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La ventaja de no ser escuchado 
por Teódulo López Meléndez  
domingo, 11 junio 2006

 

   En mayo del 2004 le dije a Teodoro Petkoff que nuestra divergencia fundamental estaba en que para mí la revolución chavista, como toda revolución, iba hacia la dictadura y que tocaba a la oposición, inclusive, la decisión sobre el momento de dejarla deslizar hacia allí. Teodoro debe tener en su archivo mis correos electrónicos sobre el particular, como yo tengo en el mío sus respuestas.

   En enero del 2006 comencé a decirle a todo el que me quiso escuchar que era necesaria la selección de un candidato presidencial único. Eso, a conciencia de que no se darían las condiciones para unas elecciones limpias. Todos me contradijeron bajo el argumento de que primero las condiciones y después, si acaso, el candidato. Agotado ante la sordera argüí que no entendía como podía producirse un retiro de unas elecciones presidenciales si no se tenía un candidato. Cité todos los casos del universo todo y henos aquí a mitad de año procurando la selección de ese aspirante mientras hemos perdido seis meses. Entiendo la política, entiendo que se mezclan los deseos de algunos de primero posicionarse, entiendo que los deseos de tener a alguien como abanderado es un deseo irreprimible en un país esencialmente democrático como el nuestro, tendencia natural que no se puede desconocer so pena de pagar el precio.

   El proceso se inició con un gravísimo riesgo por parte de “Súmate”, hoy golpeada por no entender el juego de las contradicciones. Continuó con un pacto que en privado, y ahora por primera vez en público, califiqué como el Pacto de Punto Móvil, por oposición al Pacto de Punto Fijo. Este último se firmó entre Betancourt, Caldera y Villalba, tres líderes históricos que firmaron con la dictadura ya caída, en el momento de auge de los partidos y cuando representaban el 95 por ciento de la población. El Pacto de Punto Móvil se firmó entre Rosales, Petkoff y Borges, que deben estar, entre los tres, entre un 15 y un 20 por ciento del electorado, con pretensiones excluyentes y desprecio hacia el “chiripero” (olvidando con qué ganó Caldera su segunda presidencia) y con un afán de repartirse el país post-Chávez con Chávez aún en el poder, lo que  da tintes pocos admisibles al Pacto de Punto Móvil. Han tratado, a posteriori, de dialogar y abrirse un poco ante la obviedad del sectarismo manifestado y hay que tratarlos con cuidado pues de oposición se trata.

   He dicho que uno de los errores fundamentales del Pacto de Punto Fijo fue haber excluido al partido Comunista, viniendo este, como venía, de una heroica resistencia contra la dictadura perezjimenista. Es posible que con la victoria de Castro y de la revolución cubana el PCV hubiese roto de todas maneras, pero nunca las cosas son iguales. URD se va con el célebre discurso del entonces Canciller Arcaya, se produce la insurrección política primero, y después militar, de los “cabeza calientes” del MIR y la historia ya conocida: una insurgencia militar que dio al traste con lo mejor de la izquierda y que explica, en buena parte,  la mediocridad de quienes están en el poder.

   La salida de URD, y antes la exclusión del PCV, es lo que nos conduce al bipartidismo AD-Copei, no el Pacto de Punto Fijo en sí, un acuerdo que era absolutamente necesario para garantizar la estabilidad democrática post-dictadura. Lo que se degenera en el camino es el bipartidismo. Lo que pasa es que entre los nefastos propósitos del presente régimen está cambiar la historia. El asunto lo discutí bastante con Jóvito Villalba, él acostado en calzoncillos en la hamaca de mi abuelo en Carora y yo escuchándolo, como escuchaba a ese brillante líder que me había honrado con su amistad. Villalba, uno de los hombres más brillantes, inteligentes, cálidos y erráticos que he conocido en mi vida, me dio todo tipo de explicaciones en las que no escapaban su rivalidad con Betancourt y las tendencias sociopolíticas de América Latina.

   La digresión me ha venido por lo del Pacto de Punto Móvil. Delante tenemos ahora unas primarias patrocinadas por la Santísima Trinidad más un chiripero con el que se dialoga a contrapelo y sin ganas, mientras se olvida que existen AD, Alianza Bravo, El Comité de la Resistencia y la centro-derecha organizada bajo el lema-consigna “El 4D un mandato de la nación”, es decir, por lo menos el 80 por ciento de la población oposicionista. Una que, ciertamente, ha sabido siempre lo que iba a pasar y lo que pasará: que no habrá condiciones, que no cederán un milímetro hacia unas elecciones limpias y que terminaremos todos absteniéndonos. Una que ha anunciado de antemano su posición, sin dejar de conceder, porque otra cosa no podía hacer, que se debían continuar buscando las condiciones necesarias para participar, pero que, por ello, está ahora en una situación incómoda: deberán explicar lo de las primarias (que corren serio riego de fracasar por ausencia de votantes) y lo del candidato que salga de allí (si es que sale), aunque el sofoco se les pase con lo que será el resultado final.

   Cuando uno no tiene interés personal alguno y lo único que lo mueve es el interés de la nación, pues no le importa ser desoído. Además, lo sabemos, a los intelectuales en este país no nos escucha nadie, en parte porque nos merecemos ese tratamiento por nuestra desidia y comportamiento cómodo, en parte porque los políticos nunca entienden razonamientos desinteresados. Lo cierto es que, al final de este lamentable cuento, creo que lo único que queda por saldar es el encuentro entre las dos vertientes, es decir, entre el hipotético candidato y quienes ya  han dicho no participarán. Ese final unitario se va a producir cuando el hipotético candidato deba retirarse para no ir, en palabras de Teodoro, a “un matadero electoral”. A no ser que el candidato, creyéndose investido por los dioses, diga que él es el líder por voluntad de Zeus y de sus truenos literarios.

  Por cierto que abstencionista es que el que no cree en el voto. En este país no hay abstencionistas. Abstención viene del latín abstentioonis, que significa inhibición o privación y que, referido a la política, es la expresión doctrinal que defiende la no participación de los ciudadanos en las tareas públicas. Aquí todos queremos participar en las tareas públicas, incluyendo la de votar. Cuando se usa como protesta contra un gobierno significa que no se reconoce su legitimidad. En otras palabras, si no votamos el 4 de diciembre del año pasado es porque se la negamos a la Asamblea Nacional; sin embargo, allí está funcionando con la cobertura mediática total y sin que nadie desconozca sus acuerdos. Si no votamos el 3 de diciembre de este año, ¿seguiremos acatando al gobierno resultante como si fuera uno legítimo?

   Cuando no se es escuchado uno tiene ventajas.

 
 
 
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