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Un solitario ejercicio democrático
por Eli Bravo

viernes, 30 julio 2004


 

Estimado lector:

            Esta es una de esas columnas que bien podría venir enmarcada por una línea punteada, de las que nos indican recorte aquí. El mejor uso que podría tener, aparte de rellenar este diario, sería colgar en alguna cartelera o puerta de nevera para que alguien, además de usted, tenga la oportunidad de leerla y así, en el silencio de la verdadera intimidad, darle una respuesta a esta pregunta tan sencilla como de enormes consecuencias:

            ¿Cuáles son mis razones para votar si o no?

            Piénselo de nuevo. No hay prisa. No le pido que defienda su voto, que se arme de argumentos para el debate, que enumere una lista con la cual enfrentar a sus conciudadanos. Por el contrario, tome la pregunta y en la tranquilidad de un espacio secreto y solitario, digamos que frente al espejo o con la vista clavada en el techo antes de conciliar el sueño, respóndase con toda honestidad. Recordemos que nadie mejor que nosotros mismos para saber cuando mentimos. No hace falta que  comunique su respuesta, esto no es un examen (bueno, si, es un examen de conciencia), basta con que sienta la tranquilidad que deja estar en sintonía con nuestro espíritu.

            Si me permite, le sugiero que ponga de lado las primeras razones que vengan a su mente. No tiene que desecharlas, pero quizás en estos tiempos de bombardeo mediático, tengan más de respuesta automática que de verdadera convicción. Busque más adentro, tómele el peso a cada idea, pregúntese cuáles son suyas y cuáles se tragó con la propaganda y con la rabia. Borre cualquier rostro que venga a su mente con frases hechas y arme sus argumentos con oraciones propias. Dígalas en voz alta, si es su gusto. Hágase dueño de sus razones y no se limite a repetir las que escucha de políticos y periodistas.

            Pregúntese sin rodeos ¿es mi voto asunto de convicción, conveniencia, culillo o castigo? ¿responde a presiones y amenazas, fue comprado con dinero o especias, es un asunto de familia, lo infla el odio o el asco, es pan para hoy y hambre para mañana, es una reacción histérica o una decisión bien pensada? Respóndase sin engañarse, que nadie sino usted le juzgará. Acá no hay respuesta buena o mala, correcta o incorrecta, siempre y cuando esté en sintonía con su conciencia y convicciones.

            Una vez que tenga la pregunta resuelta, mire alrededor. Olvídese de los medios, mire con sus propios ojos. Salga a la calle, recorra la ciudad, converse con la gente, pregúnteles como marcha la vida. Haga una proyección de lo que ve ahora y piense cuál será el efecto futuro que tendrá su voto. ¿Servirá para mejorar o empeorar su vida y la de sus vecinos? ¿Es la apuesta a un sueño o la respuesta a una realidad? ¿Vive usted mejor que antes, es más libre, está más feliz?

            Quizás para usted, querido lector, la respuesta es de anteojitos. Pero incluso si ve las respuestas muy claras, tómese su tiempo para practicar el ejercicio y pensar en las consecuencias que tienen las acciones individuales sobre la historia de las sociedades. A lo mejor, y esto puede ser interesante, encontrará nuevas razones que apoyen su decisión o será capaz de entender las de quienes no comparten las suyas.

            A lo mejor cambia de opinión y descubre que no se siente cómodo votando como le dicen que tiene que votar. A lo mejor descubre que usted piensa de otra manera. Que la conveniencia de los líderes no es la suya. Que a pesar de lo que le digan, usted tiene sus propias ideas.

            Unas frases del Tao para acompañar su ejercicio de preguntas y respuestas:

 

            Conocer a los otros es inteligencia

            Conocerse a uno mismo es iluminación

            Conquistar a los otros es poder

            Conquistarse a uno mismo es fuerza.                         Imprima el artículo Subir Página