Frente
a la evidente voluntad del régimen de acelerar la deriva
totalitaria del proceso, con la modificación sustancial de
la Constitución de 1999, la oposición, de nuevo, se
encuentra frente al dilema de abstenerse o participar en el
próximo referéndum. Los argumentos fundamentales de la tesis
abstencionista podrían resumirse de la siguiente manera: el
árbitro y el sistema electorales están confiscados por el
gobierno, por tanto es inútil votar, además la abstención
masiva deslegitimará al régimen en el exterior, votar, en
cambio, lo legitimaría.
El segundo argumento es muy
débil. En las pasadas elecciones parlamentarias, la
abstención fue masiva, sin embargo la explicación de la
opinión mundial fue que la oposición tuvo miedo de contarse,
porque se sabía derrotada, como lo anticipaban todas las
encuestas y que la alta abstención fue producto de la falta
de competencia electoral, que le quitaba interés a la
contienda.
La parcialidad y la falta de
transparencia del sistema electoral y la consiguiente
desconfianza en los resultados electorales, en cambio, son
evidentes. Por eso, los “participacionistas”, dejan un poco
de lado el acto electoral en sí y ponen el acento sobre la
necesidad de aprovechar la campaña electoral para movilizar
y organizar una oposición desmoralizada y desmotivada y más
aun para reconstruir una mayoría con la posible inclusión de
vastos sectores del chavismo y de los llamados “ni-ni”, que
están en desacuerdo con el “continuismo” de la reelección
indefinida y la progresiva sofocación de la libertad de
expresión, entre otras cosas. Si todas las encuestas serias
dieran, antes del acto electoral, una ventaja sustancial
para el NO a la “reforma” de la Constitución, un fraude
electoral sería el inicio del fin del régimen, acabaría con
el mito de la popularidad “inmarcesible” del caudillo y lo
deslegitimaría en el exterior. Los fraudes de Marcos en
Filipinas y el más reciente en Ucrania, así como las
entregas negociadas del poder de Pinochet y el Sandinismo en
los ’90, lo demuestran ampliamente.
La solución al dilema de la
oposición podría encontrarse en la participación concertada
de todos en la campaña electoral por el NO, denunciando
siempre la parcialidad y la falta absoluta de transparencia
del sistema electoral y votar bajo protesta, con la “nariz
tapada”. En cambio, la abstención es estéril, favorece la
inacción del “quedarse en la casa” y fomenta la
desmoralización, la desmovilización, la evasión y el
“exilio”.