¿Hasta cuándo, Catilina,
abusarás de nuestra paciencia?
¿Cuánto tiempo hemos de ser todavía juguete de tu furor?
Marco Tulio Cicerón
Acabar con la propiedad intelectual
convierte al escritor en un parásito obediente.
No es que acaba con su derecho al trabajo, peor aún,
acaba con la naturaleza de su trabajo.
Federico Vegas
Es
lo que intentan, lo que la frase del novelista venezolano
Federico Vegas refleja a la perfección. Allá con su
conciencia los escritores que apoyan al gobierno. Los
demás somos irreductibles. Invocamos nuestro coraje y le
añadimos los al menos diez convenios internacionales
suscritos por Venezuela que son lanzados al cesto de la
basura y advertimos a todos los países de Sudamérica que
este nuestro país maltratado no puede ser miembro ni de la
Comunidad Andina de Naciones ni del MERCOSUR, pues allí se
pide respetar los derechos de autor.
Está bien que sangremos por la herida los escritores, como
sangrarán pintores, escultores, dramaturgos, al igual que
compositores musicales, todos los creadores, todas las
casas editoriales, todas las disqueras, todos,
absolutamente todos los que estábamos protegidos por un
derecho universalmente reconocido. Pero la cosa va más
allá. Es el furor que denunciaba el tribuno Cicerón ante
la conspiración de Catilina. Aquí se trata precisamente de
eso, de una conspiración del furor.
Es el tono bravucón, el desprecio en la declaración
enunciativa de lo que tratan de imponernos, es el “lo
hacemos porque nos da la gana” sin importar la violación
de la Constitución, de todos los procedimientos, de la
ruptura del Estado de Derecho al añadir artículos no
propuestos por el proponente originario (que ya de por sí
bastaban para proclamar el Golpe Constitucional), es el
“nos blindamos” en el poder para que nadie pretenda
disentir (la disensión es la peor amenaza), es el aquí
procedemos encerrados en este pequeño recinto
atribuyéndonos las competencias de una Asamblea
Constituyente y transformando una propuesta de reforma en
una nueva Constitución que nosotros pelagatos ejecutamos
en cumplimiento de la voluntad de Yo, el Supremo. Todo
envuelto en esa frase sibilina de “es lo que recogimos en
la consulta con el pueblo”.
Es el furor desatado que elimina la temporalidad de los
estados de excepción y de un brochazo (no se puede decir
de un plumazo porque no saben lo que es una pluma) quitan
la permanencia de los derechos a la información y al libre
proceso una vez decretada la excepcionalidad. Es para que
no haya más intentos de golpe, nos dicen, para poder poner
presos a los conspiradores. Si se les pregunta como se
mantendrá informada la ciudadanía en caso de excepción se
responde sin tapujos que el gobierno informará. Podrán
llevarse preso a quien quieran, sin presentarlo ante un
juez, sin que los vigilantes de los derechos humanos velen
por su integridad. Ese derecho a estar informado y ese
otro al libre proceso al menos nos permitía saber quien
había sido arrestado, que era lo que convulsionaba a la
nación y las razones de porqué se suspendían las garantías
constitucionales. Los medios no informaron en abril del
2002, alegan, y desde aquí respondemos que los habitantes
de este país no somos dueños de los medios, somos
ciudadanos con derechos y que invocamos los humanos que
todas las constituciones y todos los principios recogidos
en Declaraciones Universales proclaman como inalienables.
En este país hay docenas de protestas todos los días. La
gente clama por seguridad, por vivienda, por asfaltado de
las calles, por salubridad. Podrán imaginarse el día en
que se combinen estas protestas y el gobierno declare el
Estado de Excepción. Cualquiera podrá ir preso sin que
nadie se entere, a no ser sus atribulados familiares. El
Poder Judicial no se enterará, al menos para guardar las
apariencias. Este gobierno alega conspiración por boca del
Ministro del Interior si en una barriada protestan porque
las aguas negras andan libres por las calles, si es que
así pueden llamarse. El Ministro del Interior ha dicho que
la oposición fomenta los motines en las cárceles para
desestabilizar al gobierno. El Ministro del interior ha
dicho que la oposición paga sicarios para matar taxistas
para que así estos salgan a trancar calles en protesta por
la inseguridad. ¿Qué se puede esperar de este gobierno en
un Estado de Excepción? Razzias es lo que se puede
esperar, arrestos masivos de dirigentes opositores
acusados de instigar a las señoras que con sus niños piden
desesperadamente vivienda ante los ineficientes organismos
oficiales. Dirigentes opositores que ¿aparecerán?
Hacemos nuestra la voz de Cicerón. Basta, Catilina, tu
furor hace encender nuestras voces y te condenamos. Eres
tú, Catilina, el que diriges la conspiración, una contra
el futuro de la democracia y de la república misma. Te
detendremos sin violar derechos humanos fundamentales, no
proclamaremos el Estado de Excepción para responder a tu
hábito conspirativo, no haremos razzias para desaparecer
en el silencio constitucional a nadie. Nos afianzamos,
como Cicerón, en la palabra y la palabra la llevaremos a
la acción que los demócratas conocemos para detenerte,
Catilina, porque los demócratas verdaderos respetamos aún
a quienes quieren conculcarnos hasta en nuestra naturaleza
misma. Marco Tulio Cicerón detuvo la conspiración. Tú,
Catilina, eres recordado como ese Carujo que enfrentó la
dignidad civilista de José María Vargas.
tlopezmelendez@cantv.net