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La búsqueda del modus vivendi global
por Teódulo López Meléndez  
domingo, 27 agosto 2006

 

Allí, en la Academia, fuera de los límites de Atenas, comenzó un proceso matemático llamado globalización. La advertencia sobre la necesaria condición de geómetra para entrar implicaba una conexión con la ontología que hacía de filósofos y cosmólogos hacedores de un globo, el del cielo. Cuando los marineros europeos, alrededor de 1500, abandonaron la tierra para hacer del mar la nueva vía y junto a ellos los geógrafos comenzaron a trazar los mapas de los descubrimientos se inició la globalización terrestre. Había un interés económico, se usufructuaban las riquezas del nuevo mundo en beneficio de los monarcas europeos que habían hecho una inversión en procura de un retorno a sus inversiones. Desde entonces dinero y globo terráqueo van juntos. Hoy asistimos a un factum político-económico-cultural iniciado con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Tenemos, así, un tránsito que va desde la mera especulación meditativa hasta la praxis de registro de un globo. Así, el mundo se des-aleja, se eliminan las distancias ocultantes, se convierte en una red de circulación y de rutinas telecomunicativas. La técnica ha implantado en los grandes centros de poder y consumo la eliminación de la lejanía. Quienes se oponen genéricamente a la “globalización” son unos extravagantes. Está aquí de hecho, tiene un ritmo indetenible,  la preside el dinero porque este es la nueva barca capaz de girar el planeta y regresar. No es, por supuesto, un mero proceso económico, pero sí un hecho consumado, uno donde consumación sustituye a legitimación, uno que se hace insustituible a la hora de analizar la era presente de la humanidad. Como bien lo dice Peter Sloterdijk “ahora somos una comunidad de problemas”. Ya hemos apuntado que con el acontecimiento globalizador se deshacen las concepciones políticas, se afectan las autounidades nacionales, cambian los actores tradicionales que pierden competencias, el multiculturalismo irrumpe, sobre Europa se produce el “regreso” por la entrada de grandes masas de población a un estado de movilidad, lo que  a su vez afecta el concepto de sociedad de masas y, claro está, viene la protesta de los antiglobalizadores que lleva a Roland Robertson (Globalization. Social Theory and Global Cultura) a definir el acontecimiento de la globalización como “un proceso acompañado de protesta” (a basically contested process), lo que hace que Sloterdijk señale que la protesta contra la globalización es también la globalización misma, pues no es otra cosa que la reacción de los organismos localizados frente a las infecciones del formato superior del mundo. 

Hay que recordar que estamos asistiendo a una interpenetración de civilizaciones, lo que hace también superfluo otro debate: el supuesto enfrentamiento entre homogenización y heterogeneización, para entrar a analizar como estas dos tendencias se implican mutuamente. Robertson recuerda como hay una discusión global sobre lo local, la comunidad y el hogar lo que le lleva a pensar en la cultura global como una interconexión de culturas locales. Aún no sabemos con precisión cuales serán las consecuencias culturales de este acontecimiento llamado globalización, pero podría asomarse que encontraremos una hibridación. Si lo vemos desde este ángulo, podríamos decir que estamos ante muy llamativo proceso de mestizaje. Llamémoslo, de una vez por todas, multiculturalismo, lo que implica respeto hacia una “fertilización cruzada”. Si se plantea un desarrollo incontaminado de las culturas estaríamos cayendo en formas de racismo o de nacionalismo excluyente.   

Ahora bien, debemos abordar el problema desde un ángulo estrictamente económico que, repetimos, es apenas uno entre los varios aspectos del acontecimiento globalización. Aquí entran al juego privatización, anulación de controles, eliminación del déficit, inflación, etc. Políticas económicas, en suma, marcadas efectivamente por una concepción neoliberal. Ello, por la presión de las poderosas transnacionales y por la conformación misma de instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, pero, también, es necesario decirlo, por la permeabilidad de gobernantes ahogados incapaces o impotentes para resistir. Identificar este proceso de manera excluyente con globalización es lo que ha hecho daño a la palabra que describe el proceso en que estamos inmersos. Se suma el elemento político: la acusación de ineficacia contra la democracia, lo que conlleva a peligros que ya hemos analizado prolijamente en otra parte. Para mí el problema es el renacimiento de una vieja enfermedad llamada economicismo, renacida con tal potencia que ha doblegado la política a su servicio.  

Si uno lee a los pensadores actuales encuentra cada vez más la palabra ecumenismo, antiguamente usada para indicar la restauración de la unidad entre todas las iglesias cristianas, pero si vamos a su origen griego podemos detectar que más bien se refiere al espacio apto para la vida humana. Ecúmeno, con todas las implicaciones de respeto, amplitud y garantías que implica, debe ser el nuevo espacio humano. Ya no podemos hablar de culturas como segmentos colocados unos al lado de los otros. Ahora constituyen un tejido, como una red de Internet. Debemos enfocarnos en el nacimiento de un nuevo pluralismo: variedad y experimentación cultural, tolerancia y desarrollo, la consideración de la heterogeneidad cultural como recurso para el futuro social, fomento del dinamismo transformador de la cultura. El aislamiento en “enclaves del olvido” no conduce a ninguna parte. Si a ver bien vamos el objetivo del desarrollo es la cultura, como condición indispensable al desarrollo es la cultura, culebra que se muerde la cola. Sabemos perfectamente que de la pobreza podemos salir. Por lo demás, veamos esta aparente paradoja: sin multiplicidad el capitalismo no puede sobrevivir, pues perdería la capacidad de innovar y, con ella, la de competir.  

Algunos recurren a las cifras para demostrar como la globalización es, en grado menor, y proporcionalmente hablando, no tanto un asunto económico. Se menciona que lo que ha sucedido es simplemente que las tecnologías de la comunicación han aumentado la velocidad en la circulación y, consecuentemente, aumentos en las ganancias debido a la mayor rotación del capital.  

Ciertamente ya nos estamos des-cobijando de la vieja “patria”. Es lo que Sloterdjik (Esferas) llama el tambaleo de “la construcción inmunológica de la identidad político-étnica” y el juego de las dos posiciones, la de un sí-mismo sin espacio y la de un espacio sin sí-mismo y la búsqueda de un modus vivendi entre los dos polos que implicará, seguramente, la creación de “comunidades imaginarias” sin lo nacional y la participación, también imaginaria, en otras culturas. El hombre puede tornar a “envolverse” en protección en la era globalizada, lejos del feroz individualismo que en el tiempo presente parece ser la única caparazón que le resulta reconfortante. Especial cuidado hay que poner en los efectos políticos, puesto que ya el colectivo no representa nada para el individualista. Hay que crear nuevas formas de tejido social-político que impidan a un hombre que ha hecho de su piel el nuevo resguardo un agente potencial del totalitarismo o un desconcertado.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 
 
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