Después
de la hilera de asesinatos de los lideres políticos
demócratas John y Robert Kennedy y del líder negro Martin
Luther King, el investigador de psiquiatría social Thaddeus
Kotrubala sentencio: “Los asesinos están entre nosotros”.
Esa advertencia jamás fue escuchada.
Las cosas no han cambiado mucho,
en esta sociedad plural que resume odios y pasiones de la
globalidad.
El episodio del 11 septiembre,
del enloquecido ataque terrorista a las torres gemelas de
New York, por una facción fanática del islamismo, ofreció a
los gobernantes de turno de la hiperpotencia, buscar las
fuentes de terrorismo en los confines del planeta y
globalizar la represión.
Pero, en lo interno, cada cierto
tiempo, la violencia terrorista interna se renueva, como
ocurrió en el politécnico de Virginia, por causas y
problemas exclusivamente internos, "made in USA". Después de
los asesinatos en Virginia, los expertos coinciden en
señalar a la influencia nociva de videojuegos que enseñan e
incitan a las técnicas de asesinato masivo.
Se citan juegos de video como "Doom” o “Strike force”. Estos
juegos, cada vez más perfeccionados, en imágenes, ideas y
operabilidad, para enseñar a matar, son una verdadera
escuela criminal para los adolescentes desorientados. Si se
juntan con una mentalidad enfermiza, como parecía el
surcoreano Cho, un solitario que no se podía integrar a una
sociedad de prejuicios, intolerancia y un consumismo
exacerbado, se convierte en un individuo frustrado y
peligroso.
Es lo que se supone ocurrió con
Cho, criado y educado desde muy niño en la sociedad
norteamericana, donde resulta tan fácil adquirir armas de
fuego. Esta es la formula del terrorismo interno
norteamericano.