Abreboca: No me ocupo de
“politólogos” que para explayar sus complacientes teorías
con el poder plutocrático se dedican a averiguar la vida
personal de los líderes (si beben, si fuman o si fornican)
y menos cuando citan a Liz Taylor para avalarlas.
El
desarrollo del concepto de alienación echó en el olvido al
de fetichismo. Ambos han sufrido períodos de esplendor y
de olvido, remodelaciones y cambios. Marx está en el
origen de ambos, sólo que la interpretación de “fetichismo
de la mercancía” se fue reduciendo a una falsa valoración
de las cosas lo que le daba una implicación ideológica,
cuando hoy en día la sociedad del espectáculo ha
convertido a esa mercancía en la creadora del mundo que
habitamos.
Es evidente que ambos conceptos se entrelazan. El objeto
es un fetiche (hoy el símbolo a citar sería el teléfono
celular) y estamos alienados en el sentido de que nuestra
creación escapó de nosotros y nos domina. Hoy decimos en
relación a ambos conceptos que se han modificado
sustancialmente los medios de dominación. Es evidente que
insistimos en lo tecno-mediático porque vivimos en la
civilización de la imagen, pero ella tiene relación
directa con la mercancía “fuera de sí”. Este “rebaño
normalizado” lo es ahora por vías distintas, las cuales
han sido afinadas en su efectividad por la tecnología.
La precisión del cambio la definió Gilles Deleuze como el
paso de una sociedad disciplinal a una sociedad de
control. En la primera existen instituciones que funcionan
como la columna vertebral y definen el especio social,
esto es, la llamada sociedad civil (otro concepto en
riesgo) define al cuerpo social todo. Si a ver vamos la
casi totalidad de las instituciones que sirven de
estructura a esa sociedad civil están derruidas trayendo
como consecuencia lo que este pensador llama “vacío
social”. La llamada sociedad civil, en algunos casos,
sigue conservando las instituciones y características que
alguna vez la definieron, pero estas han sido anegadas por
las nuevas formas de control hasta llegar a una de las
condiciones esenciales de este, la hipersegmentación de la
sociedad. Aquí, y en todas partes, deberíamos comenzar a
hablar más bien de una sociedad postcivil.
Está claro que para la existencia de una democracia la
sociedad civil resulta indispensable. Es ella el campo
donde lógicamente se producen las mediaciones esenciales
al espíritu democrático. Fue Hegel el mayor estudioso de
este tema, aunque, claro está, el concepto nació para
oponerlo al de sociedad natural. Lo civil en los
pensadores anteriores implicaba la organización social,
con el Derecho incluido como gran ordenador, mientras
Hegel parece referirse más bien a “sociedad burguesa”.
Bien podría argumentarse que la sociedad civil se ha
convertido en un simulacro de lo social. La democracia,
por ejemplo, parece alejarse de su marco de drenaje y
composición, para elevarse por encima de las fuerzas
conflictivas que se mueven en su seno. El poder que
amenaza con surgir en el siglo XXI trabaja –ya lo hemos
dicho hasta la saciedad- con la velocidad y con la imagen,
más con la velocidad de la imagen. Su alzamiento por
encima de una sociedad civil débil le permite recuperar el
sueño del dominio total, de la modelación de los
“contemporáneos” (antes ciudadanos) a su leal saber y
entender. Así, el poder de la dominación se hace total. En
el campo del sistema político la democracia comienza a ser
mirada como un impedimento, como un estorbo.
Ya no estamos, pues, y a veces mucha gente no se da
cuenta, en una sociedad industrial. En consecuencia las
formas de poder son otras. Las que corresponden a una
sociedad panóptica* si aceptamos el término, o,
simplemente a una sociedad de control. En consecuencia,
las viejas formas (sindicatos, partidos políticos,
asociaciones empresariales y todas aquellas
“instituciones” de la sociedad civil) se derrumban, al
igual que los sistemas de valores tradicionales, la
familia, los sistemas de poder (la democracia en peligro).
