Inicio | Editor | Contáctenos 
 
 

El minucioso trabajo de la hormiga
por Teódulo López Meléndez  
viernes, 7 diciembre 2007


Mientras muchos hablaban Rómulo Betancourt recorría el país, caserío a caserío, estructurando lo que sería Acción Democrática. Ese recuerdo siempre viene a colación por la aparición de los medios masivos de comunicación y su implante como una especie de democracia radioeléctrica. Lo que no deben olvidar los activistas políticos es que el contacto personal jamás puede ser sustituido por una aparición en pantalla. El buen ejemplo a seguir se llama Enrique Mendoza. El ex-gobernador de Miranda desapareció de los medios por años y más de uno habrá pensado que vivía retirado o que no se reponía de las eventualidades de la otrora Coordinadora Democrática. Por el contrario, Enrique Mendoza seguía metido trabajando en Miranda, al lado de sus habitantes, codo a codo. Si se producía una inundación en Barlovento allí estaba el incansable Mendoza de agua hasta la cintura compartiendo con sus paisanos. Allí estaba, en su oficina, recibiendo quejas y problemas, viajando por la geografía de su estado, ayudando en la medida de sus posibilidades de ex-gobernador. Allí están los resultados de Miranda. No quiero denegar la acción de millares de voluntarios y otorgarle todo el mérito de los resultados a Mendoza. No. Lo que quiero significar es que sin Enrique Mendoza esa acción efectiva no se hubiera realizado tan a la perfección.

Los excepcionales resultados de Miranda han provocado una reacción inmediata, la de reabrirle un juicio por los sucesos del 2002. El susto que aqueja al titular de la gobernación es mayúsculo: si Mendoza vuelve a ser candidato a gobernador de su estado va a arrasar. Hay que poner fuera de circulación a Enrique Mendoza. Ese trabajo paciente de Mendoza debe ser premiado y si se le dicta un auto de detención millares de venezolanos debemos acompañarlo en una manifestación impresionante. Y si efectivamente va preso deberemos sacarlo de la cárcel con cientos de miles de votos. Todos los que vivimos en Miranda tenemos una obligación moral con Enrique Mendoza.

Es lo que ahora debe hacerse, el trabajo silencioso de la hormiga. Hay que salir a recorrer cada barrio y cada pueblo, cada casa y cada esquina, preparándose para las elecciones de agosto de 2008 y, más allá o más acá, para los sucesos políticos que el tiempo nos depare. Es tiempo de poco frecuentar los medios y de mucho hacer. Hay que visitar y conversar, hay que ir y venir, hay que hablar con los buenos amigos que hasta ahora fueron partidarios del gobierno, hay que escuchar qué candidato es el que le gusta a la gente para alcalde de su municipio y para gobernador de su estado, hay que dejar la mezquindad en el fardo de las cosas inútiles, hay que aprender a interpretar al pueblo y la única manera es ponerse cara a cara con él. Es lo que desde siempre hemos denominado trabajo político, algo que olvidamos hace mucho tiempo ante la fascinación de los massmedias.

Cuando los adversarios de Betancourt levantaron la vista se encontraron con un líder que tenía detrás a un pueblo organizado. Cada partido puede salir –con todo derecho- a hacer el trabajo por su cuenta, pero para sumar los esfuerzos una vez que, decantados los aspirantes, se tenga el unitario listo, porque entonces se sumarán los esfuerzos y las diversas organizaciones se identificarán en una sola voluntad. Trabajo político y más trabajo político, es la consigna de la hora.

Esta interrupción de años –que tuvo un paréntesis con motivo del referéndum constitucional- debe definitivamente ser abortada. La desaparición del dirigente del sitio de los acontecimientos –como diría algún periodista televisivo- debe cesar para siempre. Ese dirigente empantuflado que apenas se vestía para ir al canal de televisión no nos sirve. Quedó claro con motivo del 2-D. Salieron a la calle a hablar con la gente y los resultados están a la vista. Hay que hacer el trabajo político sin alharacas, sin bulla, sin pretensiones de figuración. La cara del hombre del barrio, la cara de la mujer que vive en la pequeña población, la observación atenta de lo que dice la clase media, eso es lo que importa. Hay que escuchar lo que la gente tiene que decir, no autoescucharse el discurso. Hay que oír quién es el que ha estado cerca de la gente y se merece ser alcalde. El líder natural, el hombre o la mujer en que la gente confía porque tiene un recuerdo de vecindad y solidaridad. Esa es la encuesta, el verdadero resultado, la única manera de elegir candidatos. Nada de cuotas partidistas, nada de peleas, nada de divisiones absurdas. Ahora, como nunca, hay que demostrar que los partidos son correas de transmisión de la voluntad popular, no martillos que la golpean.

Trabajo político y más trabajo político, esa es la consigna, pero uno para limpiar de viejas mañas y de escatológicos procederes del pasado, para devolver una orientación horizontal a las organizaciones partidistas, para que sean instrumentos de intermediación y no hoz para cortar los liderazgos emergentes. Esperamos el comportamiento adecuado de una política renacida sin taras, o estaremos prestos a denunciarlos sin importarnos los resultados electorales.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 

© Copyright 2007 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.