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El 2007 comenzó en diciembre
por Teódulo López Meléndez  
sábado, 8 julio 2006



Ciudadano
: "Habitante de las ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el gobierno del país"
DRAE 

Cuando en junio de 2006 decidí regresar a la columna de opinión lo hice por lo que entendí el cumplimiento de un deber. Seis meses después debo admitir que el periodismo es un gusanillo demasiado fuerte que una vez admitido en la sangre es prácticamente imposible de sacar. No es que no lo supiera, mi primera columna de opinión la escribí a los 13 años.  Lo que ahora admito es que cuando se retoma en la madurez avanzada parece que se trata de una asunción definitiva. Lo digo porque voy a citarme a mí mismo en este texto, lo que nunca resulta elegante, pero sí conveniente. 

Dije en numerosas ocasiones que las elecciones del 3 de diciembre de 2006 eran falsas, en el sentido de que nada cambiarían. Llegué a agregar que el resultado numérico de las mismas podríamos considerarlo algo secundario. Aseguré que el año de la verdadera batalla, el año importante, sería 2007. Invito a los lectores a que busquen en el archivo de esta página mis artículos al respecto, invitación que formulo porque, según los mails que me llegan, muchos lectores ya lo están haciendo sin necesidad de convite. Les bastará hacer clic sobre mi nombre. 

El 3 de diciembre no terminó nada, comenzó todo. Es ahora cuando se plantea un gran debate de ideas y una lucha política intensa desprovista de golpes por debajo del cinturón. El que no tenga ideas estará fuera del juego. El presidente Chávez, que es un individuo hiperactivo, ha hecho que el 2007 comience en diciembre y no en enero. Ahí está la idea del partido único –repito, del gobierno que preside, no del país, porque los manipuladores de oficio tratan de hacernos entender lo contrario- y contra todas las vacilaciones y comentarios opuestos, incluso ha decidido ponerle nombre: Partido Socialista Unido de Venezuela. Buen nombre, pero con una amenaza: el que no quiera entrar queda fuera del gobierno. Ante semejante planteamiento uno se imagina que Podemos, PPT, el partido de Lina Ron y otros grupos dejarán de lado sus reticencias. Los que no deben dejarlas de lado son los intelectuales chavistas que han lanzado advertencias sobre burocratización y desviaciones. Es su deber –a cumplir a cabalidad- estar vigilantes sobre este partido que me imagino llevará por siglas PSUV. De las palabras del propio Jefe de Estado y de algunos teóricos chavistas parece que se intentará un modelo alejado de aquel impuesto en Venezuela por el Partido Comunista y que todos copiaron, incluyendo a AD y a COPEI. Es decir, un modelo estalinista de estructura vertical descendiente. Lo mejor que he escuchado al respecto se lo oí al general Müller Rojas, cuando hablaba de red de redes. En efecto, un partido de estos tiempos tiene que tener una amplia democracia interna que incluye, por ejemplo, elecciones directas de la base para designar autoridades, la reducción a su mínima expresión de los tribunales disciplinarios –sólo para asuntos de ética y no por posiciones divergentes de política o de opiniones- y, sobre todo, la comprensión de las nuevas formas de organización social. Dejemos de lado la vieja expresión de “partido policlasista”, puesta de moda fundamentalmente por AD, para hablar de convivencia de intereses que pueden, y deben, confrontarse en determinados momentos. De esta manera, los partidos deben ser un escenario donde intereses contrapuestos llegan a acuerdos sobre intereses comunes o divergen por la defensa de intereses parciales. Dentro del partido deben resolverse respetando esas diferencias y respetando los acuerdos internos, que no lo son de facciones o grupos como las hemos conocido en los partidos tradicionales, sino de intereses legítimos. En otras palabras, se trata de crear redes y redes de redes, unas que se forman sobre escenarios particulares y que cambian o se modifican conforme al debate en curso. Esos desacuerdos y acuerdos forman entretejidos y movimientos horizontales que se llaman redes o redes de redes, como bien lo señalaba Müller Rojas. Esa es la nueva forma de organización social democrática inclusiva para un país que asuma una democracia del siglo XXI y que debe tener en los partidos otro escenario, uno más, donde manifestarse, confrontarse y resolver. 

