Chávez,
en las elecciones presidenciales del 2006, obtuvo el 63% de
los votos, en diciembre del 2007 su propuesta de reforma de
la Constitución, que incluía la reelección indefinida, fue
derrotada con más del 51%. En las recientes elecciones
regionales el gobierno, que controlaba 22 de las 24
gobernaciones del país, perdió cinco, incluyendo los 4
estados más importantes y la alcaldía metropolitana de
Caracas. Estos resultados se dieron a pesar del más obsceno
ventajismo, que incluyó la masiva utilización ilegal de
fondos públicos, la intimidación, las amenazas y el chantaje
más descarado y sobretodo la intervención ilegal del propio
Chávez en la campaña, con la abusiva utilización de las
interminables “cadenas” de radio y televisión. Un presidente
democrático, tomando en cuenta también que la considerable
baja de los precios del petróleo anuncian tiempos difíciles
en la economía venezolana, habría llamado a un diálogo con
la oposición y con el sector privado, para enfrentar la
grave crisis socioeconómica que se avecina. Chávez en
cambio, el mismo día de las elecciones, reaccionó con una
andanada de insultos en contra de los gobernadores y
alcaldes electos de la oposición democrática, ordenando la
transferencia ilegal al Ejecutivo nacional de recursos e
instituciones adscritas a esas entidades regionales. Para
colmo, el Poder Judicial, demostrando una obsecuencia
vergonzosa frente al Presidente y utilizando formalismos
ridículos, ha pospuesto ilegalmente la toma de posesión del
gobernador electo del Estado Táchira hasta el inicio del
próximo año, con la evidente intención de darle más tiempo
al actual gobernador chavista de vaciar de recursos a la
gobernación.
Además,
la presentación evidentemente inconstitucional de una
enmienda para aprobar la reelección indefinida, rechazada en
el referéndum del 2007, demuestra una patológica obsesión
por el poder. Le faltan cuatro años de gobierno, un entero
período presidencial norteamericano, a las puertas de una
gravísima crisis, y a Chávez lo que se le ocurre
irresponsablemente es meter al país en una enésima contienda
electoral, gastando inmoralmente, una vez más, centenares de
millones de dólares, que se necesitarían para la desastrada
infraestructura y los colapsados servicios públicos del
país. Lo más grave es que la agresión verbal del presidente
en contra de los representantes de la alternativa
democrática, ha desatado una ola de violencia por parte de
turbas chavistas, que han agredido violentamente a pacíficas
reuniones de la oposición. Es claro el paralelo con las
“squadracce” del dirigente fascista Farinacci en la Italia
de Mussolini y los sedicentes “batallones de la dignidad”
del narcotraficante y ex “hombre fuerte” de Panamá, Manuel
Antonio Noriega. La vocación totalitaria de Chávez se hace
cada día desgraciadamente más evidente. Como dice el
politólogo británico Bernard Crick: “ la violencia es para
el totalitarismo lo que la conciliación para los sistemas
políticos democráticos : un elemento creativo.” Recordemos
que Chávez ha repetido en diferentes ocasiones el conocido
“mantra” marxista-leninista: “la violencia es la partera de
la historia”. El culto a la personalidad del líder es otra
de las características totalitarias del régimen. Como nos
recuerda Crick: “No es casualidad que los dos grandes
regímenes totalitarios de nuestro tiempo (nazista y
comunista) hayan elevado a los altares a sus cabezas
visibles”.