Venezuela
se ha convertido en una agencia de publicidad. Lo que
prevalece es el decorado, la forma de vender el producto,
la repetición de la “cuña” publicitaria. El producto que
se vende es la revolución bolivariana-socialista-endógena-indoamericanana.
Así se ha construido sobre el territorio nacional una
inmensa campana de plástico. Hemos pasado a ser un espacio
cerrado, uno donde no hay circulación del aire, uno donde
las exhalaciones van viciando lo que respiramos. Nos hemos
convertido en plástico con un escenario de cartón piedra y
anime. Vivimos inmersos en la repetición constante de esta
publicidad por parte de un gobierno que no gobierna sino
que se vende.
Esta campana es impermeable, no permite la circulación del
aire, la entrada de aire renovador; en verdad hemos
llegado a un punto donde no tenemos exterior, lo que
tenemos sobre esta campana son ventanas pintadas con
escenas de exterior. Los publicistas dibujan sobre el
plástico. Todo lo damos por supuesto, lo que implica una
tarea descomunal que no es otra que la de reinventar lo
supuesto. Los venezolanos miramos los dibujos y no nos
hemos dado cuenta que son dibujos, que esto no es más que
una campana. La normalidad no es otra cosa que el
envenenamiento progresivo con el aire contaminado que se
presenta como no renovable. Lo supuesto se ha establecido
con todo su peso y los organismos que somos nos movemos en
una cámara lenta impuesta por el estupor del aire
contaminado. Carecemos de la capacidad de reinventar lo
supuesto y, en consecuencia, languidecemos en la falta de
imaginación, en la ausencia de pensamiento, en la
imposibilidad de un esfuerzo por perforar la burbuja en
procura de aire fresco, en la incapacidad aplastante de
negarnos a dar por ciertos los dibujos simuladores de lo
real exterior.
En el país desfalleciente pululan los zamuros, otra cosa
no es, por ejemplo, el Centro Carter, aparecido cuando
huele conflicto en el cual medrar, cuando ve venir un
conflicto en el cual intervenir como apaciguador de
oficio, como mediador que logra compromisos que impidan
cualquier cambio del aire viciado. Reunirse con el zamuro
es otorgar beligerancia a un depredador carroñero. La
reunión que el señor Rosales ha sostenido con el Centro
Carter debe interpretarse como una de su partido “Un nuevo
tiempo” con un zamuro, de manera que nadie venga a decir
que un sector discrepante de la sociedad venezolana se ha
reunido con la señora Jennifer McCoy. No, se ha reunido
con el Centro Carter un partido que no tiene la menor idea
de lo que hace, un donador de órganos, un petulante
concesionario de papeles protagónicos que se cree, al
mismo tiempo, protagonista cuando repite sus sandeces al
zamuro.
En este país lo que se requiere es insuflar aire a la
burbuja aprisionante para que los cerebros se despierten y
dejen de creer en escenas publicitarias. Lo que se
requiere es una demostración de que el aire se puede
sanear so pena de encerrarnos cada uno en una campana más
pequeña dentro de la campana grande a conservar los
últimos restos del absolutamente necesario oxígeno para
sobrevivir. Hay que soplar desde la apatía y el silencio
para hacerle saber a la campana de plástico que su
resistencia no es inviolable. A la campana-campaña
publicitaria llamada revolución
bolivariana-socialista-endógena-indoamericana, y todos los
adjetivos que esta agencia de publicidad inventa todos los
días, hay que oponerle explicación. La explicación rompe
lo implícito, recupera para el análisis lo que se ha dado
por supuesto, bombea aire a la revelación de lo que nos
hace falta para liberarnos es una bocanada de aire fresco
y sustitutivo.
Atontados como andamos por la falta de oxígeno, por el
envenenamiento del aire de la campana donde estamos
encerrados, caemos en la rutina del horror, de uno
permanente, del cual se nutre esta agencia de publicidad
para mantenernos melancólicos a la espera de la muerte.
Explicar significa hacer entender al paciente melancólico
la causa de su melancolía, hacerle entender que se
hipnotiza con el aire viciado, que es necesario hacer
brotar la creatividad desde los restos de energía y que es
necesario reinventar, redescubrir, reformular.
Alguien aseguró alguna vez que patria no es otra cosa que
el lugar donde estamos bien. Si estamos mal no tenemos
patria. Este aire perverso está diseñado,
publicitariamente, para matar la política, porque la
política es un invento de los hombres para poder vivir en
paz. Lo que este aire envenenado ya ha logrado es matarla
y sin política lo que haremos en los estertores será dar
cabezazos sobre las paredes de plástico de esta campana.
Hay que reinventar la política, hay que combatir a la
agencia publicitaria que la ha desterrado, a la agencia
asesina de política, mientras lo que vemos es exactamente
lo contrario, la práctica conforme al guión de aire
envenenado, a los fanfarrones repetidores de lo supuesto,
a la falsificación de palabras de quienes no tienen
capacidad ninguna para soplar aire fresco dentro de esta
cámara mortal donde hay que recrear las condiciones de la
vida.
tlopezmelendez@cantv.net