Ciudadano:
"Habitante de las
ciudades antiguas o de Estados modernos como sujeto de
derechos políticos y que interviene, ejercitándolos, en el
gobierno del país"
DRAE
Cuando
en junio de 2006 decidí regresar a la columna de opinión
lo hice por lo que entendí el
cumplimiento de un deber. Seis meses después debo admitir
que el periodismo es un gusanillo demasiado fuerte que una
vez admitido en la sangre es prácticamente imposible de
sacar. No es que no lo supiera, mi primera columna de
opinión la escribí a los 13 años. Lo que ahora admito es
que cuando se retoma en la madurez avanzada parece que se
trata de una asunción definitiva. Lo digo porque voy a
citarme a mí mismo en este texto, lo que nunca resulta
elegante, pero sí conveniente.
Dije en numerosas ocasiones
que las elecciones del 3 de diciembre de 2006 eran falsas,
en el sentido de que nada cambiarían. Llegué a agregar que
el resultado numérico de las mismas podríamos considerarlo
algo secundario. Aseguré que el año de la verdadera
batalla, el año importante, sería 2007. Invito a los
lectores a que busquen en el archivo de esta página mis
artículos al respecto, invitación que formulo porque,
según los mails que me llegan,
muchos lectores ya lo están haciendo sin necesidad de
convite. Les bastará hacer
clic sobre mi
nombre.
El 3 de diciembre no terminó
nada, comenzó todo. Es ahora cuando
se plantea un gran debate de ideas y una lucha política
intensa desprovista de golpes por debajo del cinturón. El
que no tenga ideas estará fuera del juego. El presidente
Chávez, que es un individuo hiperactivo, ha hecho que el
2007 comience en diciembre y no en enero. Ahí está la idea
del partido único –repito, del gobierno que preside, no
del país, porque los manipuladores de oficio tratan de
hacernos entender lo contrario- y contra todas las
vacilaciones y comentarios opuestos,
incluso
ha decidido ponerle nombre: Partido
Socialista Unido de Venezuela. Buen nombre, pero con una
amenaza: el que no quiera entrar queda fuera del gobierno.
Ante semejante planteamiento uno se imagina que Podemos,
PPT, el partido de Lina Ron y otros grupos dejarán de lado
sus reticencias. Los que no deben dejarlas de lado son los
intelectuales chavistas que han lanzado advertencias sobre
burocratización y desviaciones. Es su deber –a cumplir a
cabalidad- estar vigilantes sobre este partido que me
imagino llevará por siglas PSUV. De las palabras del
propio Jefe de Estado y de algunos teóricos chavistas
parece que se intentará un modelo alejado de aquel
impuesto en Venezuela por el Partido Comunista y que todos
copiaron, incluyendo a AD y a COPEI. Es decir, un modelo
estalinista de estructura vertical descendiente. Lo mejor
que he escuchado al respecto se lo oí al general
Müller Rojas, cuando hablaba
de red de redes. En efecto, un partido de estos tiempos
tiene que tener una amplia democracia interna que incluye,
por ejemplo, elecciones directas de la base para designar
autoridades, la reducción a su mínima expresión de los
tribunales disciplinarios –sólo para asuntos de ética y no
por posiciones divergentes de política o de opiniones- y,
sobre todo, la comprensión de las nuevas formas de
organización social. Dejemos de lado la vieja expresión de
“partido policlasista”, puesta
de moda fundamentalmente por AD, para hablar de
convivencia de intereses que pueden, y deben, confrontarse
en determinados momentos. De esta manera, los partidos
deben ser un escenario donde intereses contrapuestos
llegan a acuerdos sobre intereses comunes o divergen por
la defensa de intereses parciales. Dentro del partido
deben resolverse respetando esas diferencias y respetando
los acuerdos internos, que no lo son de facciones o grupos
como las hemos conocido en los partidos tradicionales,
sino de intereses legítimos. En otras palabras, se trata
de crear redes y redes de redes, unas que se forman sobre
escenarios particulares y que cambian o se modifican
conforme al debate en curso. Esos desacuerdos y acuerdos
forman entretejidos y movimientos horizontales que se
llaman redes o redes de redes, como bien lo señalaba
Müller Rojas. Esa es la nueva
forma de organización social democrática inclusiva para un
país que asuma una democracia del siglo XXI y que debe
tener en los partidos otro escenario, uno más, donde
manifestarse, confrontarse y resolver.
