En
el siglo XVII un aventurero aseguró que en los bulbos de
los tulipanes se escondía una gran riqueza, lo que llevó
a millones de personas a comprar tulipanes, nos recuerda
Peter
Sloderdijk, a propósito de aquella frase suya
donde describe el noticiero de la noche como 50 millones
de personas alfabetizadas que se sientan a ver como el
mundo se ha convertido en diversión.
En los bulbos de los
tulipanes sigue escondiéndose una gran riqueza. Entre
nosotros no se trata ni siquiera del noticiero de la
noche. Entre nosotros los dueños de los bulbos de
tulipán nos gritan lo que los venezolanos tenemos que
hacer. Y nos amenazan con arrepentimientos dolorosos si
no hacemos lo que nos dictan. Quien ha pronunciado
frases que algunos columnistas amigos ponen como
epígrafes de sus artículos, ahora sostiene todo lo
contrario. Los recuerdos van hasta el 12 de abril y
hasta la huelga general. Y uno tiene derecho a
preguntarle a Teodoro Petkoff
sobre su frase donde nos aseguraba que el mayor mérito
de la candidatura de Manuel Rosales era que la política
había regresado a manos de los políticos, cuando, en
verdad, sigue en manos de los dueños de los bulbos de
tulipán.
Que la política no esté en
manos de los políticos es cosa harto conocida y graves
consecuencias nos ha traído. El tema lo he analizado en
profusión y la lista de autores importantes que se han
dedicado al tema es larga. Sin embargo, se han limitado
a la manipulación, ninguno ha hablado del ejercicio
directo del poder y del liderazgo por parte de los
dueños de los bulbos de tulipán. Acostumbro citar a
Paul
Virilio: “Lo
que se dilata…es el globo ocular de un ojo que engloba
completamente el cuerpo del hombre…” En otra
parte he hablado de un inmenso condón universal.
Esto se está convirtiendo,
simplemente, en una medición para saber si los
alfabetizados que en la noche entran en trance saldrán a
comprar bulbos de tulipán. Apuesta riesgosa, me parece.
Si no salen, el aliado circunstancial se quedará frente
a sí mismo. Y entonces los gritos acusatorios no se los
creerá nadie. Si salen, volveremos a recordar el mes de
abril y la huelga general. Y los alfabetizados que
entran en trance seguirán esperando las próximas órdenes
gritadas por los propagandistas de la riqueza que se
esconde en los bulbos de tulipán. Henry Ramos
Allup, al parecer, está en
la mira de quienes buscan culpables por la evasión de
Carlos Ortega. ¿Qué se hará en el caso de que el líder
nacional de un partido vaya preso? La pregunta excede
los límites de esta “normalidad” que nos hace vivir el
régimen, “controlando” las erogaciones propagandísticas
del gobierno, anunciando la apertura de los medios del
Estado, proclamando austeridad en los gastos del
candidato-presidente. Es precisamente esa “normalidad”
la que nos están ratificando.
Los incidentes menores se
quedan como incidentes menores. Lo importante es la
“normalidad”. Esta “normalidad” parece una de cartones
animados. El Fiscal general se permite hablar de
oposición democrática y de oposición radical no
democrática. ¿De dónde se permite el señor Fiscal
General entrar en calificaciones no jurídicas y
evidentemente políticas? ¿De dónde se permite violar el
libre albedrío de los electores en un país donde el voto
no es obligatorio y calificar de no democráticos a
quienes no van a votar? El señor Fiscal General comparte
la “normalidad” en los largos minutos, a veces horas, en
que se entrega a hablar bajo la aquiescencia de los
dueños de los bulbos de tulipán. Es la “normalidad”
democrática. Nada que reprochar.
A una cuadra de mi casa una
señora tiene un puesto de venta de flores. Allí están
incluidos los tulipanes. Cuando por las tardes la señora
recoge su puesto de venta (a lo mejor es una ingeniero
despedida de PDVSA) quedan por el piso de la plaza que
se llamaba “Rómulo Betancourt” (una empleada de
cedulación me aclaró una vez que ya no se llamaba así)
las hojas y los pétalos que se han caído de las flores
y de los tulipanes. En la mañana muy temprano los
desarrapados de esta tierra que duermen en la plaza
otrora llamada “Rómulo Betancourt”, y de dónde los
maleantes se llevaron el busto de ese conciudadano,
perciben un desagradable olor a podrido. Me niego a
pensar que sea el olor propio del otoño que ahora
comienza en el norte de este planeta. El otoño, lo he
dicho, me parece una estación ideal para la creación.
Caminar sobre las hojas caídas siempre me recuerda que
volverá la vida.