes por regiones
para hundir en la inopia las regiones gobernadas por la
oposición, el aumento de la represión real y la agresión
contra los medios radioeléctricos que aún ejercen con
independencia la información y la opinión.
Los vientos que soplan sobre
esta república están descontrolados. Toca a los demócratas
hacer ejercicio de inteligencia en el diseño de
estrategias y tácticas. Quizás toca recordar el espacio
que va desde 1952 a 1957.
teodulolopezm@yahoo.com