2007
va a ser el escenario de una de las confrontaciones más
interesantes y decisorias de la historia venezolana. Si
entramos en este año a gritar “Federación”
porque los otros gritan
“Centralismo”, o
viceversa, no estaremos en el siglo XXI, habremos
regresado plenamente al escenario del siglo XIX, uno que
nos ha estado persiguiendo con saña en estos últimos ocho
años. Es menester hacer retornar la política venezolana a
un clima de ponderación y sensatez. Ello pasa por varias
vertientes. En la oposición es necesario olvidarse de las
elecciones del pasado 3 de diciembre. No entiendo como se
recurre a ellas como fuente de pesimismo y de
desgarramientos. No entiendo como se sigue girando sobre
acusaciones de trampas y enviando cartas o redactando
proclamas. No entiendo como columnistas de la oposición
siguen escribiendo declaraciones de guerra a muerte. Desde
el gobierno, siempre el principal responsable como
detentador del poder, no se asoma una clara visión de
Estado. Sobre el tema de los presos políticos el
presidente Chávez emite declaraciones insensibles que nos
hacen pensar en que si el presidente Caldera hubiese
manejado los mismos criterios frente a los golpistas del
pasado tanto el presidente Chávez como sus compañeros
alzados en armas todavía estuvieran en la cárcel de Yare
pagando sus condenas. Mientras el sector no oficial recoge
firmas para una Ley de Amnistía, la presidenta de la
Asamblea Nacional emite unas declaraciones exigiéndole un
supuesto arrepentimiento y una solicitud de perdón a los
presos con lo cual nos hace pensar que ella no es un
político y cuando no hay políticos con quien conversar en
términos precisamente políticos la actividad de manejo
de los asuntos públicos se convierte en una charada.
La agenda, como está
planteada, debe ser objeto de rápidas intervenciones
quirúrgicas. Si del sector no oficial hay incendiarios que
antorcha en mano hacen el delirio de no se sabe quien,
desde el sector oficial la política comunicacional es
absolutamente ininteligible. Los medios de comunicación
del Estado se mantienen como si aquí no hubiese finalizado
la campaña electoral; siguen con el tema del golpe del 11
de abril; continúan ridiculizando a dirigentes no
oficialistas; la chabacanería de algunos programas alcanza
cuotas impensables en un país medianamente decente. Con
este tono que ni siquiera ha opacado la época navideña
marchamos directamente a gritar
“Federación” si los adversarios
gritan “Centralismo” y viceversa.
Es absolutamente indispensable
preservar la unidad de la nación. El debate que viene debe
ser asumido con calma y con deseos de entendimiento.
Debemos comenzar por aceptar que vienen cambios, que son
absolutamente indetenibles, pero debemos estar listos para
influirlos e, incluso, modificarlos. El debate crucial no
puede ser asumido como si continuáramos en la campaña
electoral. O nos enseriamos o nos perdemos. He advertido –
y lo repito, pues me parece el punto esencial - que aquí
debemos respetar las normas constitucionales, no incurrir
en situaciones como las de Bolivia que el 15 de diciembre
estuvo al borde del abismo y retrocedió un paso en el
último momento. Ello significa que no se puede someter a
votación en referéndum, como parte de una reforma
constitucional, lo que sólo corresponde a un Poder
Constituyente. Lo segundo, que la reforma deberá ser
sometida a votación de manera
desglosada.
Si el gobierno está dispuesto
a caminar sobre estos dos pilares, entremos a
discutir el
fondo. En cuanto a la reforma, sería perfectamente
admisible que se establezcan nuevas formas de propiedad al
lado de la propiedad privada que viene respetada. Es
conveniente un Poder Ciudadano elevado a rango
constitucional. Muchas cosas son posibles y muchas más
pueden y deben ser objeto de discusión seria. Una reforma
constitucional de la magnitud que se avecina puede
desgarrar a la nación. De manera que debe ser asumida con
ponderación. Y también con determinación por parte del
gobierno. No le negamos su derecho a hacernos a los
venezolanos sus propuestas, pero los venezolanos deberemos
votarlas una a una. Y sobre cada tema se deberán dar, de
lado y lado, explicaciones convincentes de porqué se
apoyan o se rechazan. Esta no es la hora de los gritos ni
de los extremismos. Convirtamos al 2007 en un año de
pedagogía política, no en un año de fotocopia de la Guerra
Federal.
Si entramos a un debate de
ideas arriba y no en el charco, si dejamos los extremismos
de lado y lado, podríamos hacer del nuevo año uno donde la
concepción de la ciudadanía brote aplacando las iras. El
primer paso es bajar los decibeles de las injurias y de
las manipulaciones. Hasta que se extingan, hasta que
permitan el debate que se merecen los ciudadanos, uno
alejado de una democracia tumultuaria. Desde el gobierno
llaman a sus planteamientos “socialismo del siglo XXI” y
yo me centro en lo que llamo “democracia del siglo XXI”.
Ambos planteamientos coinciden en todo lo que se refiere a
un amplio control social sobre el Estado, a la búsqueda de
nuevas formas convivientes de economía, al establecimiento
de una normativa jurídica que avance hacia la justicia
social. Las discrepancias provienen del ejercicio
excluyente, de los asomos de totalitarismo, de la
vulneración de los derechos ciudadanos y a la preservación
plena de una democracia inclusiva. Hay más coincidencias y
más discrepancias, pero este no es el momento de
elencarlas. Lo haré cuando llegue el momento de discutir
cada tema. Lo importante ahora es que existimos quienes
estamos abiertos a dar el gran debate, sin estridencias y
con conceptos en la mano, amén de buena voluntad. Una que
debe ser respetada, sin meternos la baza de los
aspavientos, la imposición grosera o “el aquí mando yo y
punto”.
2007 tiene, en este momento,
una agenda de contrariedades. Propongo convertirla en una
agenda de posibilidades, abierta y de altura. El gobierno
es siempre el mayor responsable. Junto a la Conferencia
Episcopal insisto en que el tema de los presos políticos,
o como quiera llamárseles, es asunto prioritario, una
manifestación clara de tolerancia. El segundo ha sido
señalado con claridad meridiana: si seguimos el ejemplo
boliviano de violación de las normas llegaremos al borde
del abismo sin garantías de que no caeremos. Demos el gran
debate de nuestro tiempo apegándonos al respeto y a las
ideas. Por mi parte no gritaré
“Centralismo” ni "Federación".
Las guerras civiles del siglo XIX allí deben quedarse. Lo
que haré será escribir con serenidad mis puntos de vista
sobre cada punto en discusión. No soy un
guerrerista dispuesto a
blandir armas. Lo único que tengo son ideas por lo que
quiero cambiar esta agenda de contrariedades por una
agenda de posibilidades.
tlopezmelendez@cantv.net