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La democracia del siglo XXI 
por Teódulo López Meléndez  
jueves, 30 junio 2006

 

No hay combate político sin ideas. El que frunza la nariz porque alguien se dedique a pensar es un necio. La pelea en el terreno de las ideas es tan importante como el enfrentamiento de la cotidianeidad oprobiosa que nos atosiga. Ambas batallas hay que darlas en simultáneo, sin tregua en ninguna de las dos, sin pausa para perder el tiempo. Nadie puede decir que, en lo personal, no hago ambas tareas.

Tenemos enfrente una oferta de “socialismo del siglo XXI” y hay que producir una respuesta que he considerado no puede ser otra que “la democracia del siglo XXI”. Al respecto hemos creado “La sociedad de las ideas”, sin junta directiva, como un intercambio horizontal de pensamiento político, para analizar las fallas que la democracia ha presentado y presenta, para incluso modificar conceptos, para tratar de darle vuelo a un sistema que es el único posible. 

Para quienes se burlen del pensamiento recordemos los ejemplos de los “think tanks” norteamericanos, con numerosas fundaciones y miles de millones de dólares gastados en la producción de ideas. Ellos son norteamericanos y lo hacen a su manera, pero allí está en Francia “La república de las ideas”, dirigida por el profesor Rosanvallons, que dirige este instituto en la universidad de Grenoble y a donde van los intelectuales franceses a analizar temas como los que hemos propuesto, con influencia y oídos atentos en las élites dirigentes y en el común de los interesados en los asuntos públicos. 

Hemos estado pensando sobre “el socialismo del siglo XXI” y llegado a conclusiones que van desde el pensamiento político cubano del siglo XIX marcado por el “destino manifiesto”, desde el pensamiento jacobino pasando por la “filosofía del resentimiento” del sociólogo francés Pierre Bourdieu con  su "teoría de la violencia simbólica" hasta los viejos moldes vistos en el siglo XX, sumados los elementos populistas y militaristas propios de América Latina. Si no sabemos lo que enfrentamos no sabremos como combatir. Por supuesto que nadie ha venido a asistirnos como a las fundaciones norteamericanas ni nadie nos ha dado cobijo como lo tiene “La república de las ideas” de Francia. Es así, vivimos en Venezuela, un país donde pensar es una tontería y un acto banal. 

Hemos deliberado, claro está, sobre “la democracia del siglo XXI”, y hemos llegado a algunas conclusiones. La primera, obviamente, es que no se puede seguir hablando de democracia pensando que es un sistema donde se vota o donde hay representatividad o participación. A la democracia tenemos que hincarle los dientes, revisar todo y ahora mismo estamos sobre el concepto de política. Indispensable entrar en él porque en este país la gente dice estar “harta de política” cuando en verdad lo que está es harta de falta de política. Política no es la actividad que realizan los políticos. Política es participar en la actividad social. Es necesario terminar con la desnaturalización del concepto mismo, la creencia generalizada de una particularización “profesional”. Ejemplos: La medicina la ejercen los médicos, la ingeniería los ingenieros, la política los políticos. Toda acción sobre la vida pública o, dicho de otra manera, sobre los intereses colectivos, es una acción política. Otra cosa distinta es lo que podríamos denominar “actividad política” (proselitismo, búsqueda del poder, etc.) que es propia de los políticos.  

La sociedad venezolana ha olvidado que es la democracia. Con su rechazo a un pasado al que no quiere regresar, está incurriendo en un error garrafal de percusión, con la excepción de valores claves como libertad y limpieza electoral, y es aquí donde se justifica plenamente el planteamiento de  conceptuar la democracia. Lo que no se renueva perece; lo que ante los ojos de la gente es ya conocido, con sus virtudes y vicios, carece de la atracción de la novedad. Hay que conceptuar para la demostración práctica de una democracia sin adjetivos, sólo ubicada en un contexto de tiempo: siglo XXI, con todo lo que ello implica.  

La sociedad venezolana está atomizada por muchas causas: desvío y confusión por la profusión de “aprendices de brujo” que pululan en los medios radioeléctricos, la conversión de los encuestadores en analistas con las consecuentes barrabasadas, la determinación de los medios de “escoger” cuidadosamente quienes asisten a sus programas de entrevistas, los negociantes que se dirigen a sobrevivir en el actual régimen. La sociedad venezolana ha perdido la capacidad de reacción, está sentada frente al televisor esperando que la pantalla le diga como debe comportarse. Consecuencia: la sociedad venezolana está imposibilitada de generar dirigentes. La sanación del cuerpo social implica un largo proceso que debe partir de la inserción en la cotidianeidad. 

Sin entrar a discutir si terminó la era de los partidos y su sustitución por cortes transversales de gente que encuentra elementos de lucha común y objetivos compartidos (tema que está incluido en el segundo punto de la discusión), podemos percibir que estamos en un momento que bien puede definirse como “limbo”: los partidos están minusválidos pero los grupos emergentes (denominados tribus urbanas por los sociólogos) no terminan de conformarse. No obstante, el gobierno prevé la materialización de la nueva forma de organización social legislando para controlar las ONG. La ausencia de política (la verdadera enfermedad que nos atosiga) es la causa directa del fatalismo actual de la población venezolana. Se releva que no hay nadie que encarne los “intereses generales”. La política está ausente, es necesario bajarla de la ausencia y sembrarla en lo cotidiano, única posibilidad de que reencontremos lo social. 

En eso andamos en “La sociedad de las ideas”. Diagnosticando la oferta del adversario y tratando de preparar la propia. El que se quiera sumar bienvenido será: la única condición es saber pensar.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 
 
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