Opinión
Miércoles 10 de Noviembre de 2004
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Luis De Lion

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La Guerra del Cacao

Costa de Marfil, la antigua colonia francesa, ha puesto al gobierno de Chirac en una difícil situación luego que el pasado sábado aviones de la fuerza aérea, pilotados por mercenarios bosnios, bombardearon una base militar francesa (murieron 9 soldados) en el norte de este país africano, una zona por cierto controlada por los rebeldes que se oponen al gobierno de Gbagbo.

Costa de Marfil es el primer productor de cacao del mundo, y así mismo constituye una de las piezas clave en la geoestrategia de Francia en la región de Africa Occidental. En ese sentido y a pesar de que Costa de Marfil es una República independiente desde 1960, Francia ha permanecido presente sobre el territorio marfileño.

En 2002 comenzó una guerra civil, la cual buscaba el dominio total de los cacaotales ubicados al norte del país, a dicha guerra se le puso fin con los llamados acuerdos de Marcoussis (afueras de París) en enero del 2003; de dichos acuerdos resultó fortalecido el presidente Laurent Gbagbo, un personaje que tiene cuentas personales pendientes tanto con el propio presidente Jacques Chirac, como con el ministro Dominique de Villepin; pero al mismo tiempo Gbagbo es un consentido del Partido Socialista francés. El pacto de Marcoussis fue sin duda un pacto muy frágil, casi que forzado, y en la práctica no se cumplió con el desarme previsto y París acusa a Gbagbo de no cumplir con lo pactado. Razón ésta que llevó a Francia a utilizar toda su influencia en la ONU.

Sin embargo la inmediata reacción de Chirac este domingo en la madrugada al ordenar un ataque en represalia con la finalidad de destruir a toda la fuerza aérea marfileña, deja entrever que aún corren por las venas del gobierno francés no sólo sangre colonial, sino también su condición de potencia occidental que impone su presencia militar en un país soberano. En fin, al igual que los EEUU, a Francia no le hace falta esperar por la autorización de la ONU para intervenir más allá de sus fronteras.

Por su parte el presidente Gbagbo le reprocha a Chirac que su actitud en el pasado sirvió para legitimar al movimiento subversivo marfileño, que controla hoy toda la parte norte de dicha nación africana.

En todo caso con 5.000 soldados en Costa de Marfil, Francia es mucho lo que se juega, más allá de la vida de los 15.000 franceses que viven en Costa de Marfil, a Francia y que le quede claro a la Comunidad Internacional, no le ha temblado y no le temblará el pulso, para mantener y si es el caso aumentar su influencia en Africa, dado que los intereses comerciales y estratégicos son inmensos.

Y como quiera que sea, siempre los más perjudicados serán los pobres ciudadanos marfileños, quienes en cualquiera de los escenarios siempre saldrán perdiendo.

En fin y como en Francia los temas de política exterior no se debaten en la arena pública, por cuanto al igual que en la época colonial, son considerados como asuntos secretos aún hoy en pleno siglo XXI, algunos países socios de la Unión Europea no han tardado en pedir explicaciones a Francia sobre su agresiva y excesiva actuación en Costa de Marfil. Será bueno que París responda clara y prontamente, antes que la opinión pública internacional descubra la incoherencia entre su posición ante la guerra en Irak y la presencia de soldados galos en Africa, a menos que Chirac haya decidido sumarse a la tesis de guerras preventivas que acuñaran los halcones neoconservadores de Washington.

 
© 2002. Editorial la Mosca Analfabeta C.A.
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