El
intelectual chileno Fernando Mires, en un reciente
artículo:”Golpes buenos y malos”, hace una interesante
diferenciación entre golpes de Estado y golpes desde el
Estado. Mires califica al golpe en Honduras como un golpe de
Estado tradicional. La defenestración de Zelaya tiene
características peculiares, que lo diferencian de un golpe
clásico, como la participación del Poder Judicial, la acción
del Ministerio Público, el nombramiento casi unánime de
Micheletti por el Congreso y la evidente violación de la
Constitución por parte del Presidente. Sin embargo, la
estúpida e innecesaria expulsión de Zelaya del país, por
parte de los militares, creó las condiciones para que se
proyectara la imagen de un golpe de Estado tradicional. Como
nos recuerda Mires, frente al golpe de Estado “tradicional”
están “programados” acuerdos internacionales como la Carta
Democrática Interamericana, el Protocolo de Ushuaia de
MERCOSUR y, en general, las llamadas cláusulas democráticas,
así como instituciones como la OEA y la UE. Por eso la
unánime reacción internacional contra el golpe. Micheletti y
sus aliados subestimaron, tontamente, la relevancia de la
imagen internacional. El Consultor Jurídico de las Fuerzas
Armadas hondureñas acepta que se cometió un delito al
expulsar a Zelaya, pero dice que su enjuiciamiento, según la
Constitución y las leyes, habría provocado un baño de
sangre. En realidad, nunca sabremos qué hubiera pasado si se
hubiese respetado la Constitución y tampoco sabemos, si el
baño de sangre se ha evitado de verdad o simplemente
pospuesto. Lo que sí sabemos es que los defenestradores
hondureños le concedieron a Chávez, golpista y violador de
la Constitución y al dictador totalitario cubano, la
posibilidad de aparecer como los defensores de la
legitimidad democrática. Ahora bien, Mires nos dice que el
golpe de Estado de Micheletti se produjo para abortar el
golpe desde el Estado de Zelaya. El golpe desde el Estado
sería una nueva figura postmodernista que debería ser
estudiada por la Ciencia Política e incluida en la
“programación” de instituciones internacionales, como la OEA
y la UE. El ejemplo más evidente de golpe desde el Estado se
está dando en Venezuela. Se trata de un proceso gradual y
progresivo.
El
control del Poder Judicial permite violar impunemente la
Constitución y perseguir la oposición política, con
acusaciones falsas. El control del Congreso permite pasar
leyes inconstitucionales, que despojan las atribuciones,
sede y presupuesto de gobernadores y alcaldes electos de la
oposición democrática. Se militariza el Estado y la sociedad
y se politiza inconstitucionalmente la Fuerza Armada,
transformándola en una guardia pretoriana del Caudillo. Se
acaba, gradualmente, con la libertad de expresión a través
del terrorismo fiscal, la intimidación, el cierre y la
confiscación de los medios independientes, siempre
manteniendo la apariencia de las formalidades legales. Las
universidades autónomas son acosadas, recortándoles el
presupuesto. Las manifestaciones pacíficas de la oposición
vienen atacadas violentamente por grupos armados, que
recuerdan las “squadracce” del jerarca fascista Farinacci y
la S.A de Röehm, en la Alemania hitleriana. Es urgente y
necesario un debate sobre el tema del golpe desde el Estado,
para que entre en el “radar” de la comunidad democrática
internacional.