El sexo anima las taquillas

Por Roberto Palmitesta





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      Desde que se inventó el cinematógrafo hace más de un siglo, el sexo ha sido siempre un atractivo especial, aunque muy regulado y controvertido en la primera etapa del llamado Séptimo Arte. Pero de unas décadas para acá, ha habido una visible liberalización y ahora se muestran en la pantalla las escenas más atrevidas, sin ningún pudor.

Desde hace varias semanas, una película española cargada de erotismo está causando sensación y arrasando en las taquillas tanto europeas como norteamericanas, y seguramente lo hará también en Venezuela, donde acaba de estrenarse. Se trata de Lucia y el sexo, obra del joven director vasco Julio Medem, quien se perfila con una corta filmografía como el sucesor de polémicos cineastas como Pedro Almodóvar y Carlos Saura. En el filme, una mesonera recuerda – a través de una serie de flashbacks-- su fogoso romance con un escritor, recién fallecido, y la gama de sensaciones que experimentaron en el área sexual, al estilo de la famosa cinta erótica de Adrian Lyne, Nueve semanas y media.

En Norteamérica, el film se tituló Sex and Lucia, anteponiendo la palabra "sex" para llamar la atención de los públicos, ahora que está de moda con la popular serie televisiva para adultos --bastante risqué, por cierto-- Sex and the city, sobre las aventuras sentimentales y sexuales de cuatro amigas en la Nueva York posmoderna. La misma palabra trae a la memoria la polémica cinta de Steven Soderbergh, Sexo, mentiras y videotape , cuya franqueza asombró a los públicos cinematográficos a fines de los 80. No se había usado la palabra sexo en el título de otra película seria, excepto en la brillante sátira de Woody Allen, Todo lo que quería saber sobre el sexo, que se permitió romper muchos tabúes aprovechando su fino sentido humorístico, y – en la década de los 60-- en El sexo y la mujer soltera, con una Natalie Wood muy sensual como la liberada directora de la revista Cosmopolitan, abanderada del women’s lib.

El cine norteamericano siempre ha sido un poco más prudente en cuestiones sexuales, a diferencia del liberal cine europeo o japonés de la posguerra. En sus inicios, el código moralista de Hollywood prohibía las escenas eróticas, y el amor no pasaba de cortas sesiones de asépticos besos y abrazos, pero sin entrar ambos a la cama –los amantes debían tener al menos un pie en el piso— y era impensable mostrar actores en pleno acto sexual, como se estila ahora. Al menos hasta los años 60, los desnudos femeninos se limitaban a las piernas, los glúteos y algo de senos --pero los pezones, genitales y el vello púbico eran tabú-- mientras estaba prohibido el desnudo masculino, excepto desde atrás y de lejos.

Como muestra curiosa de ese código, bastaría recordar la tardanza de seis años en permitirse el estreno de un discutido film del magnate Howard Hughes, El forajido (1943), debido a las atrevidas vistas parciales de senos femeninos y apenas la insinuación de que la heroína se metería desnuda en la cama de su amante enfermo para "mantenerlo calientito". Claro, las películas pornográficas siempre han mostrado mucho más sexo explícito, y en Nueva York, la exhibición conjunta de dos osados cortos porno, Garganta Profunda y El diablo en Miss Jones, se convirtió en una especie de atracción turística al quedar más de 30 años –y sigue tan campante-- en cartelera en un cine de Broadway, pues trataba de temas osados como el sexo oral y una fornicación simultánea entre dos hombres y una mujer, respectivamente.

En los años 60 fueron pocas las películas que tocaban el tema de la homosexualidad, (De repente en el verano, Té y Simpatía), o la prostitución (El mundo de Suzie Wong, Irma la Douce), o que simplemente mencionaban la palabra "virgen" como en La luna es azul, del siempre polémico Otto Preminger, con la palabra que hizo estremecer a los censores hace apenas 50 años. Pero el cine europeo no tenía los mismos escrúpulos, y de pronto la bomba sexy de Francia, Brigitte Bardot, asombró al mundo con un desnudo lateral en Y dios creo la mujer, mientras en Los amantes de Louis Malle, la desinhibida Jeanne Moreau se bañaba con su hombre después de recibir una muestra de sexo oral. En el frente italiano, Fellini estrenó una escandalosa cinta sobre la corrompida sociedad romana, La dolce vita, con muchas escenas eróticas, que le hizo romper records de taquilla --gracias en parte a la prohibición de la Iglesia--, aunque hoy día la misma película apenas sufriría restricciones para menores de 13 años.

