La
ocupación del Arzobispado de Caracas por parte de una turba
violenta chavista, capitaneada por Lina Ron, una peculiar
mezcla inacabada de Evita con la Pasionaria, acompañada por
dos diputados del régimen, así como las manifestaciones
intimidantes alrededor de Globovisión, prácticamente el
único canal de señal abierta que mantiene una línea de
oposición al gobierno y sobretodo la bomba que explotó en
las manos de un miembro “ad honorem” de la policía
metropolitana y dirigente vecinal chavista, cuando la
colocaba frente a la sede de FEDECAMARAS, recuerdan los
primeros años veinte del siglo pasado en Italia.
La
violencia y la intimidación contra los opositores y los
medios de comunicación independientes eran obra de las
tristemente célebres “squadracce”, grupos de facinerosos en
camisa negra, dirigidos por el jerarca fascista Farinacci.
El gobierno criticaba verbalmente los “excesos” des sus
allegados, sin tomar medidas al respecto, con el objetivo de
intimidar a sus adversarios, transmitiendo además la idea de
que sólo Mussolini podía controlar la violencia.
Efectivamente, Chávez ha criticado verbalmente el
“extremismo” de sus más leales seguidores, pero no ha hecho
nada concreto para desalentar su conducta. Más bien, cuando
estallaron las primeras dos bombas frente al monumento de
Washington y de la Embajada de España, acompañadas con
graffiti contra el Imperio y a favor de los terroristas de
la ETA, Chávez y sus cipayos en los medios, con José Vicente
Rangel a la cabeza, manejaron la hipótesis de que las
explosiones eran obra de unos fantasmales paramilitares
colombianos. La muerte, “con las manos en la masa”, del
dirigente chavista dejó al descubierto la patraña
propagandística. Lo más grave es que, Chávez, siguiendo el
ejemplo de Mussolini, por un lado, aumenta el tono violento
y agresivo de sus ataques verbales a los medios,
organizaciones y personalidades de la oposición, fomentando
la violencia de sus seguidores, mientras que por el otro,
advierte que una derrota suya en las elecciones regionales
de noviembre, crearía las condiciones para una guerra civil.
El
chantaje es evidente. El Supremo fomenta la violencia y al
mismo tiempo transmite la idea de que es el único capaz de
mantener el orden y la paz social. Pero, la táctica puede
escapársele de las manos. Mussolini en junio de 1924,
agredió violentamente, en un discurso en el Parlamento, al
dirigente socialdemócrata Giacomo Matteotti. Razón
suficiente para que algunos leales fascistas interpretasen
la voluntad del Duce y decidieron darle una lección al
diputado opositor, lo secuestraron para propinarle una
paliza, Matteotti se defendió y lo asesinaron. También la
violencia verbal entre los bandos opositores, en la España
de 1936, fomentó una espiral de violencia política que,
después del asesinato del dirigente opositor Calvo Sotelo,
condujo a la guerra civil. Pero lo que realmente se parece
más a la situación venezolana, “mutatis mutandis”, son los
últimos años del gobierno de Allende en Chile. La escasez,
las colas en los mercados y la inflación, desatadas por una
política económica errada, aunadas a las invasiones, la
violencia y el desorden de grupos extremistas del
oficialismo, crearon las condiciones para el “orden” de la
dictadura. El petróleo nos dará un poco más de tiempo para
evitar un desenlace similar.