Yo
soy el que decide, el gran decididor, ha repetido
recientemente el presidente Bush, creándose serios problemas
políticos internos.
En parte por su mesianismo ramplón y su limitado dominio del
inglés, Bush, obstinado en ser el dueño de la verdad y, en
consecuencia, el único llamado a decidir, se ha quedado
solo, como toda persona poderosa de terquedad crónica, que
solo puede ver el alejamiento de su entorno y circulo
áulico. Incluso respetados senadores del partido
Republicano, como Wagner o Specter, están criticando a Bush
por su obsesión de tomar decisiones que empeoran la
situación militar de EE.UU. en el mundo, con sus ejércitos
muy extendidos y, por lo tanto, logísticamente debilitados.
Es obvio que Bush, ignorante de la Historia - no conoce de
las experiencias de otros experimentos bélicos imperiales,
como el persa, el romano, Napoleón después de1812, y en el
siglo veinte, Hitler y el imperio británico -. Pero, como
escribió el periodista Bob Woodward, en su libro State of
Denial ya comentado en esta pagina electrónica, Bush amolda
la realidad a sus propias ambiciones de pasar a la Historia.
El destino de los “hacedores” que caen en la tentación
totalitaria, es el mismo, se van quedando solos, derrotados
y abandonados...y finalmente olvidados de las principales
páginas de la Historia. Llámense Saddam, Chávez o Pinochet.
Es un destino inexorable.