En Hollywood, los censores se quejaron de la atrevida escena en la playa en De aquí a la eternidad (1954), donde se abrazaban apasionadamente Burt Lancaster y Deborah Kerr en traje de baño -- y hasta se hizo una versión menos sensual con una bata encima, si no era aprobada la original-- pero la película era candidata al Oscar y se toleró ese inocente descaro. Poco después, Baby Doll le quitó el sueño a más de un pureto, junto con Lolita, donde un morboso profesor seducía a su hijastra de 12 años, edad que se aumentó a 14 en la cinta --para que no se diga--, aunque en el remake del 2002 se regresó a la edad originalmente pensada por el novelista Nabokov. Otro best-seller cargado de erotismo, El Valle de las muñecas (1967), fue aprovechado por un inescrupuloso productor como Russ Meyer para romper muchas barreras, mientras El Graduado, Conocimiento carnal y Vaquero de Medianoche contenían osadas escenas de seducción en el dormitorio y Myra Breckenridge tocaba el tema tabú del cambio de sexo, demostrado pícaramente por Raquel Welch frene al juez de la causa.

Pero las publicitadas sex goddess de Hollywood de la posguerra – Hayworth, Monroe, Turner, Gardner y Welch,-- lo eran sólo en escenas sugestivas, nunca con sexo explícito y jamás mostraron toda su desnudez en la pantalla. Luego, las vampiresas de los años 70, 80 y 90 , como Bo Derek, Kim Basinger y Sharon Stone, fueron mucho más allá, aprovechando la ola de permisividad que había introducido la liberación femenina. En la actualidad hay mucha competencia entre las actrices para tener derecho a suceder a esas pioneras, en vista que no queda mucho por destapar y ya casi todas se desnudan y hacen el amor en cámara en forma muy natural... y sin ruborizarse. Cosas de la modernidad.

En la Europa de los años 70, mientras Fellini se ponía cada vez más atrevido con Satiricón y luego con Roma, la sensual Laura Antonelli alborotaba con su Malicia las hormonas de mucha gente como la permisiva institutriz de un adolescente precoz, al mismo tiempo que el director homosexual Pasolini se regodeaba en tratar temas escabrosos en Teorema, Porcile y Decamerón. Las atrevidas cintas italianas eran incluso premiadas en Hollywood, como sucedió con Dos mujeres, del laureado Vittorio de Sica -- basada en una obra del irreverente Alberto Moravia--, donde una talentosa Sophia Loren se ganaba su Oscar como la madre de una joven violada por todo un pelotón de deprivados soldados marroquíes durante la guerra.

Para competir, en Francia se estrenaban películas como Belle de Jour, La Historia de O y luego la celebérrima Emmanuelle, que llevaron mucha gente a las taquillas con escenas que mostraban relaciones tabú, incluyendo lesbianismo y sadomasoquismo. Ya Un soplo al corazón y luego Primo y Prima habían tratado con bastante delicadeza el tema del incesto, que también fue abordado en La Luna de Bertolucci, donde una angustiada Jill Clayburgh masturba a su propio hijo para tranquilizarlo. Bertolucci venía de realizar aquella cinta vanguardista –con sexo anal y todo-- que hizo resuscitar a Marlon Brando, El Ultimo Tango en París prohibida en Venezuela en su época y que obligó a nuestros burgueses a volar a Curazao o Miami para verla. Mientras tanto, la atrevida Liliana Cavani escandalizaba a los cinéfilos con Portero de Noche y Más Allá del Bien y el Mal . En esas décadas, el maestro Bergman trataba muchos temas osados con buen gusto escandinavo, como en El Manantial de la Doncella, El Silencio y Tres extraños amores.

