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La rebelión de los monjes y
el cura de Timisoara
por Teódulo López Meléndez  
martes, 25 septiembre 2007


Los monjes fueron agredidos por los soldados y comenzó la rebelión en la antigua Birmania (hoy Myanmar). Yo, que siempre disfruto escuchando un mantra budista, puedo imaginarme el zumbido increíble de veinte mil monjes entonando el "metta sutha" en las calles de Rangún y, luego, como multiplicado por el viento, en Mandalay, en Pakokku, en Sittwe, en todas las ciudades, ahora acompañados los monjes por grandes multitudes. La frágil (físicamente) Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la Paz, confinada desde hace años por el grave delito de haber ganado las últimas elecciones de manera abrumadora, se asomó a la puerta para rendir homenaje a la multitud y para recibir el homenaje de la multitud. La rebelión contra la dictadura del general Than Shwe está en marcha.

El pastor luterano Lászlo Tökés recibió el 16 de diciembre de 1989 en su ciudad de Timisoara (Rumania) orden de desalojo junto a su esposa embarazada. El delito por el que se le echaba consistía en algunas críticas vertidas contra el presidente Ceausescu. El Obispo de su Iglesia lo destituyó del cargo a petición del gobierno. La gente comenzó a reunirse delante de la casa del pastor. Ante una multitud creciente el Alcalde de la ciudad declaró que la orden de desalojo había quedado sin efecto, pero la multitud comenzó a gritar consignas anticomunistas, con la presencia inmediata de la policía y de la temible Securitate. Era sólo el comienzo.

La jerarquía budista ordenó a los monjes regresar a sus monasterios, pero la orden ha sido desobedecida. Y he aquí que se extiende: a Masoeyein, a Mya Taung, a Bago, a Monywa y Masoeyeih. El zumbido del mantra pica como enjambre de avispas. Y los cuencos de recogida de ofrendas apuntan hacia abajo en señal de protesta. La dictadura militar parece encogerse, se refugia en una fortaleza. La líder de la Liga Nacional por la Democracia (LN), victoriosa en las ya lejanas elecciones, espera. Las Naciones Unidas entra en alarma y asegura que peligra la seguridad de todos los países del sudeste asiático.

Los manifestantes de Timisoara intentan incendiar la sede del Comité Distrital del Partido Comunista Rumano. La respuesta es gas mostaza y chorros de agua. La Securitate hace su trabajo arrestando y golpeando. Los manifestantes se refugian en la Catedral Ortodoxa y de allí de nuevo a la calle. Queman los retratos de Ceausescu, pero esta vez tienen enfrente al ejército. Tanquetas, disparos, muertos, helicópteros. Los manifestantes responden cortando el escudo socialista de la bandera rumana. El gobierno convoca a sus partidarios a marchar en defensa del régimen y, para los demás, ley marcial con prohibición de reunirse más de dos personas. Los jóvenes desafían la prohibición e izan la bandera, sin escudo socialista, en la torre de la Catedral y cantan “Despierta rumano”, la antigua canción nacionalista hoy himno oficial de la europea Rumania. En la Plaza de la Victoria se cuentan los cadáveres de los jóvenes. Los obreros responden declarándose en huelga.

La dictadura militar birmana dura desde 1962. Las últimas elecciones legislativas fueron en 1990 cuando la frágil (físicamente) Suu Kyi obtuvo una victoria resonante. Cárcel para ella, Premio Nobel de la Paz para ella, cárcel de nuevo para ella, y las Naciones Unidas no dijeron que semejante situación amenazaba la seguridad de todos los países del sudeste asiático. Los presos comienzan a contarse por centenares. ¿Y porqué fue la primera protesta de los monjes, la protesta inicial que ameritó la arremetida del ejército dictatorial? Por el alto precio de los alimentos. Ya las multitudes en las calles de Birmania suman cientos de miles.

En la Plaza de la Ópera se concentran los obreros de Timisoara. “Nosotros somos el pueblo”, es el grito de guerra. “El ejército está con nosotros”, agregan, provocando la deserción de los soldados. El gobierno dictatorial envía a Timisoara trenes cargados con los obreros comunistas a enfrentar a los manifestantes, pero los obreros comunistas se suman a los obreros que protestan. Las protestas comienzan a incendiar todo el prado rumano y ya Timisoara no está sola, Sibiu, Brasov, Arad y Tirgu Mureş están pie de guerra.

En Birmania ya hubo un levantamiento en 1988. Hubo 3 mil muertos. Ahora mismo, ¿qué harán? En aquel año el gobierno negoció, pero la dictadura quedó incólume. ¿Irán ahora los birmanos hasta el final? Ahora esta Suu Kyi. Ella no estaba en 1988, ella no había ganado las elecciones, ella no era Premio Nobel de la Paz, ella no era el símbolo que hoy es de libertad y democracia.

La revuelta llega a Bucarest. La dictadura rumana se desmorona. Un pastor luterano de la lejana Timisoara había incendiado la pradera. El todopoderoso, el que controlaba las masas, el que tenía la lealtad absoluta de las fuerzas armadas, el dictador omnipresente, el “padre” de los rumanos, termina como termina. La provincia había dado el ejemplo y avanzado hacia la capital de la Rumania hoy flamante miembro de la Unión Europea. Un pastor luterano bastó para acabar con una de las más sangrientas dictaduras europeas. Gloria a la Rumania libre.

Birmania está allí, por verse. Con los monjes entonamos el "metta sutha", el zumbido que puede llegar al cielo. Y nuestros corazones laten con el de Aung San Suu Kyi, la esperanza.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 

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