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Soberbia y perfección
por Sadio Garavini di Turno
jueves, 31 enero 2008


En un mundo dominado por la incertidumbre, el peor error es la soberbia. El politólogo mexicano, Jesús Silva Herzog Marquez, en su libro “La idiotez de lo perfecto”, hace una muy interesante reseña del pensamiento político de Isaiah Berlin, Karl Schmitt, Norberto Bobbio, Octavio Paz y Michael Oakeshott, y nos dice al respecto:” Juego o guerra, la política que dibujan estos autores es una manera de lidiar con la imperfección. No hay asomo en ellos de utopías, de paraísos perdidos o por ganar. Ningún atajo al fin de los tiempos. La política llevará siempre las marcas fastidiosas de la fuerza, del azar y el conflicto, tercos aguafiestas de la perfección.” Todos estos pensadores subrayan la idiotez y al mismo tiempo la enorme carga destructiva que están implícitas en la creencia de conocer la Verdad y el rumbo de la historia humana. Pensar que es posible la construcción del paraíso en la tierra fue la justificación moral e intelectual del comunismo, trágica ilusión y pavoroso fracaso histórico, que produjo la terrible estadística de 65 millones de muertos en China, 20 millones en la URSS, 2 millones en Camboya, 2 millones en Corea del Norte, un millón en Vietnam, un millón en Europa Oriental , un millón en África y 150.000 en América Latina ( Stephane Courtois, N.Werth y otros, El libro negro del comunismo) La soberbia de creer que se conoce la verdad absoluta en la tierra y sobretodo la manera de implantar la sociedad perfecta es sumamente peligrosa.

El filósofo político británico Michael Oakeshott subraya los desvíos de esta soberbia racionalista. Al respecto nos dice Silva Herzog: “La salida está en el tanteo. Ensayar para observar los efectos de la prueba, palpar antes de exprimir, ver sin pontificar, escuchar para hablar y después de hablar, volver a escuchar, caminar sin prisa y sin rumbo, ponderar cada paso. La línea recta es el trazo del diablo que, ya sabemos, siempre lleva prisa.” Oakeshott en su obra: “La política de la fe y la política del escepticismo”, hace una excelente defensa de esta política del ensayo y el error, con lo cual está en sintonía con las ideas de otro gran pensador del Siglo XX, Karl Popper. Gobernar no tiene como objetivo ni la perfección humana, ni la verdad, ni la belleza.

El orden político siempre es un orden precario e imperfecto. Oakeshott está a favor de un gobierno limitado y vigilado, por eso dijo:” como el ajo del cocinero el poder debe usarse con tanto comedimiento que sólo su ausencia se note” Al respecto agrega Silva Herzog: “El gobierno aparece entonces como la pimienta indispensable; como un elemento de salud pública tan importante, dice, como la risa lo es para la felicidad. El gobierno no nos conduce al paraíso ni un chiste nos enseña la verdad profunda del universo; pero el primero nos salva del infierno de la guerra civil y el segundo nos salva de la estupidez del solemne.” Según Oakeshott, la vida está básicamente compuesta de azares y riesgos.

La vida humana es fundamentalmente una aventura y nada puede fijar la certeza en este mar de incertidumbre. Silva Herzog, hablando de Bobbio, nos dice que el Maestro:” se planta contra la idolatría del mañana. El progreso no es la clave de la historia. El escepticismo es la raíz de esta convicción. Nunca lo sabemos todo. Quienes todo lo saben no tardan en querer matarlo todo, decía en algún lugar Albert Camus.” En política, creer que se tiene la Verdad, “agarrada por la chiva“, es fruto de una hubrys peligrosísima, de una soberbia descomunal e ignorante que conduce inevitablemente a una concepción totalitaria.

En efecto, si se cree firmemente de conocer la Verdad en la historia, sería insensato e ilógico darle derechos al error. Por tanto, en función del Bien Común del futuro, es necesario excluir a los que están “equivocados” de la posibilidad de hacer el mal. Si se está seguro de lograr la sociedad perfecta para la Humanidad del futuro, se debe aceptar el mal menor de sacrificar unos cuantos millones de “equivocados” en el presente. Por eso, Alain Touraine nos dice: “La era de las revoluciones ha llevado, por caminos sinuosos, al Terror, a la represión del pueblo, en nombre del pueblo y a la ejecución de los revolucionarios en nombre de la revolución”


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