En Japón, abundaban los temas eróticos (ej. La mujer de las dunas. Diario de un ladrón), pero el prolífico Oshima fue incluso más allá del "sexo bonito" y mostró en forma realista todo tipo de relaciones en la escandalosa cinta El imperio de los sentidos, prohibida en muchos países. En Inglaterra se filmaba al fin la picante novela de D.H. Lawrence, Mujeres Enamoradas, y hasta se atrevieron a realizar una película de amor lesbiano, Bilitis, tolerada gracias a su artística fotografía, mientras en Sunday, Bloody Sunday se mostraba a un actor serio como Peter Finch retozando en la cama con su amante masculino. En EE.UU., de vez en cuando sorprendía una película osada como Niña Bonita, sobre una adolescente prostituta interpretada por la novata Brooke Shields, para lo cual tuvieron que contratar al francés Louis Malle, pues el tema era muy polémico para los directores yanquis. Pero mientras apenas se sugería un intento de sexo en grupo –con dos parejas en la misma cama-- en películas como Bob, Carol, Ted y Alice, ya Truffaut ya había mostrado delicadamente un ménage á trois en Jules et Jim y luego, más osadamente, en El hombre que amaba las mujeres.

En Brasil, Bruno Barreto quiso hacer lo mismo e hizo fruncir el ceño a los censores en Doña Flor y sus dos maridos (1978), donde Sonia Braga apenas fantaseaba con tenerlos a los dos consortes --el extinto y el vigente-- en la misma cama. Pero un lustro después la misma pareja Barreto-Braga, mostró en Gabriela muchos coitos y desnudos frontales, para delicia de los erotómanos de todo el mundo, una película que se muestra ahora sin cortes en la TV por cable incluso en horarios estelares. Las cinematografías argentina y mexicana también se sumaron a la lucrativa corriente erótica y en casi todas sus producciones ya abundan las relaciones sexuales en forma explícita.

En Venezuela, de los insípidos melodramas o sosas comedias de los 60, se pasó gradualmente a liberales producciones sobre temas atrevidos y con frecuentes escenas eróticas, como en Soy un Delincuente, El Pez que fuma, Manon, La Máxima Felicidad, Oriana, Virginidad perdida, Manuel y especialmente Macho y Hembra, a tono con las tendencias del cine internacional. En esta última, el pionero del cine osado Mauricio

Wallerstein muestra a un trío permanente donde Orlando Urdaneta convive pacíficamente con dos mujeres, Elba Escobar e Irene Arcila, algo que cualquier macho criollo diría que sucede sólo en las películas, si lo han intentado. Mientras tanto, una cinta erótica sobre el sonado ‘caso Mamera’, titulada "Macu, la mujer del policía", se convertía en la película más taquillera del año, superando incluso a las superproducciones de Hollywood, por tratar de la infidelidad de una mujer con tres jóvenes del barrio y la posterior venganza de la pareja deshonrada."

Para fines de los 80 se acabaron las restricciones en el cine, volviéndose rutina tanto la fornicación como el desnudo --e incluso las desviaciones sexuales-- y en el cine de los 90 ya no hubo escrúpulos para abordar cualquier tema, por más escabroso que sea. Así, muchas películas aprovecharon la nueva permisividad y salieron incontables cintas eróticas como Bajos instintos, Striptease, Acoso sexual, entre tantas. Incluso en la otrora estricta televisión, se transmiten series como Friends, Off Centre y la popularísima Sex and the CIty, donde se dice y se hace casi de todo en materia sexual, aunque discretamente, mientras que en otras series como Ellen y Will and Grace los protagonistas son lesbianas u homosexuales.

En la actualidad, muchos actores serios –de ambos sexos- se prestan para salir en cueros y jadear sensualmente mientras "hacen el amor", en una rutina ya harto común que antes sería considerado pornográfico. Evidentemente, las preferencias del público y la censura han evolucionado mucho desde aquellos tiempos del tristemente célebre Código Hays --en que todo estaba prohibido, en aras de proteger la dichosa "moral ciudadana"-- mientras los guionistas y directores se devanaban los sesos para inyectar un poco de erotismo en sus películas. El futuro dirá hasta donde llegará esta tendencia, aunque los temas picarescos nunca se agotarán por responder a la eterna curiosidad por lo prohibido enraizada de la naturaleza humana.

El autor agradecerá sus comentarios por correo electrónico: rpalmi@yahoo.com.