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La desventura del lenguaje
por Teódulo López Meléndez  
lunes, 30 abril 2007


A un país se le deben dar respuestas respetuosas. En el lenguaje está la importancia clave. No se trata de que yo sea un escritor: cualquier psicólogo social podría dar una extensa explicación sobre la conexión entre pensamiento y lenguaje o entre estructura mental y expresión lingüística. Cuando el lenguaje se desvirtúa toda la psiquis colectiva se desmorona. Cuando ya lo que se dice carece absolutamente de importancia se ha llegado al extremo de la barbarie, al hombre primitivo, al mantenimiento de los lazos sociales basados exclusivamente en la alimentación, en la satisfacción de las necesidades primarias y elementales, como los pueblos de la edad de piedra. Cuando se llega a estos extremos el pensamiento no pasa sino por la sobrevivencia, por los rasgos elementales, se pierde toda conexión racional, prevalece el instinto, desaparece toda posibilidad de estructuración de conceptos.

Este es el lenguaje que tenemos: si la Comisión Interamericana de Derechos Humanos demanda a Venezuela ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo hace porque esos señores han sido tradicionales aliados de la derecha, de los fascistas y golpistas venezolanos. Si se produce una lamentable muerte a manos del hampa desatada eso se asocia de inmediato a una conspiración malévola, asesina y conspirativa de parte de un sector político inadaptado. Si un mango se cae de una mata ante la proximidad de mayo pues se debe a una conspiración del imperio. Si de una manifestación de protesta se trata ante el cierre de un canal de televisión el plato fuerte es un espectáculo humorístico y rochelero.

Ya no cabe, siquiera, la queja ante la falta de imaginación. Pretender imaginación está resultando absurdo. La capacidad de imaginar está perdida porque el interior lo que recoge del exterior es basura. No se puede imaginar porque ya no se piensa. Venezuela sigue siendo un conjunto pero uno que carece de ideas. No me refiero a sesudos trabajos de pensamiento que conformen un cuerpo. Ya ni siquiera logramos imaginar y pensar la cotidianeidad. La cotidianeidad se ha tornado abrumadora. El diario trajín es uno de ofensas contra el raciocinio de la gente venezolana. Llega el momento del bloqueo psicológico, del encierro en la familia y en los propios intereses. Ya no se quiere oír más, ya no se quiere pensar.

El irrespeto continuo, la dicotomía absurda, el maniqueísmo llevado al grado de doctrina de Estado, convierte a un país en un rebaño, pero con una advertencia, una que pasa por una rebelión subyacente, en estado de letargo momentáneo. La praxis política no se destaca de esta anonimia. Uno ve al PPT y a Podemos, por ejemplo, enzarzados en un dilema hamletiano, to be or not to be, y provoca cantárselas, hasta con sentido amistoso: un amigo columnista se preguntaba públicamente por una explicación al comportamiento del gobernador sucrense Martínez, con su llanto al sentirse agredido; la misma explicación se debe buscar sobre estos dos partidos atrapados en el drama de Shakespeare. Miren, amigos: si van al PSUD estarán liquidados, si no van estarán igualmente liquidados. Esa posición de decir que apoyan al proceso a toda costa, aunque el jefe los eche, los insulte y los mande a freír monos no conduce a nada. O les quita la militancia y los reduce a un esqueleto sin carne o los convierte en apéndice sustituible. Sólo tienen una manera de salvarse y pasa por un acto de valentía; PPT y Podemos deben fusionarse en un solo partido, proclamarse de izquierda democrática (esto no es necesariamente social democracia, como el jefe pretende enjaularlos, pues matices hay en abundancia) y declararse libres: nadie les pide que vayan a la oposición, manténganse en equilibrio, apoyen lo que crean justo y discrepen de lo que no. Esa es la única salida que tienen, pero pasa, de hecho, por el abandono de las mieles del poder, pues sabemos que aquí no se toleran diferenciaciones. Al menos podrán decir que lo intentaron. Nadie sabe si correrán con buena suerte, pero si uno observa las realidades mundiales, caracterizadas por políticos valientes, uno se atrevería a apostar que buen chance tienen de sobrevivir.

Pero es que la falta de imaginación, la imposibilidad de romper el enclaustramiento maniqueo y sesgado, es lo que caracteriza a la política venezolana de hoy. El gobierno carece de explicaciones y cae en los absurdos y en un estereotipo inadmisible. La oposición carece de ideas y convierte una lucha por la democracia en un torneo de banalidades, en una repetición constante del mismo ataque ya inocuo e intrascendente. En medio, y mirando, está la población venezolana, una perpleja y acogotada, una que no oye nada, una que piensa que ya no hay destino colectivo, que todo está perdido.

Es un deber inaplazable ir al rescate del lenguaje. No pidamos peras al olmo, no esperemos que desde la mediocridad gubernamental provenga semejante e impensable cambio. Debe venir de quienes discrepamos del gobierno y debe venir, fundamentalmente, de la población misma en un acto de reacción de quien está en situación de extrema presión. Allí hay una buena manera de iniciar el combate democrático de otra manera: rechazar las expresiones burdas, reflejar en todas partes y de todos los modos una condena al estereotipo y al desprecio hacia los venezolanos y su inteligencia por parte de los repetidores de simplismos y de pequeñeces mentales. Las grandes batallas comienzan por cosas aparentemente simples y cuando cada ciudadano se alce desde sus derechos y desde su dignidad a rechazar las repuestas condenables comenzaremos a crear una sociedad capaz de corregir los entuertos de la historia.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 

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