Desde
la ventana del hotel en esta madrugada miro la Gran Vía y
los hombres y mujeres del aseo rigurosamente vestidos de
verde recogen colillas, puesto que basura no hay, a no ser
alguna hoja de los periódicos de distribución gratuita que
el viento frío de primavera se roba de las mesas de los
cafés. Centenares de daneses aún en la calle; van con sus
cascos con cuernos y sus botellas preparándose para el
encuentro de su selección de fútbol con la local. Miro el
rostro contraído de Tony Blair en el noticiero tempranero,
la publicación de la soldado británica con túnica
musulmana ha provocado una irritación descomunal. Café y
prensa: acusación de plagio de un escritor gallego contra
Alfredo Bryce Echenique; a Bryce lo recuerdo con los ojos
muy abiertos mirándome mientras pronuncio en Las Palmas de
Gran Canaria un discurso sobre los escritores en
democracia, cuando mi país era una isla que recibía a
todos los exiliados de las dictaduras del cono sur. Aquí
esta Fernando Sabater pidiendo que se impida a Batasuna
participar en las elecciones; alguna denuncia de
corrupción nos recuerda que la misma desembarcó en América
con los conquistadores; la comisión europea no está muy
satisfecha con la M-50 que rodea la capital pues cree que
impacta la situación de las aves y se querella contra la
Comunidad de Madrid.
Vuelvo mis ojos las pinturas de Darío Villalba. La crítica
lo considera uno de los más grandes e influyentes artistas
españoles de las últimas décadas. Me pregunto porqué no
sabía nada suyo, pero me consuelo al pensar que lo he
encontrado. Este hombre maneja la fotografía muy
diversamente de cómo la utilizaban los artistas pop e
inclusive los conceptuales. Villalba adopta la fotografía
como pintura, lo que es difícil de explicar. Lo logra con
brochazos de pintura, con barniz, modificando los
encuadres, velando y desvelando las imágenes. Les
garantizo que el resultado es extraordinario. Europa ya ha
reconocido a Villalba: en 1970 en la XXXV Bienal de
Venecia empiezan los premios; en América gana el Premio
Internacional de Pintura de la XII Bienal de São Paulo; de
allí a los grandes museos europeos, al Premio Nacional de
Bellas Artes. Darío Villalba, excepcional artista. La
memoria me martilla que en El Prado está una gran muestra
de Tintoretto y que se debe conocer la ampliación recién
terminada que permite la colocación de alrededor de 500
obras de la colección permanente.
Barrio de las Letras, acto de la presentación de mi libro,
todo estupendo. La idea de tomarnos un ron en la plaza de
Matute después de los poemas a la primavera resulta
acertada. El ambiente es festivo, se acercan los vecinos y
transeúntes y, claro, un danés altísimo con sus cuernos de
vikingo. Prueba el ron y sólo es capaz de soltar un “Good”.
Se cantan unas coplas detrás de la bellísima capa negra
que Juan Ruiz de Torres se ha puesto para la ocasión. En
el Barrio de las Letras, a pocos metros de donde vivió
Cervantes (en el 18 de la Calle Huertas) acaba de terminar
el acto que la Asociación Prometeo de Poesía tuvo a bien
organizar para la presentación de mi volumen titulado Fin
de la comedia. Aquí, en las cercanías, vivieron también
Lope de Vega, Quevedo, Góngora y muchos más.
Las preocupaciones giran en torno a lo que será Europa en
2057. Es evidente que los ojos engañan: por todas partes
se ven niños y jóvenes, pero la población disminuye y
disminuirá. Preocupan las desigualdades entre las dos
riberas del Mediterráneo. En la Fundación Tàpies, en
Barcelona, veré unos documentales sobre “La otra Europa”,
un documento lejano de las opulencias y que nos muestra
los dramas de Los Balcanes y de la situación angustiosa de
tanta gente en la Europa del Este. Este intento humano de
vivir de otra manera que es la Europa de hoy deberá
ocuparse de muchos asuntos, pero ya los ojos están puestos
en ese futuro, previsión, planificación a largo plazo,
asuntos de estadistas que no miran sólo sus narices. Todos
los análisis parecen coincidir en que Europa deberá buscar
ventajas comparativas y no competitivas, llegar a 36
miembros incluidos Los Balcanes y seguramente Turquía,
manejar con respeto y prudencia la inmigración.
Una nueva aspiración agita a los jóvenes: quieren ser
eurócratas. Por millares desembarcan en Bruselas
provenientes de los 27 países de la UE. Hablan muchos
idiomas y la nacionalidad de cada uno si es recordada es
por anécdota. Es la nueva generación, una europea. Se
sienten y son europeos, lo que indica que ya se siente el
cambio generacional que deja atrás nacionalidades y
localismos. Se las arreglan para conseguir un mail de
contacto, alguien en capacidad de ponerles en el camino
hacia la eurocracia. Cuando alguien logra la ansiada
contratación lo va a celebrar a la Plaza de Luxemburgo. Ya
se habla de un nuevo europeo medio: es el resultado de la
construcción masiva de viviendas, del crecimiento
económico, de la universalización de la enseñanza, de la
tecnología, de la emancipación de la mujer que uno
encuentra en todas partes, sola o en grupos, haciéndose
dueña del mundo. Son tan diferentes los miles de jóvenes
que uno ve en Barcelona paseándose por Las Ramblas, pero
uno ve, al mismo tiempo, que tienen cultura y valores
similares. Hay unas estadísticas sorprendentes: hoy 20
niños de cada cien tiene un padre extranjero si es que un
europeo lo es en otro país de este espacio transnacional o
si realmente lo es alguno de los inmigrantes perfectamente
adaptados. La chica que nos guía por el Teatro Liceu, (el
gran templo de Barcelona donde no puedo dejar de
imaginarme a Caruso cantando a comienzos del siglo XX), en
perfecto español y en perfecto inglés, es italiana; la
camarera que nos sirve la cerveza en La Barceloneta es
francesa; dos de cada 10 estudiantes ha participado en
programas de formación en otro país europeo. Creo que la
gran preocupación de cómo será Europa en 2057 es que será
Europa. Poco importa que algún político en campaña llame a
refugiarse en un antieuropeismo trasnochado.
tlopezmelendez@cantv.net