Son
tantos los acontecimientos insólitos, que suceden todos los
días en la Venezuela del Siglo XXI, que hemos perdido buena
parte de nuestra capacidad de asombro y de respuesta. En
medio del escándalo de la poco seria descalificación de
INTERPOL, los insultos a la Canciller Merkel, una demócrata
cristiana en un gobierno de coalición con socialdemócratas,
acusada absurdamente de nazi y la “alharaca-cortina de humo”
sobre dos incidentes fronterizos, con Colombia y con EEUU,
muy comunes por cierto en la historia de las fronteras y el
espacio aéreo, pasó casi totalmente inadvertida la increíble
declaración del Presidente Chávez en la cual afirma que, si
Colombia permitiese la instalación de una base
norteamericana en la Guajira, entonces Venezuela reclamaría
de nuevo la soberanía sobre la totalidad de esa península.
La ignorancia y la irresponsabilidad que tal declaración
manifiesta son impresionantes, antes que nada la soberanía,
como la virginidad, se tiene o no se tiene, o crees que, en
derecho, la Guajira es nuestra y la reclamas o te callas.
El supuesto derecho sobre la
Guajira no puede depender de si hay o no una base
norteamericana. Pero lo absurdo del caso es que los límites
terrestres, a diferencia de los marinos y submarinos con
Colombia, están definidos, delimitados y, en buena parte
demarcados, a la luz del Tratado de Límites de 1941. En
otras palabras, el caso de los límites terrestres con
Colombia es un caso jurídicamente cerrado. El Presidente
Chávez dio esta declaración frente a una audiencia militar y
concluyó afirmando, entre aplausos, que ni un milímetro más
de nuestro territorio sería entregado. En cambio, en cuanto
a nuestra reclamación de la Guayana Esequiba, que está
jurídicamente abierta, por vía del Acuerdo de Ginebra de
1966, el Presidente Chávez está en camino de entregar
156.890 Km2, más nuestra salida libre al Atlántico, con
todas las cuantiosas reservas de petróleo y gas que yacen
debajo del suelo submarino. Quiero aclarar que, obviamente,
el Acuerdo de Ginebra, al afirmar que hay que “buscar
soluciones satisfactorias para el arreglo práctico de la
controversia” implica claramente que Venezuela acepta que la
solución pasa por algún tipo de compensación, por la
injusticia histórica sufrida, pero que obviamente será mucho
menor de la totalidad del territorio reclamado. Ya en marzo
del 2004, Chávez declaró que Venezuela no se oponía a que
Guyana otorgara unilateralmente concesiones y contratos a
compañías multinacionales en el Esequibo, con lo cual acabó
con 40 años de diplomacia venezolana y entregó
unilateralmente y, a cambio de nada, una de nuestras pocas
armas de negociación.
Para colmo, en febrero del 2007,
Chávez llegó al extremo de deslegitimar la reclamación
venezolana en sí, al afirmar que fue producto de la presión
de los Estados Unidos, supuestamente interesados en
desestabilizar el gobierno autónomo (pero todavía no
independiente) del Primer Ministro de la entonces Guayana
Británica, Cheddi Jagan, quien era un marxista –leninista
confeso. El Presidente Chávez repitió una declaración
similar del embajador guyanés en Caracas, Odeen Ishmael, a
un periódico de su país. El mismo embajador, en una
entrevista, sustentándose, en esa declaración presidencial y
en la supuesta hermandad entre los dos gobiernos
“socialistas y antiimperialistas”, afirma que el Presidente
Chávez debería “dar un paso al frente para retirar el
reclamo venezolano.” El anterior Canciller Insanally y muy
recientemente el Primer Ministro Hinds han reiterado el
llamado del embajador Ishmael. En realidad, la reactivación
de la reclamación venezolana, en febrero de 1962, fue un
proceso absolutamente autónomo dentro del gobierno
venezolano, provocado por la inminencia de la independencia
de Guyana. Lo grave es que el propio Jefe del Estado
venezolano está asumiendo la posición del actual gobierno
guyanés.