La segunda cosa que cayó rápidamente sobre el tapete fue el de la reforma constitucional. Hay varias cosas elementales: el presidente Chávez insiste en que no quiere Asamblea Constituyente, sino reforma. Esto implica un límite en las modificaciones; para decirlo más claro, no hay intenciones de establecer en el texto constitucional una proclama de convertir a este país en un Estado socialista. Las normas deben ser respetadas y la Constitución del 99 establece muy claramente que una proclama de ese tipo requeriría de una Constituyente pues equivaldría a una refundación. Lo que pasa en Bolivia es una clara muestra de la violación de las normas, con las consecuencias de huelgas de hambre, de violencia y de amenaza de ruptura de la unidad nacional. Contrariamente a lo que dice el presidente Chávez, la única causa de la explosión boliviana es que se pretende hacer aprobar por mayoría simple lo que estaba establecido se debía aprobar por mayoría calificada, lo que, de hecho, obligaba a las negociaciones, puesto que el presidente Morales no la tiene, contrariamente a lo que esperaba en las elecciones para constituyentes. Si aquí, por la vía de reforma, se trata de hacer lo que corresponde al Poder Constituyente este país se incendiaría.  

La segunda cosa que hay que poner de relieve es la necesidad de presentarle desglosada al pueblo venezolano tal reforma en el referéndum aprobatorio que se deberá convocar. No se nos podrá decir voten Sí o No por todo el paquete, lo que podría conducir a una abstención masiva y yo tengo los más grandes deseos de votar en ese referéndum. Deberemos poder escoger entre votar “sí” por algunas propuestas y “no” por otras. Dentro del barullo entendemos que hasta el momento hay dos propuestas claras y definidas: la reelección presidencial indefinida y el establecimiento del Poder Popular como poder del Estado con rango constitucional. Yo votaré “no” por la reelección indefinida y “sí” por la segunda. Sobre este último punto me permito hacerle una propuesta concreta a quienes diseñarán la reforma que propondrá el gobierno. No lo llamen Poder Popular, llámenlo Poder Ciudadano. No se trata de un asunto de simple semántica. Se trata de un concepto profundo, puesto que se elevaría la palabra ciudadano a nivel de poder, esto es, se proclamaría la fuerza originaria de un ser humano pensante que participa activamente, y con plena conciencia, en los asuntos públicos. No voy a repetir mis ideas; remito el lector a mi artículo publicado en esta página bajo el título El desarrollo pleno del Estado Social de Derecho y sobre el que espero el editor tenga la gentileza de colocar un hipervínculo para que los lectores puedan acceder con un simple clic. En ese texto está definido lo que creo que es la realización plena de la juridicidad democrática en una democracia del siglo XXI. En mi opinión está descrita allí la evolución del simple Estado de Derecho entronizado por el liberalismo hasta lo que hoy debemos admitir como un poder ciudadano de control social sobre las acciones del Estado, lo que el presidente Chávez llama poder popular y, que repito, debe pasar a llamarse poder ciudadano, por los argumentos que expreso en mi artículo citado. Por supuesto que la invitación a acoger esta propuesta de Poder Ciudadano se la hago, por igual, a la comisión de ilustres constitucionalistas nombrada por el sector no oficial.  

El 2007 comenzó en diciembre. Diciembre de 2006 convertido en el primer mes de un nuevo año debe convertirse en una invitación a ejercer la ciudadanía, esto es, a hablar con criterio, a dejar de lado los histerismos y las fantasías delirantes, a aprender a pensar, a saber debatir con cordura. Una buena contribución del gobierno sería darse cuenta que la campaña electoral terminó, dejar de lado las benditas camisas rojas excluyentes y, sobre todo, aprender a mirar, porque si supieran mirar se hubiesen dado cuenta que en el acto del “Teresa Carreño”, donde se homenajeó al Comando Miranda, sabiamente al menos la mitad de los asistentes no las portaba.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 

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