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Incertidumbre en el sistema internacional
por Sadio Garavini di Turno
miércoles, 01 julio 2009


La historia nos sugiere que existe una muy clara conexión, a largo plazo, entre el auge y la caída a nivel económico, de una gran potencia y el crecimiento y la declinación de su poder militar. Esto es evidente, primero porque los recursos económicos son necesarios para mantener unas fuerzas armadas numerosas y de primer orden, pero también y sobretodo porque, en el sistema internacional, la riqueza y el poder son siempre relativos. En efecto, Holanda, en la mitad del siglo XVIII, era mucho más rica, en términos absolutos, que cien años antes, pero ya había dejado de ser una gran potencia, entre otras cosas, porque sus vecinos Francia y Gran bretaña la superaban ampliamente en riquezas y poder. La Francia de 1914 era, sin duda, mucho más poderosa que en 1850, pero esto servía de muy poca consolación frente a una Alemania que la superaba en casi todos los elementos del “potencial” del Estado.

Actualmente, la declinación relativa de la hegemonía económica norteamericana ha debilitado el estable marco político que sostuvo la expansión de la economía mundial, durante la segunda posguerra, abriendo así las puertas a un período caracterizado por crecientes presiones proteccionistas, inestabilidad monetaria y crisis económica generalizada, producto también de una excesiva falta de regulación del sistema financiero internacional y de una desatada concupiscencia crematística. La historia nos enseña, a este respecto, que la transición hacia un nuevo potencial “hegemon” siempre ha estado acompañada por lo que el Profesor de la Universidad de Princeton, Robert Gilpin, llama una “guerra hegemónica”.Afortunadamente, en la era nuclear, esta “solución” al problema de la declinación del liderazgo económico- político es impensable. Además no existen reales candidatos para sustituir a los Estados Unidos. En los años ’80 del siglo pasado, cuando surgió una relevante literatura sobre la declinación de los Estados Unidos, Japón fue visto como la potencia en ascenso. Pero después resurgió la economía norteamericana, cayó el muro de Berlín, se derrumbó la Unión Soviética y su imperio comunista y pareció que había llegado un “Nuevo Orden’ internacional, basado en el unipolarismo y la ‘pax americana’.

Samuel Huntington en un artículo en Foreign Affairs: “La superpotencia solitaria”, afirmaba que estábamos viviendo un sistema internacional de transición, un extraño híbrido: “uni—multipolar”. El momento unipolar ya había pasado y en una o dos décadas ingresaríamos a un verdadero sistema multipolar. Según Zbigniew Brzezinski, los Estados Unidos serán la primera, última y única superpotencia global. En este periodo transitorio, los Estados Unidos siguen siendo la sola potencia con preeminencia en todas las dimensiones del poder económico, militar, diplomático, ideológico, tecnológico y cultural con el alcance y la capacidad de promover sus intereses a nivel global. Sin embargo, nos dice Huntington, la solución de los problemas fundamentales del sistema requieren, necesariamente, de la acción conjunta de la superpotencia y de alguna. combinación de otras grandes potencias. Los Estados Unidos mantienen, por ahora, el derecho de veto en los asuntos de mayor relevancia internacional. Varias grandes potencias regionales están fortaleciendo su posición en la correspondiente área del mundo. China y, en menor medida, Japón en Asia Oriental, la Unión Europea, liderizada, en mi opinión, cada vez más por Alemania, aun cuando Huntington prefiere hablar de un condominio franco—alemán, Rusia en Eurasia, la India nuclear en Asia del Sur, Irán en Asia Sur occidental, Sudáfrica en África y Brasil en América Latina. Lo único cierto es que estamos viviendo una verdadera transición “epocal”, caracterizada por una profunda e inquietante incertidumbre.


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