En
estos días, en que la inquietud por el futuro hace presa de la
mayoría, se busca tanto en la ciencia como en la brujería,
indicios para detectarlo que vendrá. Lo que todos admitimos es que
el 15 de agosto, día del referendo revocatorio, será el punto de
quiebre para una de las dos facciones en que se ha dividido
políticamente Venezuela. La derrota del gobierno o de la
oposición. La continuación de los modos del chavismo o la creación
de un nuevo gobierno de transición.
El régimen que prometió hacer una revolución ofrece completarla y
quiere el endoso del voto popular otra vez. Sabe que no ha tenido
en estos 5 años y medio un momento de paz. Al principio porque era
parte de su rol, agitó los ánimos, enfrentó, dividió. Estigmatizó
a sus adversarios con adjetivos que se hicieron parte del habla
popular: " la cuarta", " la moribunda", "los cuarenta años". Se
hizo una constante el insulto, la agresión física y moral,
justificada por la regeneración de Venezuela. Aún conociendo los
defectos y contradicciones evidentes de su líder, sus partidarios
justificaron su despotismo y la pseudodemocracia que instauró con
su evidente carisma y falta de escrúpulos para acabar con todo
vestigio del anterior establishment. En el camino se enderezan las
cargas, pensaron.
Pero pronto llegó la exclusión. Los compañeros del principio:
"notables", aliados políticos en la derecha y en el empresariado
como en la izquierda y en la CTV, personalidades del mundo del
deporte, del espectáculo, juristas, escritores, técnicos,
editores. Todo el que no estuviera de acuerdo sin medias tintas
con Chávez, quedó fuera.
Lo que en un principio fue solamente bajar del autobús a los
compañeros de viaje, impregnó seguidamente a estratos completos de
la sociedad. Ya no se trataba solamente de apartar a dirigentes,
sino a grupos completos con sus familias. Para todo había una
razón: los 20000 petroleros porque motorizaron el paro, los
adecos y copeyanos porque fueron de la "cuarta", los marinos por
resistirse a entregar los tanqueros, los militares de Altamira por
acogerse al 350, los empleados públicos porque firmaron, los
periodistas de los medios privados, "porque no dicen la verdad",
los escuálidos porque marchan. La sociedad completa vio dividirse
la calle, la oficina, el pasillo. La exclusión y el despido, tocó
la puerta de todos, porque ¿quién no tiene en la familia un
chavista o un escuálido?
Todo el mundo sabe de un botado de Pdvsa que no encuentra trabajo
porque su nombre está en todas las listas de exclusión del
gobierno ¿Quién no ha pasado por un edificio invadido, ha visto
reprimir una manifestación, quejarse en la TV a un padre del
asesinato de su hijo, quemado en un cuartel? Periodistas
apaleados, boinas rojas gritando ¡Chávez, Chávez! Los tribunales
militares citan a docenas de civiles acusándolos de conspiración.
Los desempleados han vuelto Caracas una ciudad de vendedores de
pantaletas, discos y lentes, llena de tenderetes en la mañana y de
cartones para dormir en las aceras por las noches. Y la agitación
ha ido cansando profundamente a todo el mundo. Se trata de un
desgaste físico y moral que lleva años royéndonos.
El chavismo ganó prometiendo una revolución en libertad y
democracia, para que todos obtuviéramos la condición real de
ciudadanos. Pero hoy, no hemos obtenido más libertad sino más
restricciones: cambiarias, políticas, económicas, legales. El
poder Moral, la Asamblea Nacional, el poder Electoral y el
Tribunal Supremo también perdieron toda su libertad y se
convirtieron en el brazo armado del Presidente de la República.
Los mismos magistrados, parlamentarios, rectores, ministros, el
fiscal general , el contralor y el defensor del pueblo deben estar
cansados de los hilos que les hacen levantar brazos y piernas
descoyuntadamente, para defender la revolución aún en contra de
los derechos individuales que juraron proteger. La arbitrariedad
se viste hoy en Venezuela de moralidad triunfante.
Como dice
Alexis de Tocqueville, del Directorio francés: "no fue nunca capaz
de sacar adelante los asuntos. Ocupó el gobierno, pero no gobernó.
Nunca pudo devolver la regularidad administrativa a la
administración, el orden a las finanzas ni la paz al país. Todo su
reinado no fue más que una anarquía templada por la violencia. No
supo dar a nadie, un solo día, la ilusión de lo duradero... el
propio gobierno no era más que un partido, partido exclusivo,
siempre inquieto y violento"
(1)
Nuestro cansancio y nuestra angustia tienen un paralelo histórico
cuya coincidencia llega hasta la fecha: el 9 termidor en Francia.
Termidor es el nombre del onceavo mes del calendario
revolucionario francés que comenzaba el equivalente del 19 de
julio de nuestro actual calendario. El 9 Termidor, el 27 de julio
de 1794, fue guillotinado Maximiliano Robespierre, el líder
político que había instaurado lo que se llamó el Terror. Con la
muerte de Robespierre terminó uno de los períodos más agitados de
la historia francesa, donde la revolución perdió sus reglas y sus
límites, cuando murieron 40000 personas, sospechosas de ser
antirrevolucionarias. Termidor se ha vuelto sinónimo de la fase
en que el péndulo sale de las manos de los extremistas políticos y
vuelve hacia la normalidad. Y ese mes
termina el 17 de agosto.
Venezuela, agitada cada día por un escándalo nuevo, un nuevo
insulto, por una nueva provocación, por un nuevo tipo de
asesinato, político o de los otros, sufre un inmenso cansancio
termidoriano. El ofrecimiento de continuar en esta agitación
"revolucionaria" que promete sólo más agitación, más
enfrentamientos nacionales e internacionales, más exclusión, hizo
reconfirmar su voto una y otra vez a 2.569.584 personas e hizo
incorporar al registro electoral a un millón más. Para mí el
acelere de las amenazas y las agresiones por causas políticas en
vísperas del referendo no es sino un motivo más que tiene la
mayoría del pueblo venezolano para decidirse a reencontrar la paz
perdida.
Además, da que pensar que quién envió a la guillotina a
Robespierre no fueron los realistas, sino sus mismos compañeros
revolucionarios. ¿Hasta donde llegará el paralelismo en Venezuela?
Notas:
-
Inéditos sobre la Revolución. Alexis de Tocqueville. Editores
Dossat Bolsillo.1980
