Opinión
Martes 23 de Diciembre de 2003
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TalCual


We got him!”



Luis De Lion


Saddam Hussein, finalmente no se convirtió en el Che Guevara del desierto; las imágenes mostrándonos un barbudo Saddam, encuevado, demacrado, en aparente buena salud y especialmente dócil y entregado, le conceden un final nada glorioso, al depuesto dictador iraquí. El guerrero beduino que nunca se entregaría, primero muerto antes que caer en manos del enemigo, actitud que muchos de sus acólitos, repartidos en el mundo entero, esperaban. Sin embargo, el sueño del Che Guevara árabe, se esfumó y hoy la imagen del prisionero Hussein, se parece mucho más a la del tropical y cobarde Manuel Antonio Noriega.

Sin oponer resistencia, para no vivir la misma suerte de sus hijos, sumiso y cooperador, desde los primeros instantes de su captura; el sobreviviente, negociador y hábil político que históricamente ha sido Saddam, deja entrever que buscará a cualquier precio ser sometido a un juicio lo más mediatizado posible, a través del cual utilizaría el banco de los acusados, como tribuna de reivindicación de sus ideas y sus posiciones.

Así las cosas, la opción más lógica sería la de entregar a Saddam a la justicia iraquí; pero para ello habrá que esperar por las venideras elecciones iraquíes a celebrarse en el transcurso del 2004 y la posterior instauración de un nuevo gobierno y del establecimiento de las respectivas instituciones democráticas en Irak. En todo caso, Hussein no será llevado a La Haya, por cuanto dicho tribunal no tiene jurisdicción para conocer de su caso, como tampoco debería ir a Guantánamo.

Así mismo, el despliegue de logística, comunicación e inteligencia que pusieron en práctica los Estados Unidos para la captura de Saddam, dio sus frutos. Pero sin duda, el arma principalmente utilizada para su captura fue la delación. Si bien Tikrit era el terruño de Hussein, igualmente era un territorio infestado de potenciales delatores, debido a que durante el tenebroso reinado de Saddam, éste se hizo de unos cuantos enemigos a través de sus constantes atropellos expropiando tierras, edificios y empresas, en esta región del norte de Bagdad.

Por todo lo que le ha sucedido hasta hoy a Hussein, y viendo la suerte que terminan corriendo personajes de su calaña, la ocasión es propicia para aquellos presidentes y demás dictadores, que tanto detestan la vida en democracia, y que son a su vez admiradores y otrora peregrinos visitantes de Saddam; el momento ha llegado, para que pongan sus barbas en remojo; y los que son lampiños, pues que vayan poniendo sus hallacas en remojo, si no quieren correr la misma suerte que Saddam.


 
© 2002. Editorial la Mosca Analfabeta C.A.
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