Si
en algo he sido cuidadoso es en aunar al planteamiento
crítico la propuesta conceptual. He desarrollado un corpus
de ideas que he denominado “Democracia del siglo XXI”,
donde he ido desde la organización horizontal de las
sociedades intermedias hasta la concepción misma de la
política, desde la consideración del Derecho como forma
celular que encarna los cambios de justicia social hasta
los planteamientos de una economía inclusiva. Tampoco he
faltado a lo estratégico y lo táctico sobre la coyuntura
sociopolítica que ahora padecemos. Sobre ambas aristas
debo decir que nadie me ha hecho caso, aunque a veces noto
alguna influencia mínima ejercida por mis ideas. A mis
artículos en web he sumado el libro y así buena parte de
mis consideraciones sobre la democracia, el asunto medular
a mi modo de ver, está recogido en “El último texto
(Segunda lectura del nuevo milenio)” (Editorial Ala de
cuervo, 2006) y aspiro ver publicado en 2008 “Una
interrogación ilimitada (Tercera lectura del nuevo
milenio)” donde remato la tesis de un sistema político
democrático para estos tiempos que corren.
Atiendo así, con este primer párrafo, las angustias de
algunos lectores. Al parecer han leído mis textos críticos
y no mis textos conceptuales. Amén del cuerpo teórico he
dejado clara, en cada ocasión, mi postura sobre la
coyuntura específica y a cada error detectado he recordado
lo que dije al respecto. Los lectores deben entender que
soy solamente alguien que escribe, no pretendo el
ejercicio de liderazgo alguno, cumplo –apenas- lo que
considero un deber ético y una obligación moral: escribir
sobre mi país. Y lo he hecho profusamente, sin ahorrar
tiempo. Sobre el cuerpo conceptual quizás alguien algún
día se interese, puesto que sé de la lentitud del paso de
las ideas. Sobre los asuntos estratégicos y tácticos me
preocupa algo más que nadie me haga caso, pues quizás si
al menos se hubiesen molestado en darle una mirada a lo
que he planteado es posible que el agregado de esta óptica
hubiese contribuido en algo a enrumbar mejor la lucha.
Comparto plenamente la posición de los lectores que me
escriben: estamos hartos de diagnósticos, pero más de
planteamientos descabellados y sin ningún asidero en la
realidad. El país exige un diseño sobre su destino, un
corpus conceptual sobre lo que queremos que sea, un
proyecto nacional. He sido yo quien ha repetido un millar
de veces que sin ese mapa conceptual de Venezuela será
imposible enfrentar a lo que tenemos como oferta en estos
momentos. Algunos dicen que primero tenemos que salir de
esto, lo que es un craso error. Otros cometen una peor
equivocación, el invocar el capitalismo como contraoferta,
cuando está claro que la única posibilidad es avanzar
hacia una sociedad que si bien respete cosas básicas como
el derecho a la propiedad también se abra, progresista y
progresivamente, hacia el logro de nuevas formas que
garanticen la justicia y la paz social. Por ello he
denominado a mi modesto bloque de ideas “Democracia del
siglo XXI” y he dicho, para que nadie me haga caso, que
frente a “socialismo del siglo XXI” lo único a oponer es
“democracia del siglo XXI”.
Me he definido como un pragmático con ideas y conceptos,
uno muy distinto a otro pragmatismo que ronda por allí y
que de lo único que quiere ocuparse es como salir del
gobierno. Para salir del gobierno hay que tener una
propuesta sustitutiva, en primer lugar, y una estrategia
definida, en segundo lugar. Lo que sucede es que no existe
ninguna de las dos y una buena parte de los venezolanos –a
buena hora y por fin- comienza a molestarse con los
habladores de pendejadas. A quienes me dicen que quieren
verme en televisión les respondo que eso no será posible,
no soy “entrevistado predilecto”. Internet resolvió
problemas de monopolio informativo y la prueba la acabamos
de ver en Birmania donde cinco blogs han mantenido
informado al mundo y ni siquiera el cierre de esa vía por
parte de la dictadura militar ha cortado la comunicación,
puesto que la tecnología ha conseguido la manera de saltar
sobre el bloqueo.
La sociedad venezolana de hoy paga un alto precio en
mediocridad y falta de criterio político. Ya las causas
las hemos abordado suficientemente. He, por ello, llamado
a la inteligencia a reaccionar, a esa escondida en
provincia y en la vida privada, a una que instituyó en su
mente un desprecio irracional por la política. No culpen,
estimados lectores que me escriben, a la falta de
dirigentes buena parte de nuestros males. Plantéense más
bien que clase de sociedad es esta que no es capaz de
generarlos y pregúntense que clase de comportamiento deben
adoptar para producir un salto cualitativo y una
reapreciación de la más digna de las actividades: la
participación activa en la conformación del destino
colectivo.
tlopezmelendez@cantv.net