En
estos días cargo a Denzil Romero en el recuerdo. Debe ser
por alguna frase del generalísimo Miranda o tal vez por La
carujada, en cualquier caso por el afecto. Ahora recuerdo
a Denzil sentado en el extremo de una barra. Apenas me vio
me hizo señas imperativas de sentarme a su lado, abrió una
carpeta, sacó un montón de papeles y me leyó la
introducción a su texto Tonatio Castilán o un tal dios
sol, una de las cosas más bellas que he oído, y después
leído, en mi vida. ¿Será que otra vez me leyó la entrada a
Códice del Nuevo Mundo?
He leído completo a Denzil, pero también a Miranda. Cada
letra que el generalísimo escribió ha pasado por mis ojos
y lo cargo en la mente a propósito de la presente
situación venezolana. A mi me parece que esta divagación
mental en que ando me está conduciendo al Dr. José María
Vargas. Uno anda recordando a la cantidad de hombres
ilustres que hemos tenido ante la abundancia de Carujos
que dominan la presente escena. Ahora caigo, el cumpleaños
de Denzil es el 24 de julio. Los amores de Denzil con
Miranda se explican, aquel hombre lo era desde la esfera
de la universalidad y llegaba a un erotismo que era la
fuente primigenia de la escritura de Romero, como bien
queda constancia en los abordajes a Catalina y a Manuelita
Sáenz.
Con Denzil no recuerdo haber hablado nunca de política, a
no ser una grata conversación en Mérida sobre una supuesta
tendencia fascista de Giuseppe Ungaretti sobre la cual el
amigo me interrogaba, a lo que contesté que era el único
poeta que recordaba había tenido un programa de televisión
al retorno de la democracia en la Europa posfascista, un
programa que los italianos mayores recuerdan y que vi
después en videos ante mi interés en el asunto. Aquella
voz ronca que salía de un rostro duro envuelto en una
melena blanca constituía un espectáculo inolvidable. El
gran poeta hablaba a su pueblo desde la poesía, la suya y
la ajena, se comprometía con la palabra, como debe hacer
un hombre cuyo oficio es el lenguaje.
Melena blanca la de Ungaretti quien suministró a la Italia
destruida la base de recomponerse sobre la voz de un
poeta, voz que reunía a todo un país en torno al
televisor. Melena blanca la de Denzil, quien no tuvo pelos
en la lengua para decir la suya sobre la historia y sus
personajes, recreando y creando desde la imaginación que
es la única realidad posible. Melena blanca la de Miranda,
moviéndose en la cultura y en los libros, entre las
mujeres que enseñan mucho, haciendo suyas las revoluciones
de su tiempo e imprimiéndoles su vasta cultura.
Cuán lejos estamos de la Venezuela posible. Uno recuerda a
Unamuno, “este es el templo del saber y yo su supremo
sacerdote”, uno de los desafíos más grandes que la
inteligencia ha lanzado sobre la brutalidad de las armas.
Roberto Alifano, secretario de Borges y aún director de la
revista “Proa”, fundada por el gran ciego que de ciego no
tenía nada, me regaló en su última visita a Caracas un CD
con la voz del magnífico rector de Salamanca. Se lo di a
mi hijo mayor para que lo escuche hasta el cansancio.
Este país requiere el lanzamiento de un desafío. Ese
desafío debe ser profundamente inteligente y administrado
con la fuerza de un estratega. Con el poeta y embajador
Martiniano Bracho Sierra fuimos en Buenos Aires a hablar
con el general retirado que era la autoridad máxima de la
Patagonia argentina. De tanto hablar el general cedió y
nos dijo que tenía un galpón vacío y que podíamos poner
allí la base “Simón Bolívar” para establecer un centro
venezolano de investigaciones. La tentadora oferta fue
transmitida al titular del MRE para entonces, quien
seguramente pensó que se trataba de algo descabellado y
eliminó la posibilidad de un plumazo. Allí, en el hielo,
hay docenas de científicos investigando y estudiando,
muchos de los cuales son tropicales.
El desprecio por lo nuevo, por la propuesta nueva, por el
mensaje innovador ha sido la norma. El desoír la voz del
ensayista o del intelectual es la norma. Castro Leyva
murió en pésima hora, cuando comenzaba a alzarse como la
conciencia intelectual. Hemos escuchado de nuevo su
discurso televisado y creemos que uno que debe ser
retransmitido es el de Arturo Uslar Pietri cuando se
retiró del Senado. Allí está el listado de males y las
consecuencias de las enfermedades. El viejo “Pizarrón” de
Uslar languideció en su permanente reclamo, en su alerta
sobre la riqueza petrolera, en su mensaje de entrar en una
democracia moderna y eficiente.
El país requiere el abandono de la inopia, un mensaje
fuerte que destranque los engranajes de una sociedad que
languidece. De uno que deje de lado la repetición
inconsciente de los cobros políticos, para entrar a
descubrir el abanico de posibilidades. El país requiere
salir de la politiquería banal, de lo menudo, de las
idioteces, para trazar una estrategia que salte sobre las
circunstancias adversas y se empine en un propósito. Si
ese propósito se determina como votar masivamente y
obligar al gobierno a incurrir en el fraude como único
medio para aprobar la reforma constitucional, pues votemos
todos y que el gobierno haga la suya y entonces veamos si
los genes de los grandes hombres que hemos tenido aún
mantienen vigor.
Denzil deberá excusarme que lo haya mezclado con esta
reflexión sobre este país inerme y con la frase de
Miranda, que bien traducida al presente deberá decir
“pendejadas, pendejadas, pendejadas, este país no es más
que pendejadas”. En mi descargo digo que no tengo la
culpa, la tiene el propio Denzil quien se ha aparecido en
mi memoria apuntándome con su dedo mocho y blandiendo su
melena blanca para ordenarme, “siéntate ahí y escribe,
comienza con mi nombre”.
tlopezmelendez@cantv.net