El
estado de California solía ser la “tierra prometida”, el
paraíso de las oleadas de inmigrantes que poblaron el amplio
territorio de Estados Unidos, pero, este octubre 07, se
convirtió en un infierno.
La advertencia de Al Gore sobre las
consecuencias del recalentamiento de la Tierra, la verdad
inconveniente”, estaba, subliminalmente en las mentes de
quienes veían, por televisión, esta catástrofe de la
naturaleza, en vivo y en directo. Solo el cese del viento
suscitaba esperanzas de controlar el fuego, pero miles de
personas fueron desplazadas y perdieron sus hogares.
Disminuyó el viento y aumentaron las esperanzas de que los
bomberos puedan contener los incendios devastadores del sur
de California.
Curiosamente, estos vientos forman parte del frondoso
historial hispánico de esta región. Santa Mónica, Santiago,
Gabriel y otros nombres, que son como se denominan las abras
o vallecitos, convertidos en modernas urbanizaciones
pobladas expuestas a los fuegos empujados por vientos de 70
a 100 kilómetros por hora llevando la infernal tragedia.
Vientos de Santa Ana - a quien se le ocurriría dicho nombre
-, José Antonio de Santa Ana fue un dictador en distintas
etapas de México, que, en su afán de conquistar el
territorio de
California, se convirtió en un verdadero azote, oprimiendo a
ricos y pobres, con métodos tan duros, que dio lugar amuchas
leyendas decimonónicas de luchas a capa y espada contra la
opresión, la mas famosa, la “leyenda del Zorro”.
Los vientos de Santa Ana que alimentaban las llamas
comenzaron a disminuir cuando escribo este artículo al
terminar octubre. No obstante, los bomberos -muchos de ellos
son de origen latino - , luchaban corajudamente con grandes
dificultades y no se pronostican lluvias para estos días.
Hasta el momento, se ha logrado controlar los tres incendios
más grandes del condado de Los Angeles, pero de los seis
incendios del condado de San Diego, solo se ha podido
controlar el 15%. El gobernador de California, Arnold
Schwarzenegger, dijo: “Como ustedes ya saben,
actualmente hay 18 incendios. Hay 172.100 hectáreas
quemadas. Casi 8.900 bomberos se encuentran trabajando en el
lugar. Hasta el momento hubo 40 heridos y tres muertes,
1.664 construcciones han quedado destruidas en California;
de esa cifra aproximadamente 1.436 son casas. Hay más de
25.000 construcciones en peligro en este momento”.
Aun no se ha escrito una historia
definitiva sobre la influencia hispánica de esta región
californiana. Pero, sin duda la de mayor difusión ha sido
“La maldición de Capistrano” del
periodista policial que escribía en la prensa amarilla
Arthur Johnston McCullen, prolífico autor de la leyenda del
Zorro que, según Wikipedia - enciclopedia popular de
Internet -, se basa en la vida del noble español Diego de la
Vega, héroe de los desposeídos, a comienzos del siglo 19. En
esos tiempos se abría la inmigración masiva a California,
por la fiebre del oro. Los aventureros llegaban no solo de
todas las ciudades de Estados Unidos, nación que se
consolidaba, después de la guerra civil Norte-Sur, de la
cual California no podía ser parte, por razones geográficas
y demográficas, y estaba en desarrollo la “conquista del
lejano Oeste”. Llegaban por el oro de California,
aventureros de países tan remotos, como China o Chile, y,
entre estos últimos, Joaquín Murrieta, cuyas aventuras,
inspiraron a Johnston McCulley para sus artículos o relatos
en “The Police Gazette” y, nada menos al gran poeta
chileno, Pablo Neruda. Según la Wikipedia, el aventurero
chileno fue otra fuente de inspiración para la leyenda del
“z”.
Mas de diez días después y mil millones
en perdidas de viviendas, que se espera pagaran las
compañías de seguros, los nuevos héroes, que luchaban
todavía contra el fuego, eran los bomberos, muchos de ellos,
de apellidos hispánicos, en tanto la población californiana,
incluyendo su gobernador Arnold Schwarzenegger - el
“Terminator” del cine -, seguían temblando por los vientos
de Santa Anita que amenazaban soplar las nubes negras de
humo y partículas toxicas de los fuegos sobre la misma Los
Angeles (casi 20 millones de habitantes con los pulmones ya
turbios).
Alguien escucho, al terminar de leer
esta crónica, que corría un caballo y se oía el chasquido de
una espada que rasgaba en el cielo ennegrecido una “Z”.