Los
fraudes son asuntos de hecho, no de derecho. Los fraudes
no necesitan prueba, les basta el mal olor. Sobre los
fraudes no se inclina uno con computadoras y sesudos
análisis matemáticos, sino con un pañuelo en la nariz. Los
fraudes electorales hieden y esa es la prueba de su
existencia. Un fraude es percibido en su meridiana
pestilencia por la población de un país al día siguiente
del acto de votación. No basta tecnología avanzada para
ocultar un fraude, no sirven perfumadores de ambiente, no
lo tapan celebraciones falsas. La única verdad es que, al
día siguiente si se ha producido un fraude todo el mundo
sabe que se ha producido un fraude. Y los fraudes tienen
consecuencias, esto es, los fraudes que existen, porque
los que no existen ni huelen ni hieden.
Los sistemas de medición llamados encuestas ayudan siempre
a determinar el estado de ánimo de una población en el
momento en que se hacen, no unas semanas después, aunque
pueden irse marcando tendencias irreversibles. El gobierno
está en minoría, la reforma constitucional no es apoyada
por la mayoría, pero esa tendencia está comenzando a
revertirse. El gobierno se está recuperando y el país
comienza a aceptar la reelección indefinida, porque los
estudios serios indican que el argumento según el cual el
poder de elección permanece en los electores está calando.
El gobierno aún está en minoría pero se alza de sus
cenizas. Pasa que las extremas confunden rechazo a la
reforma constitucional con tumbar a Chávez. Léanse los
artículos de los columnistas histéricos o los análisis de
los potentados que viven del análisis y no se encontrará
otra cosa que una visión de porqué aún las extremas no han
podido tumbar a Chávez y cómo hacerlo en el caso que nos
ocupa. La “estrategia” de confundir ambas cosas está
provocando la recuperación del gobierno. En un rapto de
lucidez el Cardenal Urosa Sabino lo dijo meridianamente:
“La Iglesia no pretende tumbar al gobierno”. Esa es
exactamente la línea correcta. Aquí de lo que se trata es
de rechazar una propuesta del gobierno, y no más. La
política no es un ejercicio de brutalidad. La política es
una medición de etapas. Si se sucede la derrota del
gobierno, si se sucede pero hay fraude, si una combinación
de fuerzas obliga al gobierno a reconocer su derrota, pues
habremos entrado en una nueva fase.
Las “políticas” erradas aceleran la realización del
referéndum consultivo sobre la reforma y Chávez mide
pacientemente su recuperación. Si siguen como van no les
quepa duda que Chávez, recuperado a extremos de ganar,
suelte la convocatoria para este mismo año. Esto es, la
supuesta disyuntiva de votar o abstenerse se vería diluida
a pasos gigantescos, pasaría a ser una bobada, aquí lo
único que comenzaría a plantearse dramáticamente es con
cuantos votos resultaría aprobada la reforma
constitucional. Por una razón muy sencilla: el presidente
aplicará la misma receta que cuando el referéndum
revocatorio en su contra: no soltará la votación hasta que
crea estar seguro de ganarla. Así, si los “formidables
estrategas”, armados de ciega prisa y abstención,
consiguen revertir lo que parecía, y todavía parece, una
estruendosa derrota del gobierno, entonces no quedaría más
que poner, en el aviso luctuoso, “Se agradece no enviar
flores al entierro de esta república”.
tlopezmelendez@cantv.net