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La agenda de las contrariedades
por Teódulo López Meléndez  
martes, 26 diciembre 2006


2007 va a ser el escenario de una de las confrontaciones más interesantes y decisorias de la historia venezolana. Si entramos en este año a gritar “Federación” porque los otros gritan “Centralismo”, o viceversa, no estaremos en el siglo XXI, habremos regresado plenamente al escenario del siglo XIX, uno que nos ha estado persiguiendo con saña en estos últimos ocho años. Es menester hacer retornar la política venezolana a un clima de ponderación y sensatez. Ello pasa por varias vertientes. En la oposición es necesario olvidarse de las elecciones del pasado 3 de diciembre. No entiendo como se recurre a ellas como fuente de pesimismo y de desgarramientos. No entiendo como se sigue girando sobre acusaciones de trampas y enviando cartas o redactando proclamas. No entiendo como columnistas de la oposición siguen escribiendo declaraciones de guerra a muerte. Desde el gobierno, siempre el principal responsable como detentador del poder, no se asoma una clara visión de Estado. Sobre el tema de los presos políticos el presidente Chávez emite declaraciones insensibles que nos hacen pensar en que si el presidente Caldera hubiese manejado los mismos criterios frente a los golpistas del pasado tanto el presidente Chávez como sus compañeros alzados en armas todavía estuvieran en la cárcel de Yare pagando sus condenas. Mientras el sector no oficial recoge firmas para una Ley de Amnistía, la presidenta de la Asamblea Nacional emite unas declaraciones exigiéndole  un supuesto arrepentimiento y una solicitud  de perdón a los presos con lo cual  nos hace pensar que ella no es un político y cuando no hay políticos con quien conversar en términos precisamente políticos la actividad de manejo de los asuntos públicos se convierte en una charada. 

La agenda, como está planteada, debe ser objeto de rápidas intervenciones quirúrgicas. Si del sector no oficial hay incendiarios que antorcha en mano hacen el delirio de no se sabe quien, desde el sector oficial la política comunicacional es absolutamente ininteligible. Los medios de comunicación del Estado se mantienen como si aquí no hubiese finalizado la campaña electoral; siguen con el tema del golpe del 11 de abril; continúan ridiculizando a dirigentes no oficialistas; la chabacanería de algunos programas alcanza cuotas impensables en un país medianamente decente. Con este tono que ni siquiera ha opacado la época navideña marchamos directamente a gritar “Federación” si los adversarios gritan “Centralismo” y viceversa. 

Es absolutamente indispensable preservar la unidad de la nación. El debate que viene debe ser asumido con calma y con deseos de entendimiento. Debemos comenzar por aceptar que vienen cambios, que son absolutamente indetenibles, pero debemos estar listos para influirlos e, incluso, modificarlos. El debate crucial no puede ser asumido como si continuáramos en la campaña electoral. O nos enseriamos o nos perdemos. He advertido – y lo repito, pues me parece el punto esencial - que aquí debemos respetar las normas constitucionales, no incurrir en situaciones como las de Bolivia que el 15 de diciembre estuvo al borde del abismo y retrocedió un paso en el último momento. Ello significa que no se puede someter a votación en referéndum, como parte de una reforma constitucional, lo que sólo corresponde a un Poder Constituyente. Lo segundo, que la reforma deberá ser sometida a votación de manera desglosada.  

Si el gobierno está dispuesto a caminar sobre estos dos pilares, entremos a discutir el fondo.  En cuanto a la reforma, sería perfectamente admisible que se establezcan nuevas formas de propiedad al lado de la propiedad privada que viene respetada. Es conveniente un Poder Ciudadano elevado a rango constitucional. Muchas cosas son posibles y muchas más pueden y deben ser objeto de discusión seria. Una reforma constitucional de la magnitud que se avecina puede desgarrar a la nación. De manera que debe ser asumida con ponderación. Y también con determinación por parte del gobierno. No le negamos su derecho a hacernos a los venezolanos sus propuestas, pero los venezolanos deberemos votarlas una a una. Y sobre cada tema se deberán dar, de lado y lado, explicaciones convincentes de porqué se apoyan o se rechazan. Esta no es la hora de los gritos ni de los extremismos. Convirtamos al 2007 en un año de pedagogía política, no en un año de fotocopia de la Guerra Federal. 

Si entramos a un debate de ideas arriba y no en el charco, si dejamos los extremismos de lado y lado, podríamos hacer del nuevo año uno donde la concepción de la ciudadanía brote aplacando las iras. El primer paso es bajar los decibeles de las injurias y de las manipulaciones. Hasta que se extingan, hasta que permitan el debate que se merecen los ciudadanos, uno alejado de una democracia tumultuaria.  Desde el gobierno llaman a sus planteamientos “socialismo del siglo XXI” y yo me centro en lo que llamo “democracia del siglo XXI”. Ambos planteamientos coinciden en todo lo que se refiere a un amplio control social sobre el Estado, a la búsqueda de nuevas formas convivientes de economía, al establecimiento de una normativa jurídica que avance hacia la justicia social. Las discrepancias provienen del ejercicio excluyente, de los asomos de totalitarismo, de la vulneración de los derechos ciudadanos y a la preservación plena de una democracia inclusiva. Hay más coincidencias y más discrepancias, pero este no es el momento de elencarlas. Lo haré cuando llegue el momento de discutir cada tema. Lo importante ahora es que existimos quienes estamos abiertos a dar el gran debate, sin estridencias y con conceptos en la mano, amén de buena voluntad. Una que debe ser respetada, sin meternos la baza de los aspavientos, la imposición grosera o “el aquí mando yo y punto”. 

2007 tiene, en este momento, una agenda de contrariedades. Propongo convertirla en una agenda de posibilidades, abierta y de altura. El gobierno es siempre el mayor responsable. Junto a la Conferencia Episcopal insisto en que el tema de los presos políticos, o como quiera llamárseles, es asunto prioritario, una manifestación clara de tolerancia. El segundo ha sido señalado con claridad meridiana: si seguimos el ejemplo boliviano de violación de las normas llegaremos al borde del abismo sin garantías de que no caeremos. Demos el gran debate de nuestro tiempo apegándonos al respeto y a las ideas. Por mi parte no gritaré “Centralismo” ni "Federación". Las guerras civiles del siglo XIX allí deben quedarse. Lo que haré será escribir con serenidad mis puntos de vista sobre cada punto en discusión. No soy un guerrerista dispuesto a blandir armas. Lo único que tengo son ideas por lo que quiero cambiar esta agenda de contrariedades por una agenda de posibilidades.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 

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