La
integración no se puede hacer con llanto. La integración
hay que afrontarla como un proceso donde hay sacrificios
para obtener ventajas. Europa es el caso más claro, pero
como no pretendo volver a echar el cuento del largo
camino desde la Comunidad del Acero y el Carbón hasta la
realidad de hoy de la Unión Europea, me limitaré a dos
relatos personales que me tocó vivir en Italia. El
primero con la que entonces era mi familia política
romana: esta familia tenía cinco grandes galpones con
miles de buenas ponedoras de huevos; un día tocó a la
puerta la Comunidad Económica Europea para advertir que
no podían seguir en el negocio puesto que había que
comer huevos holandeses cuyo costo de producción era
menor; los centenares de metros de instalaciones
metálicas fueron arrancados con dolor y vendidos como
chatarra; ante la pregunta de que hacer la familia no se
volteó contra el gobierno italiano ni encabezó una
manifestación contra la CEE: decidió montar una fábrica
de salchichas. La otra me tocó percibirla cuando era
Cónsul General de Venezuela en Nápoles y puede visitar
la acería cerrada también por orden europea: no se
justificaba aquella siderúrgica de
Pozzuoli, los costos eran insoportables, a pesar
de que se iba a dejar en la calle a centenares de
trabajadores en la zona del
mezzogiorno, la más deprimida de Italia. A
cambio, el gobierno italiano comenzó a desarrollar
planes especiales de empleo.
La integración al MERCOSUR
siempre fue una aspiración venezolana con el bloqueo
permanente de Argentina. Ahora se da por razones
políticas, pero eso no importa, bienvenida sea.
Venezuela botó una oportunidad única de liderar a la
Comunidad Andina en las negociaciones con MERCOSUR, pero
tengo la seguridad de que en un futuro inmediato
retornaremos a la CAN. Los argumentos de las asimetrías
entre las economías no es una justificación para
rechazar la integración. Para eso existen las
negociaciones. No olvidemos que el ingreso venezolano
realmente va a durar siete años más, durante los cuales
los gobiernos discuten la protección de su propio parque
industrial, agrícola y a sus empresarios. He allí donde
he señalado a los dirigentes empresariales que esta es
una oportunidad única de evadir cualquier probable
intento del actual gobierno venezolano por avanzar en su
proyecto de reducción de la propiedad privada. Después
de las largas y tediosas negociaciones, donde los
gobiernos discuten ramas industriales y productos
agrícolas uno a uno, se establecen algunas restricciones
proteccionistas a ser superadas a plazo fijo. ¿Qué no
fueron consultados para el ingreso? No importa, métanse
de alma y corazón en lo que es irreversible y hecho
cumplido.
No se puede ser
integracionista de la boca para afuera y escurrir el
bulto cuando llega la hora. Los procesos de integración
son una realidad mundial. El componente político del
proceso en que estamos no puede ser juzgado porque le
compramos bonos de la deuda pública a Argentina o porque
Lula sea el presidente de Brasil. Esa son cosas que,
aparentemente, han ayudado al ingreso venezolano, pero
que son superadas ampliamente por el hecho en sí. Si se
produjo la circunstancia favorable, pues adelante, sin
olvidar que en Argentina el actual Jefe del Estado no
durará toda la vida y Lula durará un período más de
gobierno, pues es un demócrata que no va a modificar la
constitución de su país para reelegirse más allá de lo
permitido. Tampoco hay que olvidar, a pesar de los
pesimistas, que tampoco el actual gobierno venezolano va
a durar indefinidamente a pesar de las bravuconadas que
hablan de 2021 o 2031. El proceso de integración de
Sudamérica está por encima de las circunstancias.
Tenemos que ponernos por encima de la inmediatez, sin
dejar de usar lo que nos conviene en este momento
político venezolano, esto es, enfrentar a un gobierno
totalitario que entre sus objetivos finales nos quiere
imponer una colectivización de la propiedad. Si en la
reforma constitucional que este gobierno intentará en el
2007 se incluyen normas contrarias a los principios
básicos de defensa productiva del MERCOSUR en buen lío
se meterá.
Un detalle que no entiendo
es el olvido de la interconexión fluvial. El gobierno
venezolano se ha centrado en un proyecto faraónico de
gasoducto sobre el cual no puedo opinar porque no soy
conocedor de la materia -al respecto me limito a
escuchar a los expertos- pero no ha hecho mención ni una
vez a un proyecto que ya era caro a los Padres
Libertadores: la conversión de nuestros ríos en una gran
autopista de agua que permitiría la circulación de
bienes y servicios, amén de personas, a bajo costo. Si
no me equivoco los estudios técnicos de ese proyecto
están muy avanzados y muy archivados. Durante mi breve
pasantía por Argentina insistimos en visitar la
cancillería de ese país para pedir, cada vez que había
una reunión sudamericana de cualquier tipo, que se
incluyese el tema de la interconexión fluvial. Me parece
absolutamente absurdo que no se mencione más lo que fue
un sueño de nuestros fundadores y una extraordinaria
forma de integrarse.
Una nota que me gustaría
subrayar es el caso de las cooperativas. Ellas no son
invención de este gobierno. Las cooperativas, de todo
tipo, desde consumo hasta producción, tienen una vieja
historia que no es el caso relatar ahora. El
cooperativismo es un movimiento universal que implica
organización social y sentido del bien colectivo. Hay
que ayudarlas y fundar más. Sí me permito recordar que
la primera persona que en este país se tomó a pecho,
desde el gobierno, al movimiento cooperativo fue la
tristemente fallecida Adelita
de Calvani, quien aprovechó
que su marido era el Ministro de Relaciones Exteriores y
factotum clave del primer
gobierno de Caldera, Arístides
Calvani (nunca bien recordado), quien era también
un furibundo partidario de las cooperativas, amén de
furibundo partidario de la justicia social. Que este
gobierno les diga a los cooperativistas que no pueden
tener beneficios es propio de su criterio de
aplanamiento social, pero eso es otra cosa.
Finalmente me gustaría
recordarles a dirigentes políticos y empresariales que
van a los medios radioeléctricos a hablar de la
Comunidad Económica Europea que eso no existe,
desapareció hace años. Eso se llama Unión Europea.