No se trata, como repite tanta gente en mi país, de que
los partidos se regeneren o se hagan diferentes. Lo que
pasa es que la forma de expresión política de este tiempo
ya no pasa por ellos. Hay nuevas formas de poder y también
nuevas formas de política, sólo que la tendencia es a la
eliminación de esta última, es decir, a un
neo-totalitarismo. Si vemos, por ejemplo, la inutilidad de
los sindicatos y la impotencia absoluta de los partidos
para unir en torno a ideologías, debemos admitir que la
nueva estructura política pasará por un entramado de redes
de acción y presión política. Lo que hay que entender es
que la política dejó de ser un espacio de acción
individual o uni-organizativo para convertirse en una gran
red de redes de transmisión de información, creación de
coaliciones y alianzas y en articulación de presión
política.
En su postdata sobre “Las sociedades de control”, Gilles
Deleuze nos recuerda el proceso, con Foucault, de las
sociedades disciplinarias de los siglos XVIII y XIX, en
plenitud en los principios del siglo XX, donde el hombre
pasa de espacio cerrado a espacio cerrado, esto es, la
familia, la escuela, el cuartel, la fábrica y,
eventualmente, la prisión, que sería el perfecto modelo
analógico. Este modelo sería breve, apenas sustitutivo de
las llamadas sociedades de soberanía, donde más se
organiza la muerte que la vida. Deleuze considera el fin
de la II Guerra Mundial como el punto de precipitación de
las nuevas fuerzas y el inicio de la crisis de lo que
llamamos sociedad civil. Entran en crisis la familia, la
escuela, el hospital, el ejército, la prisión. En otras
palabras, entran con fuerza las sociedades de control que
sustituyen a las sociedades disciplinarias. Virilio habla
así de control al aire libre por oposición a los viejos
espacios cerrados. El gran diagnóstico sobre este proceso
lo hace, qué duda cabe, Foucault, pero es a Deleuze a
quien debemos recurrir para entender el cambio de los
viejos moldes a lo que él denomina modulaciones. La
modulación cambia constantemente, se adapta, se hace
flexible. La clave está en que en las sociedades
disciplinarias siempre se empezaba algo, mientras que en
las de control nunca se termina nada, lo importante no es
ni siquiera la masa, sino la cifra. Es decir, hemos dejado
de ser individuos para convertirnos en “dividuos”. No hay
duda de la mutación: estamos en la era de los servicios,
la vieja forma capitalista de producción desapareció. He
definido esta era como la de la velocidad, pues bien, el
control es rápido, cambiante, continuo, ilimitado. Si
algunos terroristas colocan collares explosivos a sus
víctimas, la sociedad de control nos coloca un collar
electrónico.
Y como siempre que diagnosticamos en este tema debemos
regresar a Michael Foucault (“Microfísica del poder”,
“Vigilar y castigar (Nacimiento de la prisión)”, “La
arqueología del saber”, “Los anormales”, “Estrategias de
poder”). Siempre ha existido algún tipo de vigilancia
hacia los individuos o grupos sociales, pero una que pueda
llamarse de “rango institucional centralizado” corresponde
a este tiempo del nacimiento y progreso de las nuevas
tecnologías. Así, la sociedad de control tiene mayor
intensidad y sistematización en su vigilancia, alzándose
esta última como sustituta de la coerción física. Esta
pérdida de libertad es aceptada gustosamente. Foucault
distingue así entre sociedad de espectáculo y sociedad de
vigilancia, diferenciación que no encuentro correcta, pues
como he dicho más arriba, el espectáculo es una forma
vigilante. En cualquier caso podemos aceptar el término
acuñado, el de sociedad panóptica, que no es otra que
aquélla que reproduce la estructura y funcionamiento del
poder. En otras palabras, se homogeniza el comportamiento.
El preso no puede observar a quien lo observa, mientras
que el panóptico no hace otra cosa, está fijo frente al
carcelero, mirándole, aprendiendo de él, haciéndose él.
Para decirlo con palabras propias de una dictadura, el que
se sabe vigilado procura “comportarse bien”. La vigilancia
se introyecta, se hace parte integral del “dividuo”. Nos
hemos convertido en autómatas consumidores de imágenes. Y
volvemos a lo que he llamado la plaga neo-totalitaria que
puede avizorarse en el horizonte: ya no habrá dictaduras
con estadios llenos, no hará falta, la sumisión estará en
el interior del hombre, pues el “dividuo” no verá al
poder, ni hará falta, y al no verlo le parecerá ausente,
inaccesible, y eso hará del poder el amoroso dictador cuya
eficacia está garantizada.
*Panóptico: Dicho de un edificio. Construido de modo que
toda su parte interior se pueda ver desde un solo punto.
DRAE),
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