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La riqueza escondida en los bulbos de tulipán
por Teódulo López Meléndez  
miércoles, 6 septiembre 2006

 

En el siglo XVII un aventurero aseguró que en los bulbos de los tulipanes se escondía una gran riqueza, lo que llevó a millones de personas a comprar tulipanes, nos recuerda Peter Sloderdijk,  a propósito de aquella frase suya donde describe el noticiero de la noche como 50 millones de personas alfabetizadas que se sientan a ver como el mundo se ha convertido en diversión.  

En los bulbos de los tulipanes sigue escondiéndose una gran riqueza. Entre nosotros no se trata ni siquiera del noticiero de la noche. Entre nosotros los dueños de los bulbos de tulipán nos gritan lo que los venezolanos tenemos que hacer. Y nos amenazan con arrepentimientos dolorosos  si no hacemos lo que nos dictan. Quien ha pronunciado frases que algunos columnistas amigos ponen como epígrafes de sus artículos, ahora sostiene todo lo contrario. Los recuerdos van hasta el 12 de abril y hasta la huelga general. Y uno tiene derecho a preguntarle a Teodoro Petkoff sobre su frase donde nos aseguraba que el mayor mérito de la candidatura de Manuel Rosales era que la política había regresado a manos de los políticos, cuando, en verdad, sigue en manos de los dueños de los bulbos de tulipán. 

Que la política no esté en manos de los políticos es cosa harto conocida y graves consecuencias nos ha traído. El tema lo he analizado en profusión y la lista de autores importantes que se han dedicado al tema es larga. Sin embargo, se han limitado a la manipulación, ninguno ha hablado del ejercicio directo del poder y del liderazgo por parte de los dueños de los bulbos de tulipán. Acostumbro citar a Paul Virilio: “Lo que se dilata…es el globo ocular de un ojo que engloba completamente el cuerpo del hombre…” En otra parte he hablado de un inmenso condón universal.  

Esto se está convirtiendo, simplemente, en una medición para saber si los alfabetizados que en la noche entran en trance saldrán a comprar bulbos de tulipán. Apuesta riesgosa, me parece. Si no salen, el aliado circunstancial se quedará frente a sí mismo. Y entonces los gritos acusatorios no se los creerá nadie. Si salen, volveremos a recordar el mes de abril y la huelga general. Y los alfabetizados que entran en trance seguirán esperando las próximas órdenes gritadas por los propagandistas de la riqueza que se esconde en los bulbos de tulipán. Henry Ramos Allup, al parecer, está en la mira de quienes buscan culpables por la evasión de Carlos Ortega. ¿Qué se hará en el caso de que el líder nacional de un partido vaya preso?  La pregunta excede los límites de esta “normalidad” que nos hace vivir el régimen, “controlando” las erogaciones propagandísticas del gobierno, anunciando la apertura de los medios del Estado, proclamando austeridad en los gastos del candidato-presidente. Es precisamente esa “normalidad” la que nos están ratificando.  

Los incidentes menores se quedan como incidentes menores. Lo importante es la “normalidad”. Esta “normalidad” parece una de cartones animados. El Fiscal general se permite hablar de oposición democrática y de oposición radical no democrática. ¿De dónde se permite el señor Fiscal General entrar en calificaciones no jurídicas y evidentemente políticas? ¿De dónde se permite violar el libre albedrío de los electores en un país donde el voto no es obligatorio y calificar de no democráticos a quienes no van a votar? El señor Fiscal General comparte la “normalidad” en los largos minutos, a veces horas, en que se entrega a hablar bajo la aquiescencia de los dueños de los bulbos de tulipán. Es la “normalidad” democrática. Nada que reprochar.  

A una cuadra de mi casa una señora tiene un puesto de venta de flores. Allí están incluidos los tulipanes. Cuando por las tardes la señora recoge su puesto de venta (a lo mejor es una ingeniero despedida de PDVSA) quedan por el piso de la plaza que se llamaba “Rómulo Betancourt” (una empleada de cedulación me aclaró una vez que ya no se llamaba así) las hojas y los pétalos  que se han caído de las flores y de los tulipanes. En la mañana muy temprano los desarrapados de esta tierra que duermen en la plaza otrora llamada “Rómulo Betancourt”, y de dónde los maleantes se llevaron el busto de ese conciudadano, perciben un desagradable olor a podrido. Me niego a pensar que sea el olor propio del otoño que ahora comienza en el norte de este planeta. El otoño, lo he dicho, me parece una estación ideal para la creación. Caminar sobre las hojas caídas siempre me recuerda que volverá la vida.

tlopezmelendez@cantv.net

 
 
 
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