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Manual de uso para venezolanos desarmados 
por Teódulo López Meléndez  
miércoles, 5 julio 2006

 

La sociedad venezolana de hoy está inerme, inerte y opaca. Está representada por esa muchacha que escuché en Petare gritando alegre: “Me voy `pal bonche’, mientras se pueda”. Está encarnada vívidamente en esos entrevistados predilectos que repiten y repiten siempre lo mismo. La denuncia está devaluada porque no hace sino repetir lo que el gobierno ya ha dicho. Si el Ministro de Educación dice que politizará la educación, repiten: “Van a politizar la educación”. Si el presidente anuncia fusiles para 15 mil jóvenes aseguran “Eso no está previsto en la Constitución”. No modifican el discurso ni en una milésima de milímetro. Viven de la denuncia inútil y repetitiva que no pasa a ser otra cosa que catarsis, que desahogo. Le hacen un gran servicio al gobierno. Frente a la pantalla la gente se apacigua escuchando la “denuncia” (entrecomillada de ahora en adelante). Eso no es un ejercicio adecuado de la libertad de expresión, eso es un maligno juego catártico que prostituye e impide la verdadera resistencia.

Es asunto de un cambio de “filosofía” en el combate. No se debe desperdiciar nada, siempre y cuando se sepa claramente hacia donde vamos. Ante el cúmulo de errores cometidos aquí (vacío de poder o golpe de estado, como se prefiera, huelga general indefinida y referenda fallidos), son muy pocas las respuestas precisas. Toda la estrategia debe dirigirse de una buena vez a enfrentar la verdad en las mejores condiciones posibles.

No se puede hacer de una ilusión, que a la vista del común está secuestrada, el centro de una acción política. Una población advertida es mejor siempre que una población sorprendida. Ello implica: abandono del inmediatismo, convicción de una lucha muy difícil, seguridad de las “consecuencias”, que me abstengo de repetir. Una población mentalizada e instruida sobre las maneras de ejercer la resistencia. Una población no abusada en su uso para fuegos artificiales. No hacer de lo tangencial lo principal. Saltarse las expresiones maniqueas, callar a los abogadillos, ir a la sustancia:

La defensa económica: Para mí fundamental. Nos queda un resto de parque industrial y una red comercial importante. Al gobierno le será sumamente difícil romper la estructura de la propiedad privada, aunque para allá vaya. Debemos determinar como utilizar los restos del parque productivo como mecanismo de defensa. Pero lo que hacen es desgañitarse porque no fueron consultados para la entrada al MERCOSUR, lo que es verdad, pero olvidan que siempre fue una aspiración venezolana ingresar a ese bloque económico (sin salirse de la CAN). Carecen de conducción, como todas las ramas de la sociedad venezolana. Estudien y procuren la nueva realidad económica integracionista como una oportunidad de mantener la libertad de empresa que es esencial para estar allí dentro, en vez de limitarse a asegurar buenos negocios con el gobierno, sin darse cuenta que estamos frente a uno que los usa para desecharlos.

La defensa cultural: Existen valores propios de esto que llamamos venezolanidad. Debemos centrarnos en su fortalecimiento. ¿Qué diablos hace el sector educativo, aparte de reclamar salarios o protestar porque el gobierno limita los aumentos de la matrícula en los colegios privados? Debemos procurar una integración de los maestros y profesores a una actividad directa de reforzamiento de los valores que contrastan de frente las pretensiones del régimen. No se han dado cuenta que existe una política educativa, la de desmontar las referencias que históricamente han servido de sustento al comportamiento de los venezolanos y una seriedad absoluta en eso de ideologizar desde la escuela. Plantéense la forma de utilizar lo que existe para la defensa de una educación libre en lugar de “llorantinas” que los hacen aparecer como un sector egoísta.

La defensa social: La situación ha llevado a todos a refugiarse en el pequeño círculo familiar o de amistades, a habilitar el “pequeño refugio”. En este momento no estamos para una contrarrevolución o contraofensiva sobre la sociología del venezolano, sino para reforzar ciertos valores básicos. Reúnase con toda la familia, verifique la oscuridad del momento y la tormenta del futuro inmediato, tome medidas de todo tipo, de solidaridad alimenticia e intercambio de productos, de comportamiento colectivo frente a las acechanzas, hasta de defensa mutua contra el hampa; extienda la red hasta los amigos, creen redes alternas de información, traten de analizar más allá de pendejadas como “si el CNE cambia las reglas yo voto” o “esto no tiene remedio”. Adopten códigos de comportamiento colectivo, hablen a los hijos, inculquen valores de libertad, democracia y respeto. Háganles saber que la fiesta del viernes y el disfrute de la juventud es una cosa respetable, pero que hay valores superiores a defender.

La defensa política: Afortunadamente los que creyeron que convocando “marchas”, podían hacerse líderes en sustitución de los anteriores, se han quedado quietos. Este no es momento de “salgamos a la calle”. Una manifestación sólo se convoca en casos absolutamente necesarios y sin repeticiones de falta de coraje. Hay que definir una estrategia frente a la realidad del 3 de diciembre que no será otra que la abstención masiva. Analicen la forma de usar esa gran victoria para no desperdiciarla como hicieron con la del pasado 4 de diciembre de 2005. Analicen la entrada al MERCOSUR como la espada de Damocles que es para el régimen. No crean que desde el exterior nos van a venir a solucionar el problema, pero mantengan una política coherente de información y solicitud de respaldo en el exterior, no hacia los gobiernos, sino hacia los grupos sociales, partidos políticos, intelectuales y organizaciones de todo tipo. Déjense de ilusorios repartos de cuotas de poder pues el poder no lo tendrán jamás si no actuamos como debemos. Y, aún así, les será muy difícil, pues estamos hartos de dirigentillos de pacotilla. Los nuevos líderes, que incipientemente se asoman, deben aprender que deben embarrialarse los pantalones o las faldas en el contacto directo con la gente, aprender que este país no es Caracas, saber que el liderazgo no pasa por mendigar un espacio al dueño del canal de televisión sino que debe brotar desde abajo. Deben comprender las nuevas formas de organización social y, sobre todo, decir la verdad, pues en la verdad está la simiente y la savia de un país que debe producir, por fuerza, nuevos líderes y una coherencia en la lucha, so pena de sentarse a esperar que llegue el fin del bonche, lo que no está lejos.

 
 
 
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