La segunda cosa que cayó
rápidamente sobre el tapete fue el de la reforma
constitucional. Hay varias cosas elementales: el
presidente Chávez insiste en que no quiere Asamblea
Constituyente, sino reforma. Esto implica un límite en las
modificaciones; para decirlo más claro, no hay intenciones
de establecer en el texto constitucional una proclama de
convertir a este país en un Estado socialista. Las normas
deben ser respetadas y la Constitución del 99 establece
muy claramente que una proclama de ese tipo requeriría de
una Constituyente pues equivaldría a una refundación. Lo
que pasa en Bolivia es una clara muestra de la violación
de las normas, con las consecuencias de huelgas de hambre,
de violencia y de amenaza de ruptura de la unidad
nacional. Contrariamente a lo que dice el presidente
Chávez, la única causa de la explosión boliviana es que se
pretende hacer aprobar por mayoría simple lo que estaba
establecido se debía aprobar por mayoría calificada, lo
que, de hecho, obligaba a las negociaciones, puesto que el
presidente Morales no la tiene, contrariamente a lo que
esperaba en las elecciones para constituyentes. Si aquí,
por la vía de reforma, se trata de hacer lo que
corresponde al Poder Constituyente este país se
incendiaría.
La segunda cosa que hay que
poner de relieve es la necesidad de presentarle desglosada
al pueblo venezolano tal reforma en el referéndum
aprobatorio que se deberá convocar. No se nos podrá decir
voten Sí o No por todo el paquete, lo que podría conducir
a una abstención masiva y yo tengo los más grandes deseos
de votar en ese referéndum. Deberemos poder escoger entre
votar “sí” por algunas propuestas y “no” por otras. Dentro
del barullo entendemos que hasta el momento hay dos
propuestas claras y definidas: la reelección presidencial
indefinida y el establecimiento del Poder Popular como
poder del Estado con rango constitucional. Yo votaré “no”
por la reelección indefinida y “sí” por la segunda. Sobre
este último punto me permito hacerle una propuesta
concreta a quienes diseñarán la reforma que propondrá el
gobierno. No lo llamen Poder Popular, llámenlo Poder
Ciudadano. No se trata de un asunto de simple semántica.
Se trata de un concepto profundo, puesto que se elevaría
la palabra ciudadano a nivel de poder, esto es, se
proclamaría la fuerza originaria de un ser humano pensante
que participa activamente, y con plena conciencia, en los
asuntos públicos. No voy a repetir mis ideas; remito el
lector a mi artículo publicado en esta página bajo el
título El desarrollo
pleno del Estado Social de Derecho y sobre el
que espero el editor tenga la gentileza de colocar un
hipervínculo para que los lectores puedan acceder con un
simple clic.
En ese texto está definido lo que creo que es la
realización plena de la juridicidad democrática en una
democracia del siglo XXI. En mi opinión está descrita allí
la evolución del simple Estado de Derecho entronizado por
el liberalismo hasta lo que hoy debemos admitir como un
poder ciudadano de control social sobre las acciones del
Estado, lo que el presidente Chávez llama poder popular y,
que repito, debe pasar a llamarse poder ciudadano, por los
argumentos que expreso en mi artículo citado. Por supuesto
que la invitación a acoger esta propuesta de Poder
Ciudadano se la hago, por igual, a la comisión de ilustres
constitucionalistas nombrada por el sector no oficial.
El 2007 comenzó en diciembre.
Diciembre de 2006 convertido en el primer mes de un nuevo
año debe convertirse en una invitación a ejercer la
ciudadanía, esto es, a hablar con criterio, a dejar de
lado los histerismos y las fantasías delirantes, a
aprender a pensar, a saber debatir con cordura. Una buena
contribución del gobierno sería darse cuenta que la
campaña electoral terminó, dejar de lado las benditas
camisas rojas excluyentes y, sobre todo, aprender a mirar,
porque si supieran mirar se hubiesen dado cuenta que en el
acto del “Teresa Carreño”, donde se homenajeó al Comando
Miranda, sabiamente al menos la mitad de los asistentes no
las portaba.
tlopezmelendez@cantv.net