¿Cómo
hacer para subsanar los años de incuria o de lejanía de la
política? Este es el quid de la cuestión que algunos
corresponsales del correo electrónico en el interior me
plantean. La respuesta es manifestarse dispuestos, hablar,
ir a los estupendos diarios de la provincia, a los
programa de opinión de las radios y televisoras locales,
dejar saber su opinión, participar en los asuntos que se
le van a ir atravesando, pues apenas se vea que
profesionales de diversas áreas están disponibles vendrán
los consecuentes planteamientos de incorporación y de
liderazgo. Pensar –les he dicho- que los nuestros no se
limitan a los seres queridos, que los nuestros son todos
los habitantes del país y, en consecuencia, estar
disponibles para ellos.
La provincia va a despertar. Aún no he escuchado a ningún
zuliano decir con su particular acento “no acepto el
desmembramiento del Zulia”. Ni he escuchado a ningún
caroreño recordarse que dos de los siete generales de
división del ejército patriota eran de Carora, a saber,
Pedro León Torres y Jacinto Lara y que, en consecuencia no
pueden aceptar que el municipio Torres sea arbitrariamente
adscrito a una Comuna o que el estado Lara sea partido a
voluntad del presidente, puesto que se revolverían los
huesos de todos los hermanos de Pedro León, todos muertos
en combate; el mismo Torres murió a consecuencia de las
heridas recibidas en batalla, pues en aquellos tiempos los
generales peleaban.
Así a lo ancho y largo del país. Sabemos bien que nuestra
división político-territorial no responde a criterios de
desarrollo, pero ya está sembrada una conciencia local. La
democracia trató de subsanar el asunto mediante la
creación de las llamadas Corporaciones Regionales de
Desarrollo (Corpozulia, Corpooriente, Corpocentro,
Corpoocidente, etc.), hasta que llegó un presidente y las
eliminó, en lugar de subsanar su capacidad limitada a la
planificación y extenderla a la implementación de
programas en plena ejecución.
De la provincia vendrá la ola que impondrá criterios. No
de los estudiantes. Con la autoridad moral que me da
haberlos elogiado a más no poder cuando salieron a la
calle despertando al país, ahora les digo que sus
planteamientos del presente son absurdos. Cuando dicen que
el dilema está entre Asamblea Constituyente y referéndum
están haciendo como el que está montado en una camionetita
para Petare y está decidiendo si va para Catia o Caricuao.
Los estudiantes parecen no entender que estamos ante una
situación de hecho, una que impone referéndum y punto. Con
esa posición están escurriendo el bulto de la verdadera
cuestión de fondo. Ya no les luce seguir aplaudiendo
rítmicamente y gritando “estudiantes”. Ya sabemos lo que
son. De esta manera hay que decírselos muy claramente: son
el futuro, son respetados, son bienvenidos, pero no son el
presente. Los estudiantes deberán hacer lo que el país
imponga que debe hacerse y no serán los estudiantes los
que le impondrán al país lo que hay que hacer. Peleen y
fórmense, pero para dirigir esta batalla contra la reforma
constitucional no basta hacer ruido, como están haciendo,
puesto que se requiere mucho más que eso.
Esa bendita habladora de pendejadas sobre que esto no es
una batalla entre Si y No, que esto no es una batalla sino
una amable discusión, ya me tiene harto. Como esos que van
a la Asamblea Nacional, caso del rector electoral que se
presentó allí, a proponer que se quite la palabra
“socialismo”, que se modifique lo referente a los ascensos
militares, que se permita la disponibilidad de la
propiedad y no sé cuantas cosas más. La ingenuidad
pretende que las van a quitar, eliminando todos los
propósitos del presidente a plantear la reforma; si ese
mismo criterio maneja el rector electoral para defender la
inmensa mayoría que votará No es mejor que desaparezca de
la escena. O como la brava AD que culmina toda su furia
abstencionista pidiendo un derecho de palabra ante los
honorables diputados. O como la bendita insistencia en
votar por separado 33 artículos para que la votación dure
dos semanas. Lo que más rechaza la población es la
reelección indefinida, de manera que lo que conviene es
que el voto sea uno, para que lo de la reelección vaya en
el paquete y decida el voto de miles de miles de chavistas.
La provincia va a despertar. Y la inteligencia nacional
establecida en la provincia debe despertar. Deben asumir
voz y compromisos, los colegios profesionales deben ser
llamados al combate, las plumas deben desempolvarse y
llenar los periódicos de artículos, las voces de tanto
buen orador deben escucharse en los medios radioeléctricos
de la provincia adentro. Hablando claro, fijando posición
sobre lo único que existe para fijar posición, sin andarse
por las alcantarillas ni por los bordes ni con evasivas
similares a las contorsiones de las marionetas. De la
provincia debe salir un rugido imponiendo a Caracas,
convertida por obra y gracia de un centralismo asfixiante
en un poder decisorio que nadie le ha otorgado, una
decisión irrevocable de preservar la república. Las voces
deben ser tan fuertes que el país, por fin, deje de
escuchar esas rocambolescas ruedas de prensa de los
partidos los lunes que afectan la decencia y producen
retorcijones de barriga. Son incomparablemente diestros en
el uso de la pequeñez para atacar, son insólitamente
hábiles para no decir nada a no ser sandeces. La ola que
la provincia lance debe pasar intacta por encima de la
cabeza de estos dirigentillos partidistas, arropándolos,
sometiéndolos a una decisión nacional, imponiendo un
criterio a su irracionalidad perversa y exhibicionista.
Es la hora de la rebelión de la provincia y es la hora de
la revolución de la inteligencia. Qué la provincia grite y
sea conducida por los maravillosos hombres y mujeres que
la pueblan hacia la decisión que todos respetaremos. Es la
hora de la gente que habita pueblos y ciudades
interioranos. No es la hora de Caracas ni de los
politiqueros ni de los imberbes. Los caraqueños y quienes
habitamos aquí habiendo nacido en el interior,
escucharemos y seguiremos la voz de la provincia y la voz
de la inteligencia que la habita.
tlopezmelendez@